Venezuela ha experimentado un crecimiento bastante rápido después de haber tocado fondo en la recesión de 2003, llegando a crecer a un ritmo del 10,3 por ciento en 2006. La opinión más generalizada sobre la expansión económica actual del país es que se trata de una gran “bonanza petrolera” estimulada, como en el pasado, por los altos precios del crudo, y que va en camino a la “bancarrota”. Se cree que este futuro colapso económico será el resultado de la caída que en algún momento tendrán los precios del petróleo, o de una mala gestión del gobierno en materia de política económica.
Existe gran cantidad de evidencia contraria a esas conclusiones. El crecimiento económico de Venezuela sufrió un grave derrumbe en las décadas de 1980 y 1990, después del pico de su Producto Interno Bruto (PIB) real en 1977. En ese sentido, su situación es similar a la de la región en su conjunto, que desde 1980 ha registrado el peor desempeño de largo plazo en materia de crecimiento económico en más de un siglo. Hugo Chávez Frías fue electo en 1998 y asumió la presidencia del país en 1999, y los primeros cuatro años de su administración estuvieron signados por una gran inestabilidad política que afectó muy adversamente la economía (ver Gráfico 2). Esto culminó con un golpe de Estado militar que derrocó transitoriamente al gobierno constitucional en abril de 2002, y fue seguido por una devastadora huelga petrolera que se extendió desde diciembre de 2002 hasta febrero de 2003. La huelga petrolera precipitó al país a una severa recesión económica, en el curso de la cual Venezuela perdió el 24 por ciento de su PIB.
Pero esta situación política comenzó a estabilizarse en el segundo trimestre de 2003, y ha seguido estabilizándose en todo el período actual de expansión económica. La economía ha tenido un crecimiento continuo y acelerado desde el inicio de la estabilización política. El PIB real (es decir, corregido por los efectos de la inflación) ha crecido un 76 por ciento desde el punto más bajo de la recesión en 2003. Es probable que las políticas fiscales y monetarias expansionistas, así como los controles sobre el tipo de cambio aplicados por el gobierno, hayan contribuido a este auge económico presente. El gasto del gobierno central se incrementó del 21,4 por ciento del PIB en 1998 al 30 por ciento del PIB en 2006. Las tasas reales de interés a corto plazo han sido negativas durante todo o prácticamente todo el período de recuperación económica (dependiendo del indicador –ver Gráfico 4).
Los ingresos del gobierno aumentaron aún más rápido que el gasto en ese período, pasando de 17,4 por ciento del PIB a 30 por ciento del PIB en el mismo período, dejando al gobierno central con un presupuesto equilibrado para 2006. El gobierno ha planificado en base a previsiones conservadoras respecto de los precios del petróleo: por ejemplo, para 2007, los planes presupuestales previeron un precio de US$29 por barril de crudo, que es un 52 por ciento menos que el precio promedio de US$60,20 por barril al que se vendió el crudo venezolano el año anterior. En general, el gobierno ha excedido el gasto respecto de lo planificado ya que los precios del petróleo han sido más altos que lo presupuestado, pero si los precios del crudo caen es posible que el gasto público también se contraiga.
Sin embargo, Venezuela tiene un gran colchón de reservas al cual puede recurrir, en caso de una caída en el precio del petróleo que comenzara a menguar sus finanzas. Una caída de los precios del petróleo del 20 por ciento o más podría absorberse con las reservas internacionales oficiales, que hoy ascienden a unos US$25.200 millones y son suficientes para cancelar casi toda la deuda externa del país. Esta cifra no incluye otras cuentas del Estado venezolano en el exterior, que se estima sumarían de US$14 a US$19 mil millones más. Con una deuda externa relativamente chica (14,6 por ciento de su PIB), el gobierno podría incluso acceder a los mercados de crédito internacionales en caso de una caída en el precio del petróleo. Por otra parte, no parece muy probable que en el futuro cercano se vayan a derrumbar los precios del crudo. El pronóstico de corto plazo publicado el 10 de julio por la Agencia de Información sobre Energía de Estados Unidos (US Energy Information Agency) prevé precios del petróleo de US$65,56 por barril para 2007 y US$66,92 para 2008. Aparentemente, el riesgo de cambios bruscos imprevistos en la oferta es, más que nada –especialmente en el volátil Medio Oriente- que ésta se contraiga acarreando un aumento de los precios, no su caída.
El gobierno de Chávez ha incrementado muy significativamente el gasto social, tanto en salud como alimentación y educación. El contraste más agudo es en el área de la atención de la salud. Por ejemplo, en 1998 había 1.628 médicos ejerciendo la atención primaria de una población de 23,4 millones de personas. Hoy hay 19.571 para una población de 27 millones. El gobierno venezolano también ha ampliado enormemente el acceso a los alimentos subsidiados. En 2006, hubo 15.726 establecimientos en todo el país que comercializaron alimentos a precios subsidiados (posibilitando un ahorro promedio de 27% y 39% en comparación con los precios de mercado de 2005 y 2006 respectivamente).
El gasto social del gobierno central creció exponencialmente, pasando de 8,2 por ciento del PIB en 1998 a 13,6 por ciento en 2006. Ver Cuadro 2 . En términos reales (corregido por efectos inflacionarios), el gasto social por persona aumentó en 170 por ciento en el período 1998-2006. Pero eso no incluye el gasto social realizado por la empresa estatal venezolana, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), que ascendió al 7,3 por ciento del PIB en 2006. Si lo incluimos, el gasto social representó el 20,9 por ciento del PIB en 2006, lo que constituye al menos un 314 por ciento más que en 1998 (en términos de gasto social real por persona).
El índice de pobreza disminuyó rápidamente, pasando del valor pico de 55,1 por ciento en 2003 al 30,4 por ciento en 2006 –como podía preverse, en vista del rápido crecimiento económico que se registró en los tres últimos años (ver Cuadro 3). Si comparamos el índice de pobreza antes de Chávez (43,9 por ciento) con el de fines de 2006 (30,4 por ciento), se advierte una caída del 31 por ciento en el índice de pobreza. Sin embargo, este índice no toma en cuenta el acceso ampliado a la salud y la educación que han experimentado los pobres. Las condiciones de vida de la población pobre, por lo tanto, han mejorado significativamente más que lo que indica la reducción sustancial de la pobreza reflejada en el índice oficial de pobreza, que solamente mide los ingresos monetarios efectivos. También ha caído sustancialmente el índice de desempleo, que descendió al 8,3 por ciento en junio de 2007, el nivel más bajo en más de una década, y comparado con el 15 por ciento en junio de 1999 y con el 18,4 por ciento en junio de 2003 (a la salida de la recesión). El empleo formal también ha repuntado significativamente desde 1998, pasando del 44,5 por ciento al 49,4 por ciento de la población económicamente activa
Los desafíos principales que enfrenta la economía giran en torno al tipo de cambio y la inflación. La moneda venezolana está bastante sobrevaluada. El gobierno es reacio a devaluar, debido a que eso aumentaría la inflación –que actualmente se sitúa en 19,3 por ciento, lo cual de por sí ya supera su meta. Dado que existen controles sobre el tipo de cambio y el gobierno cuenta con un gran superávit en la cuenta corriente (8 por ciento del PIB), no hay nada que pudiera obligar a una devaluación en el futuro cercano (como sí ocurrió, por ejemplo, cuando colapsaron las monedas en Argentina, Rusia y Brasil a fines de la década de 1990). Pero esto sí representa un problema a mediano plazo, ya que aunque la inflación esté estabilizada e incluso comience a bajar, el ritmo actual de inflación continuará apreciando el tipo de cambio real de la moneda venezolana (Bolívar). Esto hace que las importaciones resulten artificialmente baratas, y que las exportaciones no petroleras sean demasiado caras en los mercados mundiales, afectando al sector de bienes comerciables, tornándose potencialmente en una situación insostenible. Esto además dificulta sumamente la diversificación de la economía y la posibilidad de romper con su dependencia del petróleo.
La inflación, que hoy asciende al 19,4 por ciento, es en sí un problema, aunque es importante señalar que las tasas de inflación de dos dígitos en un país en desarrollo como Venezuela no son comparables con el mismo fenómeno trasladado a Europa o Estados Unidos. La inflación en Venezuela fue mucho mayor en los años previos al gobierno de Chávez, alcanzando tasas de 36 por ciento en 1998 y 100 por ciento en 1996. Ha caído a lo largo de la mayor parte de la actual fase de recuperación, pasando del 40 por ciento anual en febrero de 2003 (variación respecto al mismo mes del año anterior) –justo en el pico de la huelga petrolera—a 10,4 por ciento hace un año, antes de trepar nuevamente al índice actual (ver Gráfico 3). En los últimos tres meses parece haberse estabilizado en 19,4 por ciento.
Debido a su gran superávit en cuenta corriente, sus grandes reservas en moneda extranjera, y a que la deuda externa del país es pequeña, el gobierno dispone de diversas herramientas para estabilizar y reducir la inflación –así como para ajustar eventualmente la moneda- sin tener que sacrificar el crecimiento de la economía. Además de sus otras metas, todo parece indicar que el gobierno está decidido a mantener una tasa de crecimiento alta. Por lo tanto, hoy no hay señales que sugieran que la actual expansión económica esté por llegar a su fin en el futuro cercano.