Amor incontrolable por mi pueblo…

Barrio Adentro (Parte I)

Nota de Aporrea: Este cuento forma parte de una investigación del plan Barrio Adentro en José Félix Ribas de Petare...

“¡Epa, Doctora!” – Pedro llama a Zoraida con una sonrisa encantadora. Me extraña el título. Zoraida es trabajadora social y nota mi sorpresa. “No hay forma que me quite lo de doctora” – me aclara con el rubor preñando esa cara morena. Zoraida es una de esas raras formas revolucionarias que no miden el riesgo. Hoy la acompaño y siento que transmite esa seguridad que los extraños no tenemos en José Félix Ribas. La hermosura de ese panal de abejas en Petare, especie de anarquía controlada por miles de manos obreras, parte del amor que se expande en esta revolución que solo perciben íntegramente quienes han cargado más de cuarenta años de injusticias. Ese doctora es un reconocimiento a la atención prestada por quienes creen en cambios reales y se ganaron a pulso el respeto de quienes hoy están alados de esperanza. Zoraida me ayuda a conocerla y temo por esa ingenuidad que me hace sufrir mis propios desencantos. Los revolucionarios reales están cayéndose a coñazos con la base; padecen la orgía de algunos líderes de cartel y sin embargo, aunque algunos no crean en la moral que los levanta todos los días de la cama, sueñan ¡Y como sueñan!...

Basta que Zoraida me presente a Pedro como uno de sus camaradas, para que esa sonrisa me convierta en uno más de los suyos. No basta un simple apretón de manos. Esta revolución nos hace espontáneos de un abrazo y ese cerro abraza mi sentido de patria. Lamento haber comenzado tarde en esta suerte de rabia testicular (¡Por bolas, pues!). Lamento haberme dejado vencer por el debe y el haber, estadísticas infames que me ocuparon la felicidad de mierda que solo se decide en juntas empresariales. Este abrazo no obedece a un hipócrita factor porcentual. Este abrazo, coño, obedece a razones concluyentes de solidaridad que son disfrutadas por los elegidos de un mundo real. Pedro obedece a un síntoma hermoso de solidaridad que llena un saco de esperanzas. Era taxista. Le jodieron el carro en un choque, pero ahora es baqueano de un médico cubano en José Félix Ribas. Cuanto ha visto que yo desearía haber visto. Cuantas veces habrá presenciado esa labor heroica de los médicos cubanos que no ha sido reconocida lo suficiente del cerro para afuera. Profesionales con más de cinco misiones internacionalistas, Nicaragua, Angola, Argentina, Paraguay, Guatemala y ahora Venezuela, por no mencionar a más de cuatro mil médicos cubanos cumpliendo fuera de su país labores humanitarias. Pedro sabe en que condiciones extremas han ingresado y le brillan los ojos cuando nos cuenta de esa osada travesía nocturna cerro arriba a colocar una inyección ó una simple visita para “ver como está”. Es arrecho, muy arrecho. Pero, para el médico cubano, el hombre sano es un método y la prevención un objetivo. La medicina venezolana está dirigida al enfermo como base económica. El que tenga que se cure, el que no tenga que se joda. Pedro, me habla de un pueblo que nunca había tenido a un médico. Pedro me habla de las quejas de la comunidad cuando se decide cambiar al médico que adoran por su desprendimiento; pero todos son iguales y no tardan en adorar al sustituto. Pedro vive en ese panal y no cobra un céntimo por hacer de baqueano, de arriba abajo, para llevar al médico cubano en búsqueda de las soluciones sanitarias. Estas son las vainas que envidio de Pedro. Esa moto, ese desprendimiento, esa sonrisa que le jode a uno el alma, ese amor ¡carajo! que iluminan a un cerro con su sonrisa ¿Cómo cambiar la vida por un trozo de basura inmersa en el logo de una etiqueta? Quienes me rodean hablan de locura. Yo hablo de vida; yo hablo de un amor inmenso que es contagioso, peligroso, sereno, incontrolable; hablo de Zoraida que me regala la pasión de erigir las alas de libertad y un destino que se llena de estrellas, de molinos de papel que pueden vencer la locura de un fascismo incontrolado. Hablo de un tropel de pasos bajando del cerro un 13 de Abril, sonando, reventando, callando el sonido de los sables de una dictadura que encontró una resistencia desarmada… ¡Carajo! Que las armas pueden estar en el pecho de miles de almas que bajan las escaleras de un cerro digno, coño, digno… la dignidad de los que avanzan por que no hay más destino que la libertad… Dignidad que no puede comprarse, ni engañarse, ni joderse con basuras mediáticas…

¡Y los cuidan! ¡Y júrenlo que los cuidan! Pedro me habla de cordones populares que cuidan a los médicos cubanos. Periodistas “free lance” que se lanzan por los vericuetos del panal y se estrellan con la sólida resistencia popular. Periodistas de la macabra cofradía de jineteras mediáticas que han tratado de vulnerar la labor hermosa de estos profesionales que han logrado regalarle salud a mi pueblo…
Hoy Pedro y Zoraida me han regalado una prosa de amor… Decir que esta historia continuará es levantar el ánimo que pasa por encima de quienes pregonan la revolución y no la practican. Pedro y Zoraida son dos granos de tierra que fertilizan este enorme campo de ese maíz que liberará el hambre de justicia y libertad que pare al hombre nuevo.


mario@aporrea.org
msilvaga@yahoo.com



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Mario Silva García

Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

 mariosilvagarcia1959@gmail.com      @LaHojillaenTV

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