Hombres de mollera vacía, sátrapas, simplistas

Los hombres simplistas no tienen sentidos ni conocimiento, porque, no se mueven del sitio en que arraigan sus ideas. ¿Para qué les habría de servir una inteligencia más o menos desarrollada si con ella no habrían de poder ir tras lo útil y huir de lo dañino? Y tampoco podrían utilizar la facultad de trasladarse de lugar al no tener sentidos que les guiaran. Puede decirse que la sensibilidad, madre de la inteligencia, del hombre, es uno de los animales acompañamiento de su facultad de pensar y moverse de un lugar a otro. Es conocidísima doctrina la de la unión constante de la sensibilidad con la movilidad. Lo que acaso más distingue al hombre de los demás animales es el servirse de instrumentos, es la mano; es el poder sustituir con artefactos las armas ofensivas y defensivas de los animales. Esto le permite servirse de las cosas en vez de vivir a su servicio; y eso le permite hacerse un mundo, acomodar a sí el ambiente, en vez de tener que acomodarse pasivamente a él. Se puede decir, por tanto, que el hombre modifica la naturaleza por cuanto su modo de vida, su saber, su grado de libertad, dependen del grado de desarrollo del medio social, entendiendo por éste tanto las relaciones entre los hombres como las de estos con la naturaleza. El hombre será menos simplista cuanto menos viva apegado al lugar en que nació; y más hombre cuanto más sepa acomodar a sí el ambiente en vez de acomodarse a éste sin resistirlo, plegándose a las circunstancias.

Los inmigrantes llegados de Europa, España, Italia, Portugal en la década de los cuarenta y los cincuenta, huyendo del hambre la miseria y las persecuciones políticas del fascismo criminal, imperante en esos países y los aventó a esta tierra de gracia, por supuesto la mayoría semianalfabetas, sabemos que muchos de ellos no tenían ningún oficio artesanal, la gran mayoría eran campesinos y estamos conscientes que tuvieron que laborar en toda actividad desde buhoneros, conserjes y servicio doméstico, para hacer cuatro reales y montarse en una pulpería, al tener alguna solvencia económica se creen los amos de todo lo venezolano, estos asnos enriquecidos de mentalidades amorfas aspiran a ser tutores del pueblo, sin más capital que su constancia y sus millones, ellos y sus “retoños” se olvidaron de su pasado y quieren emular a los dirigentes fascistas que tenían en sus países de origen. ¿Por qué ese odio y desprecio contra todo lo venezolano? “Sancho Panza es la encarnación de esa animalidad humana”.

Estos personajes simplistas, es lo que más se parece a la vida de las plantas, sólo se concentran como ellas en la reproducción de la especie, parecen enderezadas a ella. Su mayor ornato, la flor, es un vestido de bodas; todo en ellas se dirige a facilitar la fecundación. De la misma manera, parézcalo o no a las claras y desde luego, la radical preocupación del hombre-planta es la reproducción. Es en lo que más se piensa en los pueblos encerrados en sí mismos. De la especial disposición del hombre simplista y de lo que de vegetativo tienen, brotan con las consecuencias todas de la inercia mental todas las doctrinas inhumanas, antiprogresivas y bárbaras que preconizan el aislamiento, la estúpida, absurda y dañina pureza de raza, y el apego al terruño en que la suerte, no la propia voluntad, nos hizo nacer.

“Venezolano integral, es el que ama a su Patria y no piensa en regresar a su país de origen. El que se enorgullece de que sus hijos sean venezolanos, el que piensa, siente y se ríe en criollo. El que detesta precisamente a los extranjeros, que hacen de Venezuela una factoría, un país de paso”.

Cita del Libertador: “Todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen. Somos un compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a América a derramarle su sangre”.

Tal es una de las más apestosas enfermedades que corroe a Venezuela, el más pernicioso cáncer que la devora. Rómulo Betancourt, sátrapa y simplista. Quedará como símbolo nefasto de uno de los más tristes períodos de nuestra Historia. En el porvenir, si algún historiador penetra con ojo escrutador y profundo en nuestra Historia, aparecerán nuestros políticos todos, Gonzalo Barrios, (el que decía que en Venezuela no había razón alguna para no robar) Caldera, Carlos Andrés, y los jerarcas de la Conferencia Episcopal, (estos curas que cobraban comisiones jugosas de todo guiso cocinado), donadas por los gobernantes de turno, mientras el pueblo estaba atrapado más del 80% en la miseria y la pobreza, donde se alimentaba a los niños con perrarina; y hoy los jefecitos de los actuales partiduchos del oposicionismo, el filosofo del Zulia, Borges, el abuelo Monster etc., asociados con bobolongo Otero, Andrés rata, el malandro de la Florida, incluido Baduel y el efebo Goicochea, sirviendo de escabel a Rómulo y al imperialismo, como su coro, como los sillares de la pirámide sobre que se alzara el hombre más funesto del favoritismo, el que mejor simbolizaba la arbitrariedad y el capricho. ¡Amigo de sus amigos!, tal es el elogio que de Rómulo hacen sus favorecidos. ¡Tenía un gran corazón!, (disparen primero averigüen después) dicen de él los que lo admiran. Es un hombre que no ha “robado” nunca para sí; por bondad, por amistad, ha dejado robar a otros, y es de los que iban por sus amigos hasta donde pueda llegarse. Hay una extraña moral de la generosidad nada escrupulosa: la moral del pandillaje, la de la recomendación y el favor. Es moral de tribu, en que los deberes no se extienden más allá del circulo de la tribu, en que siendo horrible crimen matar a uno de la misma tribu, se estima de alta hazaña matar al de la vecina tribu.

La vuelta a esta moral, el atavismo ético, es lo que en Venezuela representa lo que se llama el betancurismo. Representa además la absoluta carencia de ideal y la falta completa de seriedad, la política de la fiesta y de la tomadera de caña, el espíritu de la cancha de bolas o de la cancha de béisbol llevada al “Famoso Congreso Puntofijista”. Para Rómulo Betancourt nunca ha sido el “Famoso Congreso” más que un circo de gallos, y su mayor utilidad la de proporcionar emociones. Y todo está corroído de este cáncer.

¿Qué es Caldera, después de todo, más que el encargado de reducir ha sentido jurídico el betancurismo, de someter a orden la anarquía betancuriana? Su “democracia” era una “democracia frailuna”, la de la pordiosería, es la que han cultivado los copeyanos, Es lo que llaman, impíamente, “democracia cristiana”. ¡Amigo de sus amigos! La moral de las tribus salvajes, si es que a eso puede llamarse moral. Un pueblo que ha puesto al frente de sus destinos a hombres de tal moral, era un pueblo en perfecta anarquía; pero en la mala, no en la ley interior y viva, en la de pasión y capricho. Cuando los burgueses se asustan del socialismo sin conocerlo, deben tener en cuenta que lo que ellos creen que es el socialismo es el “betancurismo”, que Rómulo y Caldera son el símbolo de su “social-democracia, representativa y condicionada”, y deben pensar que mientras sigan siendo en Venezuela unos héroes populares Rómulo y Caldera los que daban de limosna a los pobres una pequeña porción de lo que habían robado, no habrá verdadera salvación para Venezuela. Aconsejoles que modifiquen de conducta o de modo de ser, tienen que advertir que, siendo ustedes quienes han de modificarse, obrarán sobre si mismos, según son, encerrándose en un círculo vicioso. No pocas veces le es a uno imposible ver sus propios defectos, porque los mira con sus propios ojos, teñidos en tales defectos, y si los ve es reflejados al exterior. Las camarillas, los amaños entre amigotes, las recomendaciones, el favor, los chanchullos, la juerga y la tomadera de caña importada serán siempre nuestro acompañamiento.

Tal estado moral engendra otro estado de esclavitud de muchos intelectuales tarifados, de ramplonería mondonguera: el palangrismo, el pónganme donde “haiga” y el cuanto “hay pa’eso”. Un país de simplistas y hombres-planta, esa es la identificación de los oposicionistas, son incapaces de comprender que el pueblo ya no cree en ellos y que se ha liberado de su dominación. Y aun no caen en la cuenta de que no hacen muy bien en discutir fórmulas vacías con que tratan de encubrir la ausencia de ideas concretas y su ignorancia de la cuestión, porque todas esas estupideces sacadas de eso que llaman derecho natural no son más que palabras vanas, sin contenido real, ni verdadero ni falso: son “betanburradas”. “No quieren pelear con la esperanza de la victoria”, no sea que pierdan la victoria que hace tiempo que la tienen perdida. “Si huyo, evitaré la espada; si me quedo, he de vencer o sucumbir”. ¿Qué necesidad hay, pues, de dejar lo cierto y seguir tras de lo incierto? “Tú, que peleas, puedes ser vencido y puedes vencer”. Yo, al huir, no venzo en aquello de que huyo, sino que huyo para no ser vencido. Máximas tales son las que mantienen a muchos egoístas apartados del combate, de las luchas sociales. El no preocuparse más que de sí mismo, de la propia salvación, es el mejor modo de no conseguirla, de encerrarse en un estancamiento, de privarse del verdadero progreso.

¡Hermoso espectáculo ver a los pueblos luchando por sus ideales a la sombra de una bandera mirar cara a cara la muerte y quedar tendidos en la madre tierra, que rechupa su sangre, contemplando con los inmóviles ojos en el sereno cielo! Se preguntan los simplistas: ¿por qué se baten, por qué se matan? Y esperan razones.

¡Vivir, vivir lo más posible en extensión e intensidad; vivir, ya que hemos de morir todos; vivir, porque la vida es un fin en sí! ¡Reventar de cultura, como dicen los progresistas todos! Y el hecho es que tal concepción palpita, aunque velada a las veces, en todos los idólatras del progreso.

Salud camaradas Bolivarianos:

Hasta la Victoria Siempre.

Patria. Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!

manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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