“Leopoldo, yo te veo comiendo un Omega 3… Un Róbalo con vinagre balsámico…” – Quien habla, demostrando su conocimiento culinario, es Angela Oraa, una de las que conformaron el panel que confrontaría a Leopoldo López alcalde del Municipio Chacao en el programa “¿Quién tiene la razón?” dirigido por Fausto Malavé. Sería muy atrevido de mi parte, imaginar a esta hermosa mujer haciendo un par de arepas y rellenándola de mantequilla Mavesa con queso llanero. ¡Que va! Impensable… Mi costosa y muy connotada representante de la clase pudiente, Angela Oraa pudiera reservarnos un almuerzo en el Restaurant Le Gourmet de Las Mercedes y solicitar un Foie con Uvas Blancas y reducción de Mosto ó una Flor de Huevo y Tartufo en Grasa de Oca con Txistorra de Dátiles ó una Merluza con emulsión de Algas, Berros y hojas de Ajo Fresco. Para degustar el fino paladar y pasar el tarugo, pudiera ordenarse un Chäteau Lafite Rotschild 1993 ó un Chäteau Blanc 1994 ó, si el ahorro obligado por Chávez jode el almuerzo, un Chäteau Clos Du Marquis 1995. Para finalizar este derroche de buen gusto, exclusivo de ese selecto sector que odia la morralla adicta a la harina de maíz, tendríamos de postre unas Burbujas rápidas de Champán con Leche quemada ó un Melocotón frío asado con agua de Tila y Malvavisco.
Cuando Angela Oraa abrió su boquita para dedicarnos una lección de conocimientos culinarios, emergió la cofradía de una clase que desprecia cualquier forma de acercamiento a las clases populares. Independientemente del fascismo implícito que practica el alcalde de Chacao, quien es representante de la clase pudiente y del poder oligárquico que pretende derrocar a un gobierno que representa las clases populares, Angela muestra descarnadamente a una sociedad podrida que no cesa de mantener una actitud prepotente, para seguir conservando esos “pequeños conocimientos” banales a costa de la miseria de un pueblo que era ignorado en sus requerimientos básicos.
Aquí se ha negado la lucha de clases. Esta negación, incluso, proviene de algunos personeros que se manifiestan revolucionarios y abogan por un conciliado proceso de cambios con la participación de todos los sectores. Pero la provocación grosera de la clase pudiente y de su reducido y mercenario sector de la clase media, pendejos que hoy viven atentos a cualquier manifestación que merme sus salarios para servirle de carne de cañón; amén del convencimiento que abrigan de ser los privilegiados elegidos por Dios y María Santísima para joder a esa riada de mestizos que acordonan de miseria su reino, no hace posible que exista un nivel mínimo de entendimiento. Fausto Malavé no tiene idea del mensaje violento que provoca con invitados como Angela Oraa. Basta recordar los sucesos del Caracazo y la respuesta de un pueblo oprimido que salió a las calles a destruir todo aquello que reflejara esa omnipotencia burguesa que no le ha importado jamás si existe el hambre, si hay necesidades de salud, educación, trabajo, y que siempre respondió con los aparatos represivos para disuadir al pueblo de su justo reclamo a la justicia social, para entender que la lucha de clases no fue un invento de Hugo Chávez. Los ricos se fueron haciendo más ricos y los pobres no encontraban una vía de escape a ese progresivo deterioro de su nivel de vida. Los ricos, apoyados por una clase política servil que defendía sus intereses, trampearon al estado, lo maniataron, lo esquilmaron y se negó a lanzarle las últimas migajas de un erario que no soportaba el robo como función perversa. En consecuencia, Angela Oraa es una muestra de esa clase social que aborrece cualquier intento de “insubordinación social” en los excluidos.
Un programa de televisión, conociendo la inclinación fascista de las jineteras de los medios, no se hace a la ligera y no conduce solamente a divertir a los televidentes. Fausto Malavé no está puesto para alegrarle la vida a la gente y menos cuando conocemos de su actuación poco ética en el ejercicio del periodismo. Este programa persigue diagramar de manera maniquea, las insalvables diferencias entre la clase “bonita”, “culta”, gozona de los placeres mundanos, líderes divinos del buen gusto y, por ejemplo, un Raúl Esté que termina comiéndose una Reina Pepeada con un jugo de melón en la Avenida Urdaneta… ¡Horror de los Horrores!... Algo así como el sueño del borracho noctámbulo que hoy se llena de mondongo y arepa rellena con chorizo carupanero en alguna arepera capitalina, rastros de una cultura que ensombrece a la oligarquía venezolana con el paladar fino y sensible a la mierda obrera.
Así tuvieron al pueblo venezolano por años; engañados y jorungando en la envidia natural del ser humano. Pero, el hambre tiene cara de perro y tanta miseria mediática se convirtió en boomerang de los mensajes alienantes. Mientras los medios de comunicación, de manera torpe e irresponsable, sigue confiando en estos clichés y en la terquedad de excluir a las mayorías con su prepotencia, el pueblo se convence más de su protagonismo en los cambios que han de transformar al país. En medio de su ridícula lección culinaria, la señora Angela Oraa, no entiende ni entenderá que los actores son otros y que un Omega 3 se pierde en la poceta igual que una arepita con queso.
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