Afirmé en mi artículo anterior, que este domingo se vestiría de rojo. Algunos creían que me había equivocado de fecha y agradezco sus correos haciéndome la observación. Pero ¿Quién puede negarme, este domingo repleto de ese rojo esperanza? ¿Quién no se siente hoy participante del poder popular? Esto solo pasa cuando sentimos que la felicidad nos embriaga y nos encontramos al día siguiente, bien temprano, buscando un marroncito y el fresquito matutino que solo se percibe en las victorias contundentes… ¡Que arrecho es mi pueblo! Se fueron de punta a punta, se expandieron por las calles y avenidas adyacentes, se llenó de música, de fervor, de entusiasmo revolucionario y la Avenida Bolívar se rindió ante la evidente poca capacidad para futuras convocatorias… La alegría, el desparpajo, la sensualidad y ese barrio que es solidaridad, fiesta y un desorden disciplinado, arremete nuevamente contra la mentira y los planes de una oposición que terminó sus días en la Avenida Libertador. Se equivocaron quienes creen que esta masa insurgente no tiene su propio orden de lucha. Allí bailaron la desdicha de los que quisieron asesinar sus esperanzas. Allí se embriagaron de lucha revolucionaria, una masa en movimiento, en consignas, en alerta a cualquier avance fascista. Ayer hubo un referendo real que sorprende por su capacidad de avance y compromete a quienes tienen el deber de responderle al pueblo… El Comandante flotaba en medio de esa masa roja, amante leal del proceso revolucionario y columna vertebral de una lucha que consolida la dignidad… Bailando y alertas, cantando y alertas, aplaudiendo y alertas, gritando, aupando, empujando, pariendo al nuevo hombre y alertas… Las palabras mágicas pronunciadas por el Comandante, rebotaron en ese espejo popular. Resistencia, advertencia a los fascistas… ¡Atrévanse, coño!... ¡Tiren otro golpe de estado!... El próximo 13 de Abril, si asomaran la cabeza los golpistas, no encontrarán a un pueblo desarmado. No solo es una advertencia del Comandante. Es, con seguridad, lo que ayer se vio plasmado en ese pueblo que llenó la Avenida Bolívar.
Tomando mi marroncito recordé que la oposición llegó al día 21 desmoralizada, muerta y enterrada. Ni el cura Calderón les queda para reeditar propuestas golpistas. Sus cabecillas disfrutando el dorado exilio e inventando nuevas fechas milagrosas que seguirán convirtiéndose en flores para una tumba a la que no le acaban de colocar su lápida… Pasones y malos ratones provocados por la mentira elaborada y siempre descubierta de las Cuatro Putas del Apocalipsis; Jineteras es una expresión suave y estos no merecen indulgencia. Pero, hoy 24 de Agosto, mi pueblo amaneció rojo de amor; borracho de felicidad y con la verdad estampada en su rostro. Allá las Putas y sus Medios; allá las Putas y sus números; allá las Putas y su reconcomio… Allá la Putas y su lengua… Allá las Putas y sus chulos que no se silencian para terminar con los cuatro micrófonos desconociendo los resultados de un referendo natural… Allá ellos que perdieron la conexión maravillosa con este pueblo que se levanta y busca su libertad plena. ¡No volverán, carajo! ¡No volverán! Esa marea roja que se extiende por los barrios, por los pueblos, por el campo, por las montañas, por este país que hoy es ejemplo de lucha, se repite una y otra vez que ¡No Volverán! A esta fiesta no están invitados los golpistas, ni los traidores, ni los vagabundos, ni los corruptos, ni la basura que se regodea con la gusanera… Esta fiesta es popular; es de los descalzos; de los que aman a su país; fiesta de los dignos, hijos de Simón, el respeto y la revolución. Es muestra de la solidaridad y propiedad exclusiva del pueblo bolivariano.
Me fui a tomar mi marroncito en Las Delicias, Maracay. Mi felicidad es sospechosa en estos predios y la amargura que se respiraba allí, es color para mis ojos y música para mis oídos. “Ciento cincuenta mil…” – dijo uno. Otro bajó la cabeza ante este desatino. Pero, siempre hay uno que les arruina la mentira con su pesimismo – “Mira, Francesco… dejemos esa mierda. Tenemos a Chávez pa’ rato…” – No hubo respuesta y tres pastelitos provocaron una indigestión repentina. Solo mi sonrisa estaba equivocada de lugar. Y mira que más de un peo ha provocado esta sonrisa socarrona. Salí y respiré profundo… ¡Coño, que bella se ve mi Venezuela hoy!