El oficio de ex ministro

Los patronos de las grandes empresas gringas emplean un sistema original cuando desean librarse de uno de los ejecutivos que toma decisiones. El sistema consiste en "darle una patada para arriba", nombrándolo vicepresidente, tal vez con una oficina más grande o lujosa, en un cargo decorativo.

En Venezuela, Rómulo Betancourt institucionalizó los "exilios dorados", nombrando embajador al militar cuya incondicionalidad fuera dudosa o pudiera dedicarse a conspirar. El recurso se convirtió en una tradición, extensiva a los ex ministros de la Defensa, hasta incluir a los ex ministros civiles.

La cosa llegó al punto de que la Escuela de Estudios Internacionales se convirtió en una entelequia dedicada a graduar desempleados, que si no terminaban como reinas de belleza debían matar tigres en agencias de turismo. Lo inexplicable era cómo, teniendo un servicio exterior empírico, los venezolanos alternaban de tú a tú en países cuyas cancillerías constituyen emporios de sutilezas diplomáticas en vez de ser clubes para jugar dominó.

Para ser sinceros, la llegada de la revolución bolivariana al Gobierno cambió poco el panorama, y hasta podría decirse que agudizó la diplomacia castrense. Ello de por sí no resulta contraproducente, pues el Presidente Chávez, amén de ser alcalde de toda la República, llama diariamente a varios Jefes de Estado y actúa como su propio canciller o embajador ante diversos países.

El servicio exterior, sin embargo, no tiene cupo para todos los ex ministros, lo cual plantea inconvenientes a la hora de las remociones. El asunto ha sido resuelto mediante "enroques", que consisten en rotar a los ministros de manera sorpresiva.

Este sistema permite ciertos ahorros, pues ningún ex ministro arroja a la basura sus viejas tarjetas o papeles membretados, los cuales volverá a usar en cualquier momento.

Existe la alternativa de que el ministro en ciernes se convierta en portavoz del Psuv, se dedique a moderar programas de televisión o, si tiene suerte, logre que lo inviten a La Hojilla. Por lo demás, el ex ministro es libre de hacer lo que quiera. Eso sí, que no se le ocurra estar ausente cuando se transmite el programa Aló, Presidente.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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