Passarinho cantor di dentro de una gaiola, cantaría melhior si fosse del lado di fora.
Ivan Lins
La llegada de la fundición de los metales, llevó al humano al decrecimiento de su desarrollo que mal que bien enfocaba intereses donde su pertenencia al entorno le obligaba la observación de sí, la camaradería con las fuentes y acompañantes en este maravilloso tránsito de terrenal proceso. Muchos miles de años que lo encauzaron dentro del sedentarismo, domeñando la piedra, la arcilla, la siembra. La hembra era parte de y no decantamiento maldito en no pocos ámbitos estructurales sociales. Las costumbres al hacerse parte intrínseca de las sociedades primigenias (neolítico llamamos a esos momentos ocultos por el macho alfabeto) descollaron invenciones y creatividades que dejarían en paños menores los patrocinados por el fatuo Discovery Chanel, que enarbola sólo los intereses del primer mundo, perdón, de un segmentito de eso mal denominado mundo desarrollado. Tal cual las viejas estructuras “mafiosas” que halagaban a sus mandantes hereditarios, faraones, mandarines y otras muchas antiguas dinastías, estas se reservan el derecho de poner en cúspide lo que posea el poder del capital, de modo que la voluntad de invocar y sembrar la verdad en el corazón de las criaturas es de tan nimia consideración, que tal cual aquellos cromañones, la defensa de la superioridad física sobre lo que rodea es lo evolutivo, lo importante en este mundo de oxígeno recalentado. “No nos rendimos porque nos venza su valentía, ni siquiera el número o experiencia de ustedes en la batalla, sino las armas que poseen –dijo el jefe Jerónimo en su rendición-, sino porque mientras tenemos que pelear para arrebatárselas, ustedes las fabrican.”
Aún vivimos en la edad de los metales, quizás en sus estertores, quizás en su suicidio, quizás asistimos el renacimiento de otra cosa. Lo cierto es que es imposible desembarazarse de lo que es intrínsecamente personal, puesto que son genes, materia talentosa de contacto desconectado ciertamente por miles de siglos, un suiche que mira tímidamente un porvenir-enchufe, un olvido que sólo conexiones personales no han perdido su lazo con esto que no es obra de ningún talentoso engreído, sino efecto de copias y más copias fotostáticas. Eso sí, si apostamos por ese renacimiento de algo distinto, es el valor de la pérdida del miedo lo que provocaría ese parto universal. La codicia que rodea las fuentes naturales de sostén, viene con las mismas artimañas de aquel “un” entonces: La mentira. Eso es más sabido que el eructo luego de un trago de una Pepsi.
La justicia desplegada al común, en sus puntos de partida donde nunca habría obtenido ese anhelo, sino para los que podían albergarlo, traumatiza todo un comportamiento milenario, de cualquier cosa se aferra, que no de la verdad, y, temperándolo a pinzas, el laboratorio en que está transformado nuestro país, es totalmente observado a lupas de las más inverosímiles e incrédulas a las más afectas. No es fácil la tarea. Los esclavos están acostumbrados a su rango, tal cual los animales que son liberados de un zoológico, que ni falta hace rescatarlos, puesto que regresan por su cuenta, ya que por generaciones no conocen más mundo que la jaula “protectora” y la manutención de sus guardianes.
El mundo es otro, no esto que observamos aburridos, o territorio de cacería. Ese mundo es generoso y amplio como sonrisas las puertas de otro que jamás conoceríamos con los elementos que poseemos. La amistad y la inocencia no son tickets de un espectáculo abandonado, es el objeto de triunfo de una evolución. El consumismo mide sus capacidades, según el poder de abandono de lo “out”, según las capacidades de abrazar sus categorías, así tenemos que los enjuagues con media cucharadita de sal en medio vaso de agua, y frotando los dientes con un pañuelo con esa mezcla, limpiamos los dientes y mantenemos las boca tan o más limpia que con pasta dental… dentrífico que bordeó los confines de las sociedades y la rodeó a su antojo, y hoy bien puede decidir una invasión si no acatas sus y otros requerimientos de sus camaradas imperiales. Nos miramos, y la invasión que nos viste no puede ser más portentosa. El desenmascarar a ese mundo que decidió hablar por ti, es por tanto hacerte enemigo del presente que define una categoría, “ganarte” al mundo de enemigo.
Ahora bien, en eso andamos, diría cualquier compañero de trinchera. Sin embargo su labor NO ES revolucionaria hasta tanto su nivel de observación intente otra mirada que palpe contactos nunca aprendidos, es por ello el interés de este servidor en APORREAR, no solo el ámbito político donde ve la primera línea de batalla, tocar los intereses de los vampiros que nos canalizan el diario acometer, sino penetrar en la visión de grandeza que abarca de una, en LA vida que asume, el interés de transformación TOTAL que subyace y con paños calientes nos tiramos la vida entera para nunca realizar cambios definitivos. Esta es UNA SOLA VIDA. Que haya otra, chévere, brindemos por ello, pero a lo que nos atañe, esta está llena de injusticias y vicios, que abordamos según el abordamiento de un líder, que por supuesto tiene también sus fallas, es tan humano como quien suscribe, quien lee, quien no puede hacerlo. La visión del entorno, no la podemos abordar con sembrar un arbolito, que siempre son los mismos que lo hacen, es un paso tras otro, que alimenta el paso de cada segundo, dentro de esta atmósfera, jamás percibida, llámese volante de un carro, smog, sonrisa, lluvia, papeles que llevamos, la foto de alguien amado que nunca olvidamos, TODO ESO es paso vital en este planeta, no es Parque del Este, porque queramos vivir un rato en la naturaleza, mientras que lo otro ¿es qué? El archivo del recuerdo vital dicen se reabre por última vez cuando nos vamos de este mundo, ¿y eso es qué?
Sin dudas vivimos en otro mundo, el ambiente, el árbol, el mar, ozono, alimentación, qué sé yo qué tantas otras celebraciones son de un frío e inexistente que no asumimos lo cual emplaza a la pregunta de si estamos vivos o no. La izquierda mundial, que no la de aquí solamente, tiene miedo de estos intentos porque toma estos análisis como parte del consumismo y/o provenientes de un mundo que debe desaparecer. Se ven inocentes y necios los que proyectamos estas directrices, y sin embargo, no hay nadie que haya nacido por el sobaco, clonado, o tenga un origen distinto al de Buda, Hitler o Chávez. Si no fueron paraulatas, fueron alondras los pájaros de la infancia, y si la vida la entregamos al amor por lo que pisamos, andamos, tal cual a nuestros hijos, la mística que habla sin nudos de garganta, relajada, evitaría la lejanía que nos distancia del que tenemos al lado.
¿Parece utopía? Aprendamos a meditar y de una aprenderemos conocer otros amigos, el aire que respiramos, el primero, un planeta que respira, un amigo-padre o madre que vive preocupado de cada invasión, tal cual en los hielos derretidos que sólo avizoramos por algún canal consumista como algo tan lejano, sin sospechar que el vaso de agua de hace segundos, o el que vendrá, proviene de esos confines, y esos confines están dentro del aire que acabamos de absorber.
Planeta libre, socialismo o muerte… Vencer lo único que queda.
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