Periodista independiente despedido de Notitarde de Carabobo

El corcho y la limonada



El corcho soy yo. La limonada, Notitarde. Y asumiendo el dicho popular, fue exactamente eso lo que ocurrió: después de varios años (¿10? ¿12?) de ser columnista semanal de este periódico del estado Carabobo, sin consulta ni aviso, mi espacio en la página de opinión fue ocupada por otros evidentemente más acordes con la línea política del diario. Todo un ejemplo de libertad de expresión basada en la propiedad privada (con intereses políticos) sobre los medios. Nada dramático en realidad, si consideramos la precariedad laboral de los periodistas, el irrespeto sistemático de los medios hacia el gremio, el ambiente de persecusión interna que se vive en las redacciones de los medios y los despidos masivos que se producen cada tantos meses en las empresas de comunicación. Nada comparado, incluso, con el trato a José Domingo Blanco o a los periodistas de Venevisión, Luís Alfonso Fernández y Del Valle Canelón, por reconocer las marramucias con el video de Puente Llaguno.

Se veía venir. Ya resultaba sospechoso para muchos amigos la pesistencia de mi columna en ese contexto editorial. Mi columna “aguantó” la campaña del 97-98, en la cual el periódico abiertamente le hizo propaganda a Salas Romer; durante el proceso constituyente, cuando expresé mis críticas a la oposición, pero también mis reservas hacia el proyecto y los candidatos del chavecismo, mientras el diario asumía la campaña de “sus” candidatos a la Asamblea Constituyente; cuando fuí miembro de la “asambleílla”, vapuleada por los titulares y la singular jerarquización de la información política del periódico; también durante ese camino de creciente confrontación que culminó en el paro del 10 de diciembre de 2001 y, por supuesto, el 11 de abril de 2002 y el paro de diciembre 2002 y enero 2003; eventos todos en los cuales Notitarde se convirtió practicamente en un pasquín propagandístico de la subversión y el golpismo, el peor período del periodismo moderno venezolano, cuando se parcializó, se sesgó, se omitió y se manipuló abierta y desembozadamente la actividad comunicativa.

¿Cómo sobrevivía mi columna allí? En esos tiempos recibía expresiones de apoyo de mucha gente, que limitaba la compra de Notitarde a los viernes, día en que aparecían mis dos cuartillas. Es posible que privara algún aprecio personal del director. Ello no impidió que en dos o tres ocasiones la columna saliera de circulación por razones diversas. A veces muy tontas o intrascendentes. Alguna broma no entendida por una susceptibilidad incrementada por la conjunción de los astros o de los whiskyes. Otras veces sí influyeron razones propiamente políticas. No estoy claro si el 12 de abril circuló mi columna. Ese día compré Notitarde y no estaba; pero sé de lectores que la leyeron y la comentaron. Es posible que el periódico haya sacado varias ediciones, o que la columna haya salido únicamente en Puerto Cabello, donde, como se sabe, circula una edición más temprana. Llama la atención que el martes 16 de abril siguiente, en el “Querrequerre”, el caricaturista oficial se haya referido al “Aún está ahí” que titulaba mi artículo del día en que Carmona Estanga cumplió sus sueños despóticos. El primer párrafo, escrito dos días antes de la cómica carmónica, había sido casi nostradamesca por lo visionaria: “este es uno de los cuentos fantásticos más pequeños jamás escritos (...) podemos resumirla más todavía para expresar lo que se consiguieron los venezolanos, antis y “chavistas”, en la mañana de hoy: “Aún está ahí”.

La columna permaneció durante casi todo el paro cínico. Un día recibí la voz tosca y raspante del director reclamando que me había metido con unos amigos del dueño del periódico, amigo de Salas y beneficiario de algunos negocios con la gobernación. El castigo fue de antología: el viernes siguiente ubicaron en “mi” espacio un artículo del propio Pedro Carmona Estanga. Los “amigos del dueño” a los que se refería Odriozola era un grupo de ricos a quienes yo señalaba como financistas del notorio Isaac Pérez Recao y de toda la conspiración que culminó el 11 de abril. Era como lógico que Ricardo Degwitz se molestara. No era para eso que poseía un periódico. Además, Notitarde desde que lo inició Jiménez Márquez, había sido un periódico utilizado abiertamente para conseguir objetivos y beneficios políticos. Su primer dueño obtuvo curules para él, familiares y amigos, gracias al diario. O sea, que la tradición de instrumento político viene “de atrás”. Superado el “percance”, apareció de nuevo la columna. Pero algo ya pistoneaba. Y era lógico. De pronto salía, de repente no. Se perdía en algún recoveco de los correos electrónicos. No llegaba a la redacción. Hasta que alfin me enteré indirectamente de la decisión. No hubo esta vez llamada. Ni siquiera la oportunidad para una aclaratoria. Nada. Out.

Confieso que me siento aliviado. No era cómodo para mí, ni para ellos, esa “cohabitación” en las mismas páginas. Un periódico que ostentaba diariamente lo peor de un sensacionalismo políticamente instrumentalizado, abiertamente propagandístico, antiético; sistemático instrumento de todas las campañas de difamaciones; que acusó y condenó a Chávez de las muertes de Altamira, sin confirmación ni pista alguna (remember titular “¡ASESINO!”, del 7 de diciembre); que titulaba con consignas (“¡paro!¡paro!¡paro!”) asumiendo el rol de simple pasquín de agitación; que convertía rumores en noticia; que “inventaba” cualquier cosa dentro de la campaña golpista subversiva; que aseguraba la presencia de cubanos en la marcha del 24 de junio; que alborotó con la supuesta “mala praxis” de los médicos cubanos, etc. no podía ser el diario donde aparecía mi columna. Esto, sin mencionar el despido masivo del 14 de abril y el doblemente pesado ambiente de la redacción, con un director ahora fanatizado y más neurótico que nunca. Definitivamente, Chávez los tiene locos. Lectores hay que me han preguntado dónde ahora me leen. Qué satisfacción. Siempre se abren puertas. Y más en este proceso tan lleno de creatividad.







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Jesús Puerta


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