Cuando el Ministerio Público dicta medida de captura contra Enrique Mendoza por los archiconocidos sucesos del paquete de abril de 2.002, específicamente por el cierre y daño a las instalaciones de Venezolana de Televisión (VTV), entre otras florcitas de la política opositora venezolana, muchos fueron los que levantaron la voz de júbilo por sentir, finalmente, después de cinco años, satisfacción al pedimento de justicia, que ya parecía un grito ahogado.
La medida la dicta el Ministerio Público en la primera semana misma del mes diciembre 2.007, decidiendo el imputado, entre chachalacas de abogados defensores, ocultarse hasta que Globovisión, si no me equivoco (es un pleonasmo), lo presenta a la opinión pública dando declaraciones y buenos deseos "desde la clandestinidad" el 31 del mismo mes.
Cuando llega el decreto Ley de Amnistía, ese mismo día, el hombre de las libertades (o “cerrador”, como lo llaman los Roberto) lamenta su triste jugada de burlarse y desconfiar de la justicia venezolana, como habían hecho muchos, y entonces entra en cuchicheos nuevamente con sus abogados para ver cómo escurrir el bulto de su condición prófuga y para acordar cómo, con algo de dignidad, presentarse ante los tribunales con la repentina convicción de que ahora sí confiaba en la justicia que se imparte en Venezuela. El propósito sería beneficiarse, a cualquier precio, de la perdonadera de la Ley de Amnistía promulgada por Hugo Chávez y salir luego al ruedo político, perdonadito, sin ningún acto vergonzoso de auto contrición política, posiblemente reivindicado de las bochornosas acusaciones que le incoaran (los Roberto tendrán la prohibición de rememorar el famoso cierre de VTV) y, quien sabe, probablemente con aspiraciones presidenciales. El mundo da muchas vueltas.
Un bombillo se encendió en medio de la oscuridad de su bunker e iluminó el rostro de los presentes. Dirían que el tiempo…, sí, el tiempo, el tiempo que es culpable de toda falla humana. Alegarían que los tribunales ya se habían ido de navidad (cuando todo el mundo sabe que no es cierto), y si a alguien le ocurría decir lo contrario le cerrarían la boca con acusaciones de que los tribunales venezolanos no prestaron servicios desde la misma fecha del referendo, flojos como toda la administración pública. Además, el osado tendría que vérselas con el despiadado ataque de Globovisión, a quien pronto llamarían para que empezase a crear la matriz de opinión de que él siempre estuvo persiguiendo a los funcionarios del Ministerio Público para que lo encerrasen, pero que ninguno de esos sinvergüenzas quiso hacerlo por causa de la época festiva.
Hoy el hombrecito está libre, beneficiado como anda de la susodicha ley. Feliz, alza la vista hacia el Ávila y llena sus pulmones de su Caracas amada, a quien -en secreto- se atreve a llamar Guaraira Repano. Hasta cree mirarse la punta de sus zapatos cuando mira hacia abajo, de lo ágil y delineado que se siente. Se acuerda mucho cuando se hacía acompañar de la miss Irene Sáez. Esta libre, se dice, aunque nosotros sabemos que ese sentimiento no está denominado con feliz término, pues nunca estuvo desprovisto de libertad.
Ahora el asunto es saber si sigue inhabilitado políticamente hasta julio de 2.009, pues una torta de celebración no está completa si no hay en la mesa un ponche o un sabroso quesillo de esos que saben preparar los venezolanos. Por su mente hasta se le aparece la idea de contraatacar, políticamente, para no perder la costumbre, y pedirle al Estado que oficialmente reivindique el agravio a su persona y, si la cosa se presenta a pedir de boca, solicitarle también una indemnización en términos monetarios, la cual utilizaría para embalsamar su espíritu aporreado.
Todos sabemos, en fin, que el ex gobernador está libre de culpas públicas, aunque todos sepamos que lo está inmerecidamente. Se trata de un impúdico salvado del sacrificio o esfuerzo político de pacificación que representa la propuesta presidencial de reconciliación nacional, del acto político de reconocer al otro, hartamente propalado hacia la oposición por Hugo Chávez desde el mismo 12 de abril de 2.002, cuando dieron su golpe, y cuando el mandatario llamó a la paz y al encuentro. ...Hecho, por cierto, convertido en acto de mofa por parte de la oposición venezolana y jamás tasado en su cualidad humanista. Por el contrario y en virtud de negar un reconocimiento o reconciliación que la hundiría, desde entonces ha hecho la oposición cabalgar desde sus laboratorios comunicacionales a Hugo Chávez como un sátrapa jefe de un “régimen” oficialista. Así son las cosas.
Sobre la gracia otorgada por el presidente mucho es lo que se ha escrito, la mayoría, según he visto y oído en la calle, adversándola (aunque aceptándola), pues, por desagradables circunstancias como las narradas aquí, es decir, Enrique Mendoza, es un trozo de difícil digestión. Leí una interesante opinión de la columnista Mariadela Linares, a quien leo en Últimas Noticias, y comulgo con ella hasta cierto punto, porque otra es la explicación que yo le doy al edicto, de raigambre más psicológica. Ella expone que la medida es un baño de agua fría y un acto de sarcasmo presidencial (esto lo digo yo) sobre un poder de justicia venezolano inoperante, especializado en omisiones y en declarar inocencias, incapaz de medidas punitivas ejemplarizantes, que arrastra obligaciones con sus funciones, de modo vergonzante, desde los mismos hechos del golpe de Estado de 2.002.
Y parece haber razón en una lógica como esta, porque a la luz de hoy el Ministerio Público parece hallar hoy más inocentes en 24 horas que culpables en un período pasado de 5 años, dado el atropellamiento que lo embarga en encontrar flores blancas atrapadas en los lodos del barranco, un Mendoza por aquí hoy, otros cuantos lirios por allá mañana, en el buque tanque Negra Hipólita, antiguamente Susana Duijn, si mal recuerdo. Dado el ambiente surrealista que embarga al país hoy -esta mañana oí a Ramos Allup pedir un chequeo psicológico al presidente Chávez: así pagan desde la oposición, como paga el diablo-, no es de extrañar que los favorecidos emprendan una locuaz campaña de recuperación del esbelto nombre del buque. Ya sabemos que en Globovisión, cuando se trata de embarrar, hasta un detalle frívolo como este pone a profesionales universitarios trabajar tiempo completo para sacarle punta al lápiz opositor. Ganar, ganar lo que sea, en medio de un trabajo de hormigas miserables.
Yo, Oscar Camero, aventuro una explicación más psicologista, para expresarlo en un término que no invada espacios de los profesionales de la psicología. Nuestro presidente sencillamente se deshace del lastre histórico que para él significó el indulto presidencial que le otorgara Rafael Caldera. No quiere deberle nada a la Cuarta República, oprobioso régimen político que sólo es justo fustigar, y si bien ya intentó saldar la cuenta el 12 de abril de 2.002, y no fue tomado en cuenta, hoy, sin ninguna duda, la deuda queda completamente saldada con el certero Decreto Ley de Amnistía. Más peras no se le puede pedir al horno, como muy bien acuñara el famoso político y filósofo del Zulia, Manuel Rosales.
Por ello, contra toda la lógica corriente de opinión generalizada, más preciso cabría esperar un endurecimiento de Hugo Chávez para el tiempo venidero, ahora como está, libre de resabios atávicos de pasado político reciente venezolano. Sería el lema algo así como que "un presidente que no la debe no la teme".
Habría que esperar. Por lo pronto, desde esta página cerramos con la convicción de que el adelanto del proyecto político socialista, en términos radicalizados, es de imposible desarrollo en medio de conversadas circunstancias políticas con la derecha venezolana, recalcitrante de por sí, incapaz siquiera de un simple mea culpa político, burlesca, vendida al interés extranjero y por consiguiente inauténtica, a quien a duras penas le cupo reconocer la magnificencia de la Constitución de 1998 y que ahora hace con el mayor desparpajo de la conveniencia política.
Y para cerrar con Enrique Mendoza, habremos de presumir que en su mente andarán revoloteando los maquiavélicos pájaros políticos de cómo ahora deslastrarse del favor presidencial que lo ha beneficiado, lo cual le permitiría hablar sin ningún sentimiento de débito en contra de la figura de Hugo Chávez, dada su habilitación política. Sin embargo, ahorita mismo no me extrañaría que lo esté haciendo ante las cámaras opositoras de Globovisión.
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