Quizas la mejor manera de entender a la inefable
oposicion, sea la de someterla a un ejercicio comparativo con la obra
teatral de Bertolt Brecht: en lo atinente al susodicho revocatorio, los
actores (los golpistas) presentan a su personaje (el referendum) sin
confundirse con él: teatro épico, que proporciona un efecto de
distanciamiento entre el actor y lo actuado. Una suerte de limbo, donde
ahora se ubica la oposición. Los espectadores (el pueblo bolivariano) según
la concepción brechtiana, le aplica a esta tragicomedia, la mirada crítica
que suele aplicarle a la realidad cotidiana: el revocatorio es un recurso
consagrado en la constitución a la que ellos (los golpistas) le dijeron "No"
en la consulta aprobatoria.
Acostumbrados como estan a chimbear hasta la
partida de nacimiento de sus mamarrachos, los actores (ya ustedes saben
quienes son) han trazado un círculo de tiza dentro del cual sólo vale su
palabra. dentro de esa circunferencia de polvo muy volátil estan las tres
millones de firmas, recabadas por SUMATE (no me pregunten quienes son los
dueños de ese infundio porque creo que ustedes lo saben). Esas cacareadas
rúbricas estan más trampeadas que una versión china del "Guzmán de
Alfarache". Ahora del trazado oval, ellos quieren colocar a su amiguito
Teodoro como presidente de un CNE golpista que valide, primero las firmas
y después declare ganador (en una hipotética contienda referendaria) a la
opción que haya sacado menos votos, o sea los medios de incomunicación.
Creo que Ionesco y Kafka, los dos grandes del absurdo, se cagarían de
guapos, se les pondrían los cojones como simples metras, anta la capacidad de
inventiva para el fraude y para la mentira sistemática de los maestros de la
politequería de la insepulta cuarta República.
Es difícil conseguir a alguien que ignore algo que ya es evidente como el sol: LA OPOSICION NO QUIERE REFERENDUM. Bien saben que llegarían detras de la ambulancia. De aquí para allá lo que le queda es intentar cualquier marramucia,
en lo que si son expertos e insuperables
Eduardo Mármol