Heurística y Hermenéutica


Conversando con un psiquiatra amigo, me enteré de que los riesgos profesionales del periodista, en lo que se refiere a la salud mental, son el vacío existencial, la incapacidad de sostener relaciones familiares estables, el alcoholismo y la paranoia. La explicación coincidía con mis experiencias personales como comunicador social. He trabajado en medios desde los 18 años y he observado cualquier cantidad de colegas alcohólicos, solitarios (o desorientados sexualmente), neuróticos y paranoicos. Alguna vez he rozado esas patologías que son riesgo laboral según la Organización Panamericana de la Salud.

Ser periodista es vivir la ilusión de un protagonismo que puede llegar a distorsionar la percepción de la propia realidad. Es muy común entre los colegas la impresión de ser manipulados o usados por jefes, empresas y fuentes; especialmente en ámbitos donde los actores se sirven efectivamente del escenario mediático para adquirir influencia. Por antonomasia, ese es el caso de la fuente política. Por eso se desarrolla en el periodista una actitud ambivalente hacia el político: de un lado, una pérdida total del respeto, no sólo porque ve “de cerca” las astucias y bajezas propias del día a día de la actividad política (el sirviente de Napoleón no entendía la grandeza del personaje); sino también porque hay la impresión de que el origen de la importancia del líder es el propio periodista. Por otro lado, el periodista actúa como si fuera amigo, compañero, ayudante en la supuesta misión con que se inflan los políticos a veces. Por eso recibe regalos de las más variadas proporciones. Eso, como dijimos, es a veces, porque otras veces el colega da rienda suelta a su desprecio y pone de moda esa variante del (o, más a menudo, la) periodista malcriada. Porque la malacrianza se ha alabado como agudeza y audacia.

El periodista tiene dificultades para manejar la distancia ante los hechos. Está demasiado cerca y por eso oscila entre sentirse directamente involucrado, o sentir un profundo tedio ante ciertos eventos. Colegas hay que me han confesado que cuando cubren determinados foros o conferencias apenas si escuchan una o dos oraciones aisladas del ponente, que le basten para “matar” unas cuartillas. Así mismo, hay comunicadores que se proponen ocasionar acontecimientos determinados, “fregar” a alguien que les cae mal o, simplemente, joder un rato. Pero la distorsión de la realidad es mayor cuando el periodista se asume como el emblema de la empresa comunicadora, o el máximo representante de un sector social o familiar (por ejemplo, la supuesta “valencianidad”). Entonces se permite ligerezas tendenciosas tales como convertir un simple rumor, producto de una noche de whiskys, en titular de primera plana; dar como un hecho lo que es la presunción de alguna encuesta de encargo; abrir con una exclamación, una acusación directa infundada o una consigna. Esto de la exageración podría pasar (con dificultad) en nuestra profesión, porque, al fin y al cabo, el lector tampoco es inocente, y ya sabe cuando el medio está escandalizando o mintiendo abiertamente; más en esta época y este país, donde los medios asumieron claramente la función de partidos políticos (como lo acaba de afirmar sobre nuestro país, el Centro Internacional de Periodismo de España). El lector ha aprendido, después de muchos años, a confrontar el tamaño, el color y la gramática de los titulares, con la almendra informativa que se encuentra, tal vez, en el tercer párrafo de la información. Ya hasta ese periodista exagerado, delirante, inventor de historias con cubanos, libios, colombianos, iraquíes, Al-Qaeda, etc. es motivo de hilaridad, como Marta Colomina y “Aló ciudadano”. El sensacionalismo crea adicción, igual que la adrenalina cuya producción estimula, de modo que hasta pudiera excusarse falazmente ese sensacionalismo tendencioso porque eso es lo que el público pide.

Pero cuando un historiador, que hasta presidente de Academia es, asume como propio el método sensacionalista, y “apuesta” a que hay cubanos en alguna parte, en el desfile, entre las armas, los guardaespaldas, en el público. Y compara el dominio colonial español con la presunta influencia de Cuba en el país, demostrando con ello ignorancia, estupidez, simples ganas de figuración ante un grupito que chilla ante estas historietas de terror, no se puede menos que apelar a ciertas notas de profesor y científico social y recordar a la heurística y la hermenéutica. No, no son dos tías solteronas. Son dos artes o habilidades imprescindibles en las labores del periodista y del científico (incluido el historiador). La heurística es el arte de descubrir, de averiguar, es un conjunto de criterios para buscar y seleccionar fuentes e información. La hermenéutica es el arte de intepretar, de encontrarle sentido a cada elemento del texto o acontecimiento, incluso a sus rasgos contradictorios. Tanto el periodista como el científico, debieran cuidar ambos aspectos. Digo, para no terminar queriendo tumbar a Popy en lugar de a Chávez. Para ser el rey de los payasos, claro.


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Jesús Puerta


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