Según el Diccionario de la Real Academia Española, obtuve resultados de las siguientes palabras:
Grosería:
Tosquedad, falta de finura, descortesía, falta grave de atención o respeto.
Grosero (ra):
Tosco, basto, ordinario, descortés, desatento y sin educación.
La opinión en este país es parecida a las leyes que son aplicadas en un tribunal. Cada quien la asume como mejor le conviene y la lucha por hacer prevalecer un punto de vista, se convierte en una expresión genuina que busca ser entendida en su mejor contexto. Utilizar la grosería cuando tratamos de reflejar una opinión, no es una cuestión de pecado y mucho menos una forma de insulto gratuito que busca personalizar un discurso. Más bien, por lo menos esa es mi opinión al respecto, se busca vulgarizar un concepto y hacerlo digerible a quienes están hartos de palabras rebuscadas que hacen imposible entender un texto o te obligan a acudir de manera excesivamente asidua al diccionario más cercano. Por ejemplo, existe una frase que utilizaba un amigo cuando quería reflejar la carga inútil de un concepto – “Él que con infante pernocta, palatalizado alborea”. En lenguaje simple y corriente, esta frase sería: “El que se acuesta con carajito, amanece meado”. Tomando en cuenta que puedo crear una polémica con un ejemplo tan simple ¿No es más entendible y digerible para las masas la segunda frase que verse obligado a tomar un diccionario y comenzar a descifrar la primera? Otra pregunta polémica: ¿Si nos dirigimos a la masa roja que desbordó la avenida Bolívar, cual de las dos frases entendería?
Adolfo del Río (“Rius” para quienes lo conozcan) se dedicó a vulgarizar el marxismo, el leninismo, el maoísmo y todos aquellos incontables análisis sobre la dialéctica y contradicciones que rodeaban un concepto tan simple como la “Lucha de Clases”. También acudió al lenguaje simple para enseñarnos sobre la Revolución Cubana desde los tiempos de la Conquista Española. Incluso, ante un problema tan complejo como la lucha del pueblo palestino, lo desmenuza de manera agradable para quienes odiamos el socialismo científico y que, de alguna manera, rechazamos tanta jerga intelectual. Rius, no solo describía con simples conceptos la base de los movimientos populares; si no que le agregaba sus “monos” o dibujos deformes que le daban colorido a la explicación y no faltó en sus escritos un “coño” bien ubicado que le diera contundencia a una idea revolucionaria.
Cuando veo a un político dando declaraciones, me veo obligado a traducir su ampulosa verborrea y ha sido grato conocer a más de uno y darme cuenta que ese cliché está reservado solo para las cámaras, el micrófono de la radio o la tinta de un diario impreso. Si en privado, ese político llegara a hablarme de la manera que lo hace frente a los medios, tengan por seguro que irremediablemente terminaría desconfiando de tanta parafernalia y de su influencia o liderazgo ante el pueblo.
Tomando en cuenta el concepto que emana del Diccionario de la Real Academia Española, yo tomaría como cierta “la falta grave de atención o respeto”. ¿Qué más grosera que la actitud de la oposición venezolana al desconocer que existe una gran mayoría que apoya el proceso revolucionario? ¿Qué más grosería que la pérdida de más de 17 mil millones de dólares en el pasado paro petrolero? ¿Qué más grosera que la actitud discriminatoria de los disociados que no aceptan que un zambo esté gobernando la República Bolivariana de Venezuela? ¿Qué más grosería que la fuga de divisas por parte de los empresarios cuando el dólar estaba rueda libre? ¿Qué más grosero que el permanente saboteo de los parlamentarios de la oposición para impedir que se aprueben leyes fundamentales para la República? ¿Qué más grosería que aquellos cursos de seguridad en los que ponían a conserjes, vigilantes y servicio como carne de cañón? ¿QUÉ MÁS GROSERO QUE LOS MUERTOS QUE CAYERON EL 11, 12, 13 Y 14 DE ABRIL, PLANEADOS Y CONCEBIDOS PARA DAR UN GOLPE DE ESTADO Y QUE LE ROBARA AL PAIS, AL PUEBLO VENEZOLANO UN GOBIERNO LEGÍTIMAMENTE CONSTITUIDO Y DE ORIGEN SOBERANO?
Si me pusiera a enumerar el interminable mundillo de las groserías, terminaría dándoles nombres y apellidos; porque la grosería no es solo una actitud. La grosería forma parte de quienes la ejercen. Un Carlos Ortega, un Juan Fernández, un Gustavo Cisneros, un Alberto Ravell, una cofradía de groserías llamada Coordinadora Democrática que incluye a groseros asesinos que llegaron a ser Generales, Coroneles, Capitanes a expensas del dinero que le pertenece al soberano y se convirtieron en traidores, conspiradores, corruptos, babosos al servicio del imperio que, ¡tamaña grosería!, nos quieren birlar el petróleo y la nación.
Cuando le hablo a mi gente y le explico quienes son realmente los groseros, no puedo saltarles con un “¡cónfiro!” o un “¡vercia!”… Las vainas son como son y hay que ser claro en las explicaciones. Un grosero para mí es uno de esos hijos de puta que mencioné antes que pudieron hacer la grosería de intentar joder mi país.
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