La Carta

La Carta Democrática Interamericana, aprobada en la Asamblea General de la OEA en septiembre del 2001, es el instrumento internacional que sostiene el modelo político de la democracia representativa. La Carta es el soporte de la democracia representativa como sistema político "S indispensable para la paz y el desarrollo de la región". Es también, el sostén del "Sejercicio efectivo de la democracia representativa como base del estado de derecho de los regímenes constitucionales de los Estados miembros de la OEA".

Por lo tanto, de su texto se infiere que el modelo político adoptado por la OEA para ser acatado por latinoamérica es la democracia representativa. Conclusión que nos permite emitir dos juicios. El primero, se refiere a la naturaleza de la OEA. Partiendo de su concepción doctrinaria y razón existencial como engendro de EE.UU., el modelo político sustentado en la Carta es una imposición directa o manipulada del imperio. El segundo juicio es la concepción misma de democracia. No es precisamente la representativa, la que garantiza los principios y valores expresados en la Carta. En Venezuela, se está sustituyendo ese sistema político por haber fracasado como modelo de prosperidad y derecho de la sociedad. La democracia representativa procreó representantes del colectivo que devinieron en cúpulas usufructuarias del poder. Se convirtieron en grupos cerrados que solo acudían al pueblo en tiempos de campaña electoral para que los eligieran. Pero, alcanzado su objetivo, le daban la espalda. Cúpulas que se apropiaron de lo que al pueblo le pertenecía. Hicieron del modelo político un instrumento clientelar para satisfacer sus expectativas grupales e individuales. Nunca se empleó para alcanzar el bien común. Los resultados, a la vista del mundo, es que este modelo político sirvió para el 20% de la población venezolana (oligarquía y acólitos) pero no resultó satisfactorio para el 80% restante (clase media y pobres). Una copia del método que impuso el imperio por la vía del NOI que funciona para el mundo norte, pero no para el mundo sur.

La Carta impone un sistema, como si la democracia representativa fuera el único modelo político que sustentara los derechos y la prosperidad del pueblo. El sistema de la Revolución Bolivariana, opuesto al modelo que exige el imperio para la región, se basa en la democracia participativa, cuyos fundamentos filosóficos y principios políticos son propios de la democracia directa. Todo el poder para el pueblo es lo que sintetiza la meta de la democracia directa. Modelo que no promueve representantes sino voceros, ya que el poder lo ejerce directamente el pueblo. Los representantes deciden por el pueblo, mientras que en una revolución los voceros no toman ninguna decisión. Sólo elevan la voz del colectivo. El poder y, por ende, todo lo que ello implica lo tiene de verdad verdad el pueblo. La democracia directa cumple y va mucho más allá de los preceptos considerados en la Carta. Esto es lo que busca alcanzar la Revolución Bolivariana.

Como proceso, la Revolución se ubica todavía en una fase de transición. No ha reemplazado totalmente a la democracia representativa. La confrontación con los gestores del modelo representativo se ha radicalizado. Los representantes no quieren perder su poder. No quieren ser sustituidos por el pueblo. Por eso es que acuden fervorosamente a la OEA a apelar por la aplicación de la Carta. Cualquier acto que se de en la escena política venezolana y que no favorezca a sus intereses, acuden de inmediato a la OEA a rogar piedad. Imploran al imperio su intervención para aislar al gobierno de la Revolución Bolivariana. Pero aún así, aunque el imperio los apoya, no han podido manipular la democracia real que está buscando implantar el modelo de la democracia directa. Todos las acciones del gobierno de Hugo Chávez están enmarcados dentro de la Constitución Bolivariana de Venezuela.

No obstante, aunque EE.UU., los favorezca, aunque invoquen los artículos de la Carta, la Revolución Bolivariana saldrá fortalecida. Ya no es tiempo de marcha atrás.

izarraw@cantv.net


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William E. Izarra

Oficial de las FANB, retirado como Comandante (Teniente Coronel) de la Aviación Militar. Siendo oficial activo logró realizar estudios en todos los niveles académicos del saber universitario obteniendo su título como Licenciado en Educación (UCV); Maestría en Planificación (Harvard University) y Doctorado en Ciencias del Desarrollo (Cendes, UCV). Ha sido miembro del MBR-200, MVR, PSUV, Director Nacional de Ideología del Comando Maisanta, Colectivo Democracia Directa y creador del Centro de Formación Ideológica (CFI). Ha ocupado algunos cargos dentro del Gobierno Bolivariano Revolucionario bajo el mandato de Hugo Chávez Frías, siendo unos de los más relevantes el de Vice-Ministro de Relaciones Exteriores para Asia, Oceanía y Medio Oriente. Ha escrito una serie de folletos y libros para la compresión de los valores y principios socialistas.

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