El movimiento de habilitar a Henrique Capriles Radonski para que participe en las venideras elecciones supone un esfuerzo gubernamental para terminar de quebrar a la oposición política venezolana, tradicionalmente perdida en el divisionismo, apetito de poder y protagonismo. Sobre su persona pesaba una sanción que todavía distaba de expirar, habiéndole impedido participar en varios torneos electorales, el último de ellos las elecciones presidenciales de 2024.
Superado Capriles como líder opositor por María Corina Machado, se había entablado desde hace rato un pulso de poder entrambos, llegando el primero, sorprendentemente, a contrariar a la segunda en el tema de las sanciones y peticiones de invasión contra Venezuela. El último tema de controversia fue, a propósito, el electoral, mostrándose renuente a obedecer la orden de Machado de no participar para no restarle valor al plan golpista de imponer en algún momento al fallido Edmundo González como presidente.
Pero el impulsivo Capriles, al estar inhabilitado, se encontraba impedido para apostar más fuerte contra la caudilla a través de un acto de desacato. Y he aquí donde entran en escena los tanques del pensamiento (think tanks) del partido de gobierno, permitiendo que el exgobernador mirandino pudiera participar y propinar así un golpe de muerte a una posible narrativa de unidad opositora que pudiera fortalecer a la Machado.
Es así como ahora el opositor se postula a diputado y se prepara para retomar su carrera, quedando en el pasado, en virtud del ajedrez político, sus cargos de corruptela, asesinato y traición a la patria. Porque eso fue Capriles, una lesión a la república durante los turbios años de la guarimba, con daños morales y actos de ofensión a los derechos humanos, en todo tiempo imprescriptibles. La ganancia para el progreso, en nombre del cual actúa el partido de gobierno, es el debilitamiento de la actual esbirra imperial, María Corina Machado. Sirve la movida, además, para variopintar la oferta electoral y legitimarla como hecho participativo y democrático.
Sólo se espera a futuro no asistir a una obra bufa de teatro donde, de pronto, se descubra al político ejerciendo un cargo ministerial de gobierno o dirigiendo una instancia ideológica del partido (¡abominación!). Hay por allí un precedente llamado Ricardo Sánchez. En un tiempo crítico fungió como dirigente estudiantil opositor y el gobierno, más allá de asimilarlo, lo rescató como joven de redención.