Las actuaciones de algunos grupos que adversan al Gobierno Nacional, evidencian a todas luces una idea fija, una obsesión, ¡salir de Chávez!, reduciendo a ese solo hecho toda la situación y el destino del país. Es insólito insistir en el cambio de presidente en un país en el cual cada quinquenio más o menos, se produce ese cambio sin mayores contratiempos ni traumas. ¿Qué incidencia puede tener tal cambio, que provoca esa angustia en quienes lo impulsan? ¿Qué lograrán esos grupos con la salida del Presidente Chávez? Resumiendo, salir de Chávez, ¿para qué?
Llegar al gobierno no es algo nuevo ni desconocido, esa ambición ha sido y es el norte de los integrantes de diferentes grupos y la de los partidos políticos, hoy y en el pasado. Llegar al gobierno no es el motivo en sí, sino lo que tal cambio significa: hacerse del poder para manejar, de acuerdo a su orientación ideológica, política y económica, las instituciones del Estado. Es aquí, en el manejo de las Instituciones públicas donde se abren dos opciones, ¿gobernar para quién?, para las mayorías históricamente excluidas o para las minorías priviligiadas, ese es el meollo del asunto.
La cruda realidad de pobreza y dependencia de América Latina muestra los resultados del desastre realizado por los sectores dirigentes que ocuparon los gobiernos de los países del continente y cuál fue la opción escogida para ello. Las causas que generan esa realidad hunden sus raíces en el tiempo, al inicio de la vida independiente de estas naciones.
La larga y cruenta lucha independentista proporcionó no sólo la emancipación política sino también logró romper las cadenas coloniales de la sujeción económica, brindando con ello a los sectores dirigentes una oportunidad de oro para construir un futuro floreciente para las nacientes naciones, y sin embargo no lo hicieron.
Desde la época colonial, salvo escasas y honrosas excepciones, los gobiernos del continente han estado al servicio de las élites económicas internas ligadas a los poderosos sectores económicos extranjeros. Son esos sectores privilegiados los que han formado a las élites políticas y son ellas las que llevan a los representantes de las éstas a ocupar el poder, bajo la condición de que gobiernen de acuerdo a sus directrices. Son estos grupos los que han puesto y quitado gobiernos, los pueblos NO HAN ELEGIDO sino aceptado lo que ellos les han dado a aceptar, y los pueblos no han tenido mayor control sobre sus decisiones.
Cuando los pueblos promueven a un candidato que no pertenece a las elites políticas, las elites económicas usan mil artimañas para tratar de impedir su elección; si no lo logran, y de todas maneras ese candidato es elegido por el pueblo, tratan de comprarlo, y si éste no se vende crean las condiciones para derribarlo. Eso explica los casos de los gobernantes que han traicionado a su pueblo y la corta vida de los gobiernos que han tratado de favorecer a las mayorías. En esta última categoría se inscribe el triunfo del Presidente Chávez, pues él no pertenece al grupo de los privilegiados, tampoco se vendió, gobierna para las mayorías excluidas, no obedece las directrices del poder económico nacional e internacional sobre todo, por lo tanto, para estas elites no existe alternativa, y quieren derribarlo a como de lugar.
El problema que se presenta en la actualidad es que la voracidad de las grandes corporaciones ha crecido, ya no les bastan las ganancias obtenidas por la explotación de los recursos naturales: hoy lo quieren todo, por eso les ordenaron a sus socios menores en el continente deteriorar las industrias básicas, el sistema de salud y de educación, asumidos por ellos no como derechos, sino como servicios mercantiles negociables que deben ser PRIVATIZADOS, para obtener de ellos también cuantiosas ganancias. Así gozarán de estos derechos sólo quienes puedan pagarlos.
Así se ha escrito la historia de América Latina. El amplio horizonte abierto por sus Libertadores se fue estrechando paulatinamente, pues tales elites buscaron sacrificar primero la independencia económica, y hoy se corre el riesgo de perder el espacio que queda en el ámbito político si es suscrito el ALCA = Área de Libre Comercio de las Américas, prevista como una “zona”, un “territorio”, en el cual las mercancías podrán “supuestamente” entrar y salir sin trabas (solamente de mercancías, pues el tratado no incluye el libre tránsito de personas). Lo más llamativo es que se denomine de “LIBRE”, ya se verá porque.
El ALCA es aparentemente un simple e inocente tratado de “libre” comercio que pretende una “integración” comercial, pues no incluye una unión aduanera, ni se acerca siquiera a un mercado común. El peligro de esta propuesta está en el alcance de los “términos” que se suscriben, por la orientación neoliberal que tienen los mismos. Es conveniente recordar que en el pensamiento neoliberal todos los criterios organizadores de la sociedad, es decir lo político, lo social, lo cultural, quedan supeditados a la hegemonía del principio plítico-económico del libre mercado. Eso significa que el Estado no podrá planificar ni definir cómo invertir el dinero de todos las y los venezolanos, en servicios públicos como la salud, el agua, o la educación, ni en la producción agrícola, ni en apoyo a pequeños empresarios o cooperativas, etc, asuntos que atañen directamente a la sobrevivencia, bienestar y desarrollo de mejores condiciones de vida.
Los “términos” del ALCA traen implícitos una visión, que es presentada como “la” visión, la única posible a seguir, es decir, el campo ideológico también queda delimitado. Igual cosa ocurre con el ámbito jurídico, porque los “términos” acordados tras su firma estarán por encima de cualquier otra norma constitucional para que prevalezcan las disposiciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esto hace que el ámbito de maniobra de los Estados sea casi nula: los Estados se transforman en un “cascarón vacío” de poder, porque su obligación pasaría a ser “correr por la autopista del neoliberalismo”, cuyo rumbo sigue un solo sentido y está sujeta a los márgenes previamente determinados por las corporaciones.
El ALCA, aunque es presentado como la “ALTERNATIVA” para las Américas, si no es firmada en conjunto por los gobiernos del continente ya tiene otra variable preparada: la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con cada uno de los países, como el suscrito por México, que entró en vigencia el 1° de enero de 1994 y ahora recientemente por Chile. El TLC contempla los mismos términos que el ALCA, en el fondo es un “ALCA bilateral”.
Suscribir cualquiera de estas dos fórmulas significa perder totalmente el control público sobre lo poco que queda y que es del pueblo: la regulación de algunas variables económicas, el petróleo, el agua, la biodiversidad. Es perder también la posibilidad de intercambio con otras zonas como Europa y Asia. Es entregar la exclusividad del intercambio económico a un solo “socio”, Estados Unidos, en claras condiciones de inferioridad, por la gran diferencia que existe entre ese Estado y cualquiera de los demás ubicados al sur del Río Bravo. Significa encadenarse definitivamente, volver a ser Colonia, lanzar por la borda la gesta emancipadora, retroceder doscientos años, con el agravante de que esta vez no se tendría la opción de sacudirse el yugo colonial, porque “las cadenas las aceptarían voluntariamente” los Estados firmantes.
En estos momentos, cruciales para el destino de América Latina y el Caribe, una alternativa se encuentra en las enseñanzas del Libertador Simón Bolívar: la unión por la integración política y cultural. Por eso los historiadores comprometidos con las elites económicas y políticas redujeron la figura del Libertador y su legados trascendental a los libros y los altares, ocultando celosamente como un sueño “irrealizable” su más caro anhelo: La unidad de los pueblos del continente.
Al revisar su correspondencia y sus discursos se puede descubrir a Simón Bolívar como “un hombre de su tiempo y del futuro”; de su tiempo porque supo estar a la altura del compromiso que le exigió el momento que le correspondió vivir y del futuro porque avizoró con sorprendente claridad, qué debía hacerse para alcanzar el bienestar de los pueblos del continente, los peligros que se cernían sobre su futuro, advirtiendo de las consecuencias que se derivarían de no acometer las responsabilidades derivadas de esa visión.
Hoy, como hace casi doscientos años, los países del Continente tienen una salida: ¡UNIRSE! Sólo unidos podrán enfrentar el peligro de caer nuevamente en las garras del colonialismo.
Por esa razón un movimiento que proclame las ideas Bolivarianas de la Integración y de gobernar buscando otorgar “la mayor suma de felicidad” para sus pueblos, es “peligroso” porque atenta contra la ambición de seguir obteniendo la “gotera” de las ganancias que buscan las elites internas y el “chorro” que persiguen los sectores externos que propician la explotación de los recursos naturales y la venta de los servicios básicos de salud y educación, entre otros.
Todo lo expuesto, permite afirmar que los grupos reaccionarios que buscan la salida del Presidente Hugo Chávez, no lo hacen simplemente por cambiar de presidente. NO, ellos buscan volver a manejar las instituciones del Estado para seguir obteniendo riquezas para ellos y sus socios de fuera.
Los hechos del fallido golpe de Estado del 11 de Abril demuestran que no solo tales elites buscan ¡salir de Chávez!, es también ¡salir de Bolívar!, por eso retiraron su retrato del Palacio de Miraflores y el primer decreto de la dictadura usurpadora de Pedro Carmona Estanga fue quitar el nombre de “Bolivariana” a la República, y fundamentalmente ¡salir de la Constitución!, aprobada por la mayoría en referendo, porque en ella está recogida la riqueza del pensamiento del Libertador Simón Bolívar y los aportes creativos del pueblo soberano de Venezuela.
¡Salir de Chávez! sería el primer paso de su estrategia antidemocrática y neoloiberal...