El Presidente Riva Agüero ha escrito al Libertador recabando su auxilio y envía al General Portocarrero como embajador del Perú y le pide al Libertador que envíe un ejército para acabar con los españoles. Bolívar le dice está bien, General Portocarrero... Os prestaremos ayuda... Mis tropas arrojaran a los españoles y retornaran al país apenas hayamos expulsado al último de los tiranos. Colombia, a diferencia de las calumnias que le imputaron los diarios limeños, no ambicionamos un solo grano del suelo peruano. “No somos conquistadores, sino libertadores”.
El Libertador llegó al Perú por vía marítima. En apariencia atendía al reclamo de su Presidente Riva Agüero; pero con los ojos puestos en el Callao, a pocos kilómetros de Lima; esperando que los veinte mil veteranos españoles a bordo de una flota Rusa desembarcaran en el Puerto Fortaleza. El Libertador desde la proa observa la costa peruana y dice esta frase: (La riqueza de esta tierra ha sido su grandeza y su maldición). Una delegación de notables peruanos, presidida por Antonio José de Sucre, sube a la nao capitana a presentarle sus parabienes al Padre de la Patria, quien en un momento dado le dice a los notables: “Pueden contar conmigo, sólo si se alejan de sus malas practicas e introducen reformas en todas las ramas del gobierno donde aparece la venalidad y la decadencia”. Sucre le comenta, Riva Agüero ha sido depuesto hace poco por el Parlamento, quien ha elegido en su ligar al Marqués de Torre Tagle, uno de los representantes de la nobleza limeña; que por lo que he averiguado, además de aspirar secretamente a erigirse Rey del Perú, no quiere a los venezolanos y en particular a vos. Es muy fatuo y vanidoso. Aquí, nadie obedece a nadie: Hay cuatro ejércitos con su propio jefe: El peruano, el chileno, el argentino y el grancolombiano. La mayor parte del pueblo y de la aristocracia no quiere la Independencia. Por eso no os sorprendáis de las componendas y relaciones que tienen con España y con sus agentes. El General San Martín liberó apenas la costa; pero el ejército español está intacto y poderoso en la sierra esperando la mejor oportunidad para caer sobre nosotros.
El Libertador hace su entrada triunfal en Lima. El nuevo Presidente Marqués de Torre Tagle, luego de darle un ampuloso saludo de bienvenida, termina con esta frase: (Y a nombre de la Asamblea Nacional os confiero el rango de General en Jefe de todos los ejércitos libertadores acantonados en el Perú, con todas las atribuciones y facultades que consideréis necesarias para la Victoria Definitiva.
El Libertador, totalmente recuperado de las fiebres que lo asaltaron en Pativilca y de la depresión que lo acongojó por la pérdida del Callao y la traición de Torre Tagle; el General Antonio José de Sucre le informa: Buenas noticias, Libertador. Páez tomó Puerto Cabello y Santander logró del Congreso el permiso necesario para enviaros más tropas. ¡Viva! Ahora sí salimos de abajo, Antoñito. Voy a hacer un nuevo Estado sobre las ruinas de la soberanía peruana, Estoy resuelto a no dejar nada por hacer. La guerra vive del despotismo y no se libra por el favor de Dios. Seamos terribles e inflexibles. Disciplinemos nuestras fuerzas. Si no hay Cañones habrá Lanzas. Si no hay Dinero para pagar a las tropas, que se funda el Oro y la Plata de las Iglesias. Todo Vale si al final está la Libertad. Tal como lo prometió, hizo de la Nada un gran Ejército. El general irlandés Muller, la primera vez que lo vio desfilar, dijo: Yo no sé Libertador de donde sacó tanto dinero para equipar un Gran Ejército en un país Empobrecido. Le aseguro que si pudiera Desfilar por St. James Park llamaría la atención... ¿Qué espera para atacar? La oportunidad. ¿Y cual es esa oportunidad, Libertador? No se olvide general Muller, que el Perú es la tierra de las Escisiones. Es el país de Atahualpa luchando a muerte contra su hermano Huáscar; de Pizarro contra su socio Almagro, de Riva Agüero y de Torre Tagle. Sobre este país pesa la maldición del Cisma y la Ambición.
General Sucre... Diga usted Libertador... La oportunidad que yo esperaba se ha presentado. El general español Pedro Olañeta y su ejército de cuatro mil hombres desconoce la autoridad del Virrey. Por mucho tiempo Olañeta ha gobernado el alto Perú y resiente la autoridad de la Serna. Ya el Virrey no tiene doce mil soldados, como tenía antes, sino apenas ocho mil, que luchan ahora contra los otros cuatro. ¡Llegó la hora!
El Ejército Libertador compuesto de seis mil grancolombianos y cuatro mil peruanos se pone en marcha hacia el sur. En Junín, el 6 de agosto de 1824, chocan ambos ejércitos. No se disparó un sólo tiro. La lucha es a Espada, Lanza y Machete. Junín se convierte en una gran Victoria para el Libertador. El héroe chileno Bernardo O’Higgins ha cruzado las cordilleras para acompañar al Padre de la Patria en aquel decisivo encuentro.
CANTO A JUNIN (De Olmedo)
El trueno horrendo que en fragor revienta.
Y sordo retumbando se dilata.
Por la inflamada esfera.
Al Dios anuncia que en el cielo impera.
Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta.
La hispana muchedumbre
Que, más feroz que nunca, amenazaba,
a sangre y fuego, eterna servidumbre...
Y el canto de victoria
Que ecos mil discurre, ensordeciendo
el hondo valle y enriscada cumbre
proclama a Bolívar en la tierra..
Árbitro de la paz y de la guerra.
“Debemos ver a Bolívar no como difunto, sino como el héroe que renace para el triunfo
permanente y cuya apoteosis ahoga la misma voz de la muerte”.