En Colombia habló la abstención. Ni siquiera el 20% de los ciudadanos fue a sufragar. Ante la derrota, un huraño Uribe presentó un nuevo paquete de medidas neoliberales bautizado Plan B, una burla contra el 80% que rechazó el referendo.
El principal interesado en el aprobar el “Plan A” era el presidente derechista Álvaro Uribe y su amigo Bush. Su estrategia fue plantear el confuso instrumento (con preguntas tan largas como este artículo, lo que excluyó a los iletrados, 4%: más de un millón) como un plebiscito antiterrorista. Uribe electo el año pasado –abstención 53%– se creyó la matriz de opinión creada por los medios de comunicación que le daban 70 % de popularidad. Pero resultó que 8 de cada 10 colombianos no fue a votar. La lectura es clara: Uribe no es apoyado ni siquiera por 2 de cada 10 paisanos. La prensa mundial, ayer incondicional a Uribe, tituló suavemente: “Uribe sufre revés”. Por supuesto, ya la noticia ha sido sacada de las primeras planas debido a la orientación derechista de las transnacionales noticiosas
y sus filiales locales.
El fracaso de Uribe es tan estrepitoso que faltando sólo 2 % de los votos por escrutar se suspendió el proceso. La derecha no soportaría las celebraciones populares.
Por el lado de las elecciones de gobernadores y alcaldes, los partidos que respaldan a Uribe (ahora enfrentados por el descalabro) tienen otro dolor de
cabeza. La Alcaldía de Bogota, segundo cargo en importancia de la República,
la ganó cómodamente el izquierdista y líder sindical Luis Garzón, vislumbrando lo que pasará en las elecciones presidenciales del 2006.
Con estas victorias, el pueblo de Colombia entra en sintonía con los procesos de cambio político que se viven en Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador y Bolivia. La corriente de resistencia contra las políticas excluyentes del neoliberalismo ya se materializa políticamente. No se trata sólo de ganar elecciones, sino del despertar de los pueblos. Los triunfos políticos son el resultado de ello. En el 2004 lo veremos también en El Salvador y Uruguay.
Claro está, el sentimiento popular demanda de los movimientos sociales unidad para coronar los objetivos comunes. Así como en Bolivia los dirigentes sindicalistas, cocaleros, campesinos e indígenas están obligados a aunar esfuerzos para cristalizar el arribo del pueblo al gobierno, en esa misma dirección deben trabajar los dispersos grupos antineobilerales de Colombia: izquierda, gaitanismo, trabajadores, sindicatos, estudiantes, mujeres y guerrilla. Hasta en la combativa Venezuela la unida debe consolidarse.
Para Álvaro Uribe, quien se acercó más a Estados Unidos de lo tolerable por el nacionalismo, la aplastante derrota electoral lo aniquila como gran elector por lo que si continua aplicando el proyecto ultraderechista (ahora Plan B = Plan Colombia), auspiciado por la engañosa doctrina antiterrorista de los “Halcones de la guerra”, el resultado inmediato será un incremento de la violencia y la masificación de las protestas populares.
El modelo neoliberal cae a pedazos en América Meridional. Por eso los funcionarios de Bush aseguran que la democracia representativa (esos gobiernos elitescos y títeres que ellos impusieron al dejar de serle rentables las dictaduras militares) está en peligro.
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