Desde que se inventó el Estado, como ente rector, la sociedad quedó
atrapada por los caprichos del Poder, derivados del mito. Fueron los dioses
los que gobernaron por siglos. Dioses que se "encarnaban" en el rey, el
mago, el brujo o el sacerdote-rey. Dioses inclementes, inhumanos, crueles,
en su nombre se fundaron clanes, tribus, ciudades, imperios, religiones
cuya historia alimenta la vitrina del turismo moderno, que exhibe templos
y pirámides, murallas y castillos, símbolos del oprobio contra las
multitudes hambrientas del planeta sometidas a la servidumbre de los
caprichos religiosos, guerreristas, económicos. El mito persiste, la meta
es idéntica, llámese ¡petróleo! ¡dólar! ¡Irak! ¡fundamentalismo yanqui!
Hasta ahora la humanidad no ha encontrado otra fórmula de ejercer el
Poder (Estado), que no sea sustentado en la Fuerza Armada al servicio de
minorías. Y cuando surge el poder ascendente de las mayorías (Espartaco,
Bolívar, San Martín), el mecanismo del Poder encuentra también en la Fuerza
Armada el instrumento de cambio, enfrentamiento, renovación, consolidación.
Latinoamérica no tiene la tradición funesta de los grandes imperios ni
de las campañas militares para subyugar naciones. Aquí los Dario, Jerjes y
Artajerjes, Alejandros y Césares no se dieron. Aquí se dio Bolívar y San
Martín que movilizaron la Fuerza Armada (el pueblo), para libertar
naciones. Esa es nuestra tradición. Lamentablemente esa Fuerza Armada
olvidó la estirpe libertadora de su origen, retrocedió a la raíz colonial
y desde que se constituyó el Estado nacido de la Independencia, ha sido
instrumento despótico para subyugar a las mayorías. Nuestra historia
republicana está saturada de sátrapas y caudillos sostenidos por la Fuerza
Armada al servicio de la minoría claudicante.
Resulta muy significativo descubrir que en el seno de nuestra Fuerza
Armada hay una discusión ideológica: entre una fuerza ultrarepresiva al
servicio de la oligarquía (27 de febrero de 1989), y una Fuerza de
vanguardia al lado de las mayorías nacionales (13 de abril del 2002). He
ahí el meollo del problema. Una Fuerza Armada que rescata su estirpe
bolivariana de lucha al lado de la mayoría nacional (80%), el pueblo de
obreros, campesinos pobres, intelectuales progresistas dispuestos a romper
con el pasado de dominio y sumisión.
El resultado de esta discusión ideológica en el seno de nuestra Fuerza
Armada, como consecuencia de los sucesos sangrientos del 27 de febrero de
1989, es un aporte importante para decidir el futuro. Si la Fuerza Armada
se constituye en vanguardia junto a las mayorías nacionales ¡ Habrá paz!
Pero, si toma el camino de la soberbia (plaza Altamira), tendría que
asumir la vía de la violencia y la represión contra esas mayorías.
¡ He ahí el gran dilema nacional!
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