El desarrollo del conocimiento alcanzado por el ser humano le permite saber que la organización de la sociedad tiene distintas esferas, que ha llegado la hora de ordenar ese funcionamiento exigiendo que cada una de esas esferas y sus actores respete el campo y la acción de las otras. Por esa razón dar noticia de algo, informar, será una loable misión, sí además de dar a conocer un hecho, apegado estrictamente a la verdad de lo ocurrido, hace llegar al mismo tiempo a los destinatarios, algunos elementos que le permitan formarse una opinión equilibrada. Para que se cumpla este objetivo, es preciso que los elementos que se proporcionan, contengan las diversas versiones que pueda tener un acontecimiento o visiones de un problema.
Hace unos días se podo leer en un medio venezolano la leyenda de una pancarta que decía: “Con la Iglesia no te metas” y también en un editorial, en el cual al analizar las relaciones del actual Gobierno de Venezuela con el Vaticano, se afirma lo siguiente: “Estos no son sino episodios repetidos y conocidos de lo que antes otros gobiernos autocráticos de Venezuela pretendieron: o sea, silenciar a la Iglesia católica y a sus prelados, e impedirles que opinen.” (El Nacional, 4/11/2003). Para entender medianamente el alcance de lo anteriormente mencionado se hace necesario conocer algo de la historia de esta institución y sus relaciones con nuestro país.
Algo de historia....
De acuerdo a lo que ha difundido históricamente, la Iglesia Católica nació hace dos mil años, predicando la idea de que para alcanzar el paraíso había que vivir esta vida, la terrena, como una expiación. Esta promesa de una vida mejor fue un bálsamo para los adoloridos espíritus, especialmente entre los más pobres que eran la mayoría en esas regiones y rápidamente captó muchos adeptos.
Es conveniente señalar que para los políticos de aquel entonces no pasaron inadvertidos, tanto el crecimiento de la Iglesia como el freno que producía, en la formación y avance de cualquier movimiento de rechazo hacia el régimen dominante, la idea de aceptar los padecimientos para ganar el paraíso en la otra vida. Dichos políticos sin duda, después de analizar esta situación, aconsejaron al emperador de Roma adoptar esta fe como propia del imperio.
A partir de ese momento la permanencia de emperadores y reyes en Europa, comenzó a depender del apoyo de quienes dirigían estas grandes masas. El valor de ese apoyo se debe, en parte, también “al carácter divino” de la monarquía. Con el tiempo la Iglesia Católica, sin abandonar la esfera de la fe, de las creencias, que es la que le da origen, utiliza esa influencia para erigirse en un poder político y, además como custodia de la cultura, porque dentro de los muros de conventos y abadías estaba el conocimiento, y lo poseían sólo los sacerdotes.
Poder espiritual y terrenal...
La fortaleza adquirida por la Iglesia la hace acreedora en el siglo VIII a tomar posesión de los territorios del centro de Italia. La Iglesia pasa así a disfrutar de poder terrenal, por lo que no queda ajena en las disputas que se dieron en Europa por territorios.
Las divisiones originadas por las diferencias internas debilitaron a la Iglesia Católica, pero de todas formas, las iglesias protestantes que se derivaron de esas discrepancias, tales como la luterana, la calvinista, la anglicana, etc. siguieron siendo cristianas, y mantienen aunque sea en menor escala, dentro de los países donde predominan, fuerte influencia política. La estrecha unión entre Estado e Iglesia que perduró por casi dieciocho siglos, sólo vino a resquebrajarse después de la Revolución Francesa, con la propuesta del laicismo de establecer la separación formal del Estado respecto de la Iglesia.
El siglo XIX fue difícil para la Iglesia Católica, debió enfrentar las consecuencias de los conflictos políticos, las guerras y la unificación italiana, que pusieron en peligro la supervivencia del Estado pontificio, sin embargo, su proverbial capacidad de adaptación le permitió encontrar una fórmula mediante la cual mantiene su influencia en la esfera de la fe y en el aspecto político seguir conformada como un Estado soberano, después de los Tratados de Letrán en 1929, que reconocieron la soberanía que tiene el Papa sobre el territorio de la Ciudad del Vaticano.
El Estado del Vaticano, es un Estado sui generis, porque sin tener las características propias de un Estado, goza de todos los privilegios propios de un Estado dentro del concierto de naciones. Su territorio abarca una extensión aproximada de 44 hectáreas, encontrándose en ella un apreciado número de palacios e iglesias que son joyas arquitectónicas, cuenta con tribunales y servicios financieros propios. El embajador de la Santa Sede en los países con los cuales este Estado mantiene relaciones es el Nuncio Apostólico.
Venezuela y sus relaciones con la Iglesia
El inicio de las relaciones con la Iglesia Católica es común a todo nuestro continente. Al expandirse el poder político de las monarquías europeas en el periodo de la colonización, tanto la creencia religiosa como el poder político de la Iglesia Católica fueron trasladados a los nuevos territorios. En Venezuela la mayor parte del clero durante la colonia era español, e incluso así continuo después de lograda la Independencia.
Serios problemas debieron sortear los patriotas independentistas para contrarrestar el peso de la Iglesia. Los prelados y la jerarquía eclesiástica, en su mayoría españoles, se opusieron tenazmente a la Independencia, apoyados desde la Santa Sede, la cual se identificó con la corona española. Baste recordar que en México los primeros jefes de la causa revolucionaria, los clérigos criollos Hidalgo y Morelos, después de ser juzgados por la Inquisición fueron fusilados. Reforzando esta posición, el Papa Pío VII publicó el 30 de enero de 1814, la encíclica “Etsi longissimo”, en la cual recomendaba al clero de las colonias españolas predicar la subordinación a las autoridades y condenar los alborotos y sediciones. Existen numerosos episodios que dan cuenta de la labor desarrollada por los clérigos europeos a favor del mantenimiento del régimen colonial tanto en Venezuela como en el resto de América.
Dentro del campo de las relaciones de Venezuela con la Iglesia Católica se pueden citar algunos acontecimientos más resaltantes que marcaron estas relaciones:
· El Congreso de 1821 abolió el Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición, dedicando sus bienes al erario público.
· En 1824 el Congreso colombiano aprobó la Ley del Patronato Eclesiástico. Según esta Ley “el Estado colombiano asumía todas las atribuciones que la Santa Sede había concedido a la monarquía española: el Congreso designaba los candidatos a las mitras vacantes y el Ejecutivo se los presentaría al Papa a fin de que le remitiera las bulas.” (Proceso Histórico de Venezuela, Arturo Cardozo, Tomo III, Caracas, 1993, pág. 563)
· En 1830, el arzobispo de Caracas Ramón Ignacio Méndez, y los vicarios de Mérida y Guayana, se mostraron reacios a jurar la Constitución Nacional, la cual reconocía la religión católica como oficial pero establecía también la libertad de cultos. Por lo que fueron desterrados, aún cuando luego bajo presiones el Gobierno suspendió la expatriación.
Es importante señalar que al producirse su separación de Colombia, Venezuela asume como propia la Ley de Patronato Eclesiástico, y por lo tanto sus relaciones con la Santa Sede continúan rigiéndose por dicha normativa. Eso sucede hasta marzo de 1964, cuando finalizando el gobierno de Rómulo Betancourt es reemplazada por la figura jurídica del concordato, es decir, un “convenio sobre asuntos eclesiásticos entre la Santa Sede y un Estado”. (Pequeño Larousse, 1983)
Lo expuesto anteriormente permite concluir que:
Por el hecho de que Venezuela sostiene relaciones con la Santa Sede a través de un concordato, estas son relaciones entre Estados soberanos. Igualmente, que el Nuncio Apostólico es el embajador que representa al Papa ante el Gobierno de Venezuela, y sus actuaciones se rigen por las normas establecidas en el Derecho Internacional. De acuerdo a esas normas el Nuncio Apostólico no goza de privilegios especiales y no está facultado para opinar en los asuntos de política interna. Si lo hiciere, esto constituye una inaceptable injerencia.
La representación del Papa que ejerce la Conferencia Episcopal ante los fieles de la Iglesia Católica, es en otra esfera, en la de la fe, las creencias, pero esta representación no le otorga derechos especiales para representarlos y opinar en su nombre en la esfera política, porque estos fieles tienen su propia condición de ciudadanos y como tales gozan de derechos políticos.
El propósito de estas aclaraciones es prevenir a los usuarios de los medios comerciales de difusión masiva o de otras publicaciones, de la manipulación que pretende crear una confusión entre la esfera de la fe y la esfera de la política, presentando las declaraciones del Nuncio Apostólico o de miembros de la Conferencia Episcopal, en nombre de la fe, parcializar a los creyentes a favor de una posición política.
Lo señalado nos permiten afirmar que tanto el texto de la pancarta como la afirmación hecha en el mencionado editorial no son casuales ni inocentes. Muy por el contrario, son la expresión de ciertos sectores de la Iglesia, sacerdotes y laicos adscritos a la corriente conservadora, que propician hoy la búsqueda del “progreso” o el “desarrollo” aceptando la tesis neoliberal de que para ello es necesario pagar un “costo social”.
De acuerdo a esta burda manipulación a los pobres ya no se les promete el “paraíso”, se les ofrece el “progreso neoliberal”, y son ellos, los pobres, los que tendrán que pagar ese “costo social”, mientras las altas jerarquías de la Iglesia mantienen sus privilegios. Ha llegado la hora de terminar con el mito....