Madre bomba madre

“--Esta guerra será larga--, ha anunciado el presidente del planeta.
Mala noticia para los civiles que están muriendo y morirán.
Excelente noticia para los fabricantes de armas.”
Eduardo Galeano

Ocurrió semanas atrás. Muchos medios reseñaron en primera plana otro logro tecnológico del gran imperio: la fabricación de una bomba madre. La madre de todas las bombas. Y el invento corrió como verdadero proyectil informativo. Un artefacto listo para causar destrucción total si a los genios del Pentágono se les ocurriese emplearlo. Vale decir, estragos a escala planetaria.
Pesa varios miles de kilos, con varios miles de elementos explosivos. Puede matar, en consecuencia, a millones. Pocos prestaron atención a este nuevo “avance” científico. Algo similar está ocurriendo con el Plan Colombia, en el cual Norteamérica invertirá 1600 millones de dólares para acabar, presuntamente, con el narcotráfico y el cultivo ilícito de drogas. Muchos lo creen porque así les han vendido la noticia.
Si seguimos como vamos acabaremos ansiando la aplicación definitiva del dichoso plan, desconociendo que, como han señalado otros, nuestro país hermano podría ser la chispa para transformar a América del Sur en muchos pequeños Vietnam. Y, no olvidemos, Venezuela todavía forma parte de este continente. Por lo tanto, estaremos en pleno ojo del huracán. Algunos “demócratas” de aquí y de afuera, incluso, están pensando en ese proyecto militar como única alternativa para salir de la “pesadilla chavista”. Sin embargo, deberíamos hacernos varias preguntas antes de aplaudir esta novedosa invención.
Primera: ¿para qué sirve un aparato con tales características? ¿Para garantizar la paz mundial o para seguir aplicando el terrorismo de Estado? ¿Para amedrentar al universo entero? ¿Para demostrarnos cuánto poderío tienen? ¿Esta madre bomba será de destrucción masiva o servirá para justificar otra “intervención humanitaria”?
Segunda: ¿dónde piensan utilizarla? ¿En Asia, África, Europa, Oceanía o América del Sur? ¿Propiciando guerras intestinas y así justificar una nueva participación de sus marines?
Tercera: ¿contra quiénes la lanzarían? ¿Contra ejércitos diezmados? ¿Contra población civil inocente? ¿Contra la guerrilla colombiana o iraquí? ¿Contra los kamikases de Bin Laden? ¿Para probar su eficacia, eficiencia y efectividad?
Cuarta: ¿cuántos dólares hicieron falta para producirla? No lo dijeron. Pero eso no importa. No importa si la pobreza mundial aumenta vertiginosamente. No importa si el número de niños que mueren por hambre haya alcanzado cifras inimaginables. No importa, tampoco, si gran parte de la población humana no puede asistir a una escuela y tiene negado el derecho a consumir agua potable, sobrevive hacinada o no logra ser atendida en centros públicos de salud. Al gran capital, mientras haya más pobres, jamás le importará una distribución equitativa de la riqueza concentrada en pocas manos corporativas.
Quinta: ¿cuánto esfuerzo mental fue empleado en su planificación y construcción? ¿No habría sido más honesto ocupar a tanto intelectual y científico en replantear cómo acabar con las enfermedades o cómo lograr que la pobreza disminuya para que no sigan existiendo tantos fundamentalismos ni tanto odio creciente hacia el causante directo de la exclusión humana? ¿Estamos en tiempos como para andar pensando en fabricar bombas madres? ¿Acaso no es suficiente con la guerra informativa o con la pugna por instaurar un pensamiento único o un tratado de libre comercio que sólo beneficia al único gigante? ¿Por qué no pensamos, más bien, en cultivar tierras para proveer de alimento a los desnutridos del mundo? ¿Por qué no soñar con medios de comunicación --libres e imparciales-- que estén al servicio de la verdad y la paz?
Para finalizar, insertamos unas palabras de Norman Solomon, extraídas de un artículo titulado “Terrorismo, televisión y sed de venganza”, del 18 de septiembre de 2001, luego del derrumbe de las torres gemelas: “El escrutinio por parte de los medios de comunicación de las atrocidades cometidas por el gobierno de los EE. UU. es infrecuente. Sólo ciertas crueldades merecen nuestra atención. Sólo ciertas víctimas merecen nuestra empatía. Sólo ciertos crímenes contra la humanidad merecen nuestras lágrimas.”


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Giandomenico Puliti

Nació en Mérida el 10 de abril de 1961. Hijo de inmigrantes italianos, de 43 años de edad para el momento de su deceso. Casado y con dos hijos. Al cumplir un año, su familia se traslada a Tovar. Su padre, Arnaldo Puliti, junto a Giustino Sciamanna y Cósimo Salvemini, funda el ?Taller Roma?; empresa metalúrgica familiar de reconocida trayectoria en el Valle del Mocotíes. Cursó todos sus estudios en Tovar. En el Ciclo Diversificado José Nucete Sardi obtuvo el título de Bachiller en Ciencias. Formó parte de la Selección Nacional Juvenil en Campeonatos Panamericanos y Mundiales de Ciclismo. Estuvo compitiendo en Italia, Colombia, República Dominicana, Uruguay y Norteamérica. En la Universidad de Los Andes obtuvo el título de Licenciado en Letras. Cursó estudios de postgrado en Literatura Iberoamericana.


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