Cecilio Acosta falleció el 8 de julio de 1881. Al saberse la noticia en los claustros universitarios, donde había sido catedrático y también expulsado ignominiosamente... la Secretaría de la Universidad Central comisionó a los doctores Jesús María Goya, Ramón Ramos, Federico Tejera y Domingo Céspedes para que en nombre de la Academia asistiesen al entierro. Dos de estos profesores se excusaron. No sabemos si los otros cumplieron el encargo. Sin duda que en el ánimo de todos gravitaba el temor de tributar públicamente el último adiós al opositor más recio, honesto y valiente del Presidente Guzmán Blanco. En 1854 El Consejo Universitario, haciéndose eco de una solicitud del general José Gregorio Monagas, a la Sazón Presidente de la República, destituye y expulsa de la Universidad al ilustre escritor. Y esto, a pesar de haberse ganado once meses atrás y en limpia oposición la Cátedra de Legislación Universal y Civil y de Economía Política.
El obediente rector, a quién seguramente se tenía en gran estima, cometió la gran injusticia, Se llamaba Antonio José Rodríguez, el resto del Consejo, lo integraban Luis Blanco, Toribio González y Geronimo Blanco. El candidato que habría de sustituir a Cecilio Acosta fue el Dr. Bautista Barrios, quien fue elegido por aclamación. ¿Quién sabe a esta fecha algo que recuerde al Dr. Diego Bautista Barrios? ¿A los que integraban el Consejo Universitario? ¿A los ilustres desconocidos que en gesto desdeñoso le negaron, a nombre de la Universidad, el último homenaje? Pero que eran hombres muy importantes hace más de un siglo es innegable, “un rector de la Universidad Central no es cualquier cosa”; “como tampoco pueden serlo los miembros del Consejo Universitario y los profesores de las Facultades”. Eran hombres, indiscutiblemente, de primer plano, de esos que están presentes en todos los eventos sociales y políticos... Eran los Don Sensatos de la época; (los “parís y los geanetos”; glorias efímeras, los espectros que son y que van a ser) son primeros chicharrones de cualquier arroz... Los vemos diciendo frases como estas, es de lamentar lo sucedido a don Cecilio Acosta, un hombre humilde y trabajador, pero él mismo se lo buscó. ¿Quién lo manda a buscarle los cinco pies al gato al Ilustre americano y su no menos ilustre Padre don Antonio Leocadio? (el Padre de la Mentira). Cecilio Acosta, en oposición a esos señorones tan importantes, era apenas un literato, nacido, crecido y muerto dentro de la pobreza, que, con excepción de los grandes escritores de su tiempo, no interesaba a nadie en Venezuela.
Era un hombre sin importancia a los ojos de sus contemporáneos y de las fuerzas vivas... que por su forma de ser, ajena a complicidades políticas, estaba marginado de la dinámica del poder... Que por haber nacido en San Diego de los Altos, de una familia modesta y sin mayores recursos, que tampoco logró acrecentar, estaba desvinculado de las grandes familias que, como los Blanco, consintieron en su destitución. Hoy a 127 años de de su muerte, sin embargo, la imagen de Cecilio Acosta no sólo perdura sino que se exalta en la grandeza y reconocimiento del pueblo, de los valores y de la intelectualidad. Su nombre aparece en la historia de Venezuela como una de las figuras más ilustres de nuestro devenir... Hay estatuas de Cecilio Acosta... Hay calles, plazas, universidades y liceos que llevan su nombre. ¿Dónde están, sin embargo, los Don Sensatos, los burócrata solemnes. ¿Quién sabe que alguna vez existieron? ¿Qué en sus entierros probablemente se agotaron las flores del Guaraira Repano y se dijeron discursos encendidamente laudatorios? ¡Nadie! ¡Absolutamente nadie! Fueron estrellas fugaces, glorias efímeras. A diferencia de la obra de Acosta, que permanece viva y presente en la venezolanidad.
Esta es la Venezuela que tenemos que cambiar, entre muchas otras cosas más.
Y cuando alzó el vuelo, tenía limpias las alas, dijo José Martí.
Salud Camaradas:
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net
