Esperando a Godot
Arnulfo Poyer Márquez
La impaciencia se hace molestia en la casa verde donde los elegidos o los salvados por un pelo de un disparo, no les tocó el tímpano guerrillero y sus tirafuego acompañantes quedaron intactos para la próxima incursión. No muy lejos el catalejo estratosférico le huele sus huellas con infrarrojos que encuentran agujas en pajares, saborean desde el alto ozono los menús a veces de latas cuadraditas, otras de mortadelas calculadas en hojitas carcomidos los cámaras de múltiples picaduras de bichitos que sin lucha de clases son a su pesar, enemigos más atrincas que los satélites voraces. Así traduje un cuento que de manera enigmática me echó un viejo zorro, que si teléfonos móviles o la sofisticada internet, razones para que los compañeros encuentren más duchas posibilidades a su búsqueda cada vez menos reclutadora de seguidores, de menguada gloria aún a su pesar. El camino se tornó inextricable, el camino verde se pasó al enemigo y la captura de su número, juego de casino en la bolsa neoyorquina.
Mientras tanto los mejores adalides caen por asalto un día de piñata enemiga cualquiera, o hasta los roba la muerte natural recogiéndolos una tarde en el camino; y los mismos dados refunfuñan cómplices de los rebanadores caníbales de oficio, y más que sumar, huyen dentro de la casa verde, ahora laberinto de Sísifo. ¿Dónde quedó la batalla final? ¿Por qué el libro de la selva pactó de un tiempo acá con la vorágine de la mentira? Eran cuarenta los ladrones, ahora cuarenta compañías mercenarias tras los pasos del futuro acosado que promocionaban en fugaces grafittis rojinegros. Arde París egoísta por un comodín robado a Versalles, una historia en dos ciudades, los ruiseñores han olvidado sus trovas que ni letras poéticas dedican a los últimos montaraces seguidores de Gaitán.
Crimen y castigo resuena sin embargo a pesar del escondite, en el ámbito guarida de farsantes. Humillados y ofendidos claman en continuos “quejíos” para que otros ejércitos vestidos de civil camuflaje sorprendan a los truhanes a punto de aspirar sus líneas vehementes de cocaína, dueñas de insidias y fanfarronerías no percibidas tras los lentes de seda.
Tal cual islas rodeadas de mar por todos lados, los cantos de ballena te pueden explicar que es astucia de Odisea el arma química a desplegar en esta guerra racista que sorprende al más pintado asesino de negros. O inventamos o erramos advierten las primeras páginas de los casquetes polares. Moral y luces en las deportivas para atrapar a otros potenciales campeones de la olímpica reyerta y llenar los estadios de orgullo globalizado.
Y si, es la obsolescencia que va a su ocaso más peligroso que un amor fatal de Charles Manson. Es Miranda observando libre desde su Carraca nuestra celda de presos aburridos, el techo que se nos cae encima; ya terminó su camino el generalísimo, espera un chiste quizás de los que sabes echar cuando estás libre, o inquiriendo a que adivines en cuál mano empuñada tiene escondida la piedrita, para que, si aciertas, acompañarlo a sus secretos de gran amante, o tópicos para conocer a los traidores, o por qué no, tomar con el algunas clases de flauta transversa.
La obsolescencia es la terquedad anacrónica a pesar de las nuevas generaciones. Hay un lado B en todo esto que la misma respuesta del mentado zorro atrapó in fragantis al alcoholizado Cyrano de Washington con lo del internet y los mensajes telefónicos. Guindando de un pelo de cable, todos los pelos de tonto pretende agigantarlos su sucesor, el hermano de Mac Abel, esto es, guerra e invasión serán el plato para alimentar a los sibaritas caníbales de su bancada; ni el milagro de una misión salva a semejante ciego. Perdido en su selva, más fácil será que consiga a Jane y a Chita, antes que el patio trasero, más ahora que cerró su propio padre-tío Sam, el corral con un muro más bien para que no lo salte el gato Silvestre al sur…, que bueno, sembró la propia opción avasallante en los próximos comicios mexicanos. Y con ese águila latina, al bloque de dominó cayendo en fila no lo detendrá ni Los Cuatro Fantásticos. Cuánto tiempo perdido en el mundo perdido de Hollywood, construyeron el ser más ignorante de la tierra: el gringo. Creyeron hacerlo con el germen de Hombre Nuevo, ahora brotando orillero cual verdolaga pisoteada en aceras y avenidas, y desde Rius Ilustrado hasta Mafalda, le fabricaron zancadillas y emboscadas. No valieron fórmulas de Disneylandia, pues a cada Rambo le llega su Ho Chi Minh. Como a Rodríguez Suárez su Guacaipuro, como a Custer su Caballo Loco.
En fin dos modos obsoletos, unos con satélites, otros con arcabuces cuando comparan su poder con el de Súper Piedad Córdoba, que ha pegado golpes más certeros a los patoteros de Nariño. Y claro, es vocera del resucitado oCHEntoso, el objetivo es el hombre Nuevo, el medio, el pueblo, la lucha es armada hasta los dientes, pero lógicamente la palabra es mejor francotirador que el mejor de los chacales, el más portátil de las armas químicas, y la valentía del ejemplo, la más profunda conexión. El enemigo no tiene palabra, ya lo adelantaron otros francotiradores como Seattle, Guacaipuro, Quintín Lamé, lo corroboraron Sucre, Sandino, Che, Allende con los tiros de gracia en sus cabezas. Ese enemigo tiene la mentira en una dinastía que cree que esto es aún Falcon Crest. Aún cree que aquí tiene a Doña Bárbara de testaferro, cuando todo el mundo está en pie de lucha con sus lanzas coloradas.
(*) Esperando a Godot, es una obra de teatro de Samuel Beckett, donde el protagonista es esperado en toda la obra y nunca llega a presentarse.
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