María Jesús vive en San Pascual, Mesuca arriba, casi en la cima rozando el cielo. Cuarenta y seis años en Venezuela no le han arrebatado el acento español. Pequeñita, tengo que inclinarme para recibir ese primer abrazo solidario. Me estampa un beso que me pone “colorao”; es el preludio del ascenso que haremos en una camioneta de pasajeros. Sofía bajó con ella a buscarnos. Pablito me acompaña en esta visita al barrio. También recibe su dosis de amor revolucionario. María Jesús es pura energía y expresión; hay suficiente para quienes creemos en este proceso – “Son mis invitados de honor…”
En la camioneta de pasajeros, barrio arriba, me sorprende tanta vitalidad a sus años. No obedece a nuestro temor de colocarse cerca de la puerta y apenas alcanza el pasamanos mientras la camioneta serpentea por la angosta calle que bordea los ranchos. El motor resiente la cantidad de pasajeros, pero supongo este viaje se habrá hecho un millón de veces; no será hoy el día en que no llegué a su destino. En un recodo que antecede a la subida interminable, María Jesús pide la parada – “De aquí, a pie mis amores…” – Un callejón, unas escaleras y llegamos a una calle con cuarenta y cinco grados de inclinación. Antes de comenzar el ascenso, María Jesús advierte: “Ahora, poco a poco…” – Sufrió un infarto hace cinco años y, a decir verdad, me alegra no hacer el ridículo y seguir su consejo de no apresurar la marcha. Esta es una de esas ocasiones en que maldigo el vicio del cigarrillo. Pablo y Sofía también deben estar maldiciéndolo. Se nota el esfuerzo de ambos y sigo dando gracias por no quedarme atrás. María Jesús quiere mostrarnos un local de su propiedad que serviría para reuniones comunitarias. Esta cerca, pero esta inclinación es jodida y no se puede jugar con los pulmones. Siempre me he preguntado como hacen para construir en un terreno tan irregular. La imaginación arquitectónica de nuestros albañiles, supera cualquier cálculo de ingeniería. Si quieren hablar de resistencia, de estructura, de niveles, de placas, losas, baños, escaleras y cualquier fórmula para colocar un cuarto flotando en el ala izquierda de un precipicio, vengan acá y se sorprenderán ¡Antisísmicos, coño! En un área de ocho por ocho, podrás encontrar sala, comedor, cocina, baño, terraza, sótano, cuartos y hasta un patio para colgar la ropa. Es increíble como se ha armado este panal que arropa los cerros caraqueños, solo por la necesidad de tener una vivienda.
Llegamos al local. Mientras esperamos a que nos abran la puerta, comento sobre Aló Presidente y la denuncia de Chávez con respecto a los panfletos que han repartido en las iglesias; un pronunciamiento golpista de la Conferencia Episcopal Venezolana, plagado de mentiras y medias verdades manipuladas y repartidos a feligreses en las iglesias de la clase alta y media. “Ese Porras es una mierda…” – salta María Jesús de inmediato – “¿Por qué no viene a los cerros a repartir esa vaina?... Conocí al Padre Camuñas ¿Sabías? Y lo sacaron de aquí por que no se le aguaba el ojo para denunciar a esa iglesia que nos ve con desprecio…”.
Las coincidencias son comunes cuando vivimos de la observación permanente. Buscamos en un sitio, esos pequeños mensajes etéreos que nos regala el color, el amor, el dolor, el olor ó una simple flor que nace por terquedad en una grieta de alguna pared. Cuando entramos al local, me encontré de frente con un Cristo de Yeso en una cruz de madera, colgado apenas por un hilo de nylon en su parte superior y un clavo en la pared. Estaba intacto, apenas cubierto de polvo; solo que su brazo izquierdo colgaba destrozado, quedando la mano y el hombro unido por un alambre grueso. “¿Qué ves?” – pregunta María Jesús advirtiendo mi interés – “Es solo un Cristo roto…”. No estaba de acuerdo con ella y le respondí: “Ese Cristo, aquí y ahora, tiene poesía…”. “Pero, si está roto…?...” – se sorprende María Jesús – “¿Lo quieres? Te lo regalo… A fin de cuentas van a arreglar todo esto y terminarán botándolo – Tomé la cámara y empecé a filmarlo de lejos, de cerca, a un lado y seguía impresionado por las coincidencias. Definitivamente, aquí y ahora, ese Cristo me regaló un momento de poesía.
Por esas cuestiones de la arquitectura en los barrios, no me sorprende que la biblioteca estuviera en el piso inferior. Allí me llevaría otra grata sorpresa. Morris West, Gogol, Herzog, una biografía de Simón Bolívar, Peonía, El Mono Desnudo, Homero y su Odisea, La Eneida de Virgilio, El Mío Cid y otros autores, flanqueados por libros de física, matemáticas, castellano, todos con sus números para controlar la entrega, su lectura y posterior devolución. Recordé con arrechera a alguien que, en un desdichado momento de discusión política, me aseveró que “los macacos solo leen vaqueritas y el Meridiano pa’ las loterías”.
María Jesús es uno de esos eslabones que van uniendo la solidaridad en San Pascual y en los barrios que se unen en este panal de abejas. Ese Cristo de yeso es testigo de la lucha que mueve corazones en San Pascual. Ese Cristo es testigo de muchas equivocaciones que han florecido por el desprecio de algunos. Ese Cristo con su brazo roto, es testigo de la aberrante prepotencia de los jerarcas de la iglesia católica en un país que abandonó los templos para llenarse de fe en la lucha revolucionaria. Ese Cristo es testigo del empeño que ponen muchos y que boicotean unos pocos.
Se me quedó arriba el Cristo de San Pascual. Quizás lo dejé adrede para justificar un pronto regreso, pero María Jesús me regaló la foto de ese Cristo cuando no eran necesarias las coincidencias…
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