Raquel Hernández, 27 años, Técnico Superior en Mercadeo, apartamento decorado con lámparas minimalistas, muebles Art Deco y unas tallas de madera compradas en sus exploraciones por El Junquito. Tenía el pasatiempo de llenarse los fines de semana con Bach, Mozart y algunos boleros de Felipe Pirela (pecado musical de sus orígenes en Catia). Suponía que los barrios estaban para que existieran algunos privilegiados que, como ella, los tomaran como un ejemplo personal de cómo hay que joderse para llegar a ser alguien en la vida y como el resto se queda para seguir dando el mal ejemplo. Catia ya no existe o quedó muerta en sus ejemplos de cómo se debe utilizar la conciencia. Se partió el culo y se quemó las pestañas para llegar a convertirse en la Jefe del Departamento de Publicidad de una de las mejores empresas del país. ¿Casada? ¡Que va! En su agenda no está un hombre que la venga a joder o a llenar de hijos o a revisar libros de cocina. ¿Tirar? ¡Depende! Si la vaina es descargar las necesidades naturales y fisiológicas después de una parranda de negocios, bienvenida sea. Pero, de allí a estar escuchando un “mamitequieroquejode” o un “vamosatomarlavainaenserio” o un, ¡Horror!, “vamosavivirjuntosmamacita”; se joden los cálculos financieros y no va a estar lavando calzoncillos con rayas escatológicas. Eso se lo dejó a la madre que sigue en Catia y cada mes le permite visitarla.
Raquel está decepcionada, desilusionada, despechada, arrecha es la mejor palabra porque Altamira ya no es la capital del este…
Pablo Alcantara, 38 años, Ingeniero Civil egresado de la Central, Penthouse en Santa Fe, con mujer profesional de la medicina, doctora en no se que carajo y socia de la Clínica Metropolitana; apenas se ven y no importa por que “tienentodoloquequieren” y “lesimportauncoñosiotrosnotienennada”. Tuvo un pasado escabroso con los comunistas que luego mutaron a socialistas y terminaron siendo opusdeístas. Historia patria, mi hermano. El perro baila con los reales y ese pecadillo se borra con sus incursiones en Paracotos o botando a sus obreros cada dos meses y veintiocho días. La Grand Blazer negra con la bandera negra y siete estrellas, sustituyeron la camionetita Renault usada que el viejo le regaló y tenía una calcomanía con el puño del MAS. Conoce a Teodoro, a Pompeyo, a Puchi y a no se que otro que está en la coordinadora y que, “¡Dios mediante!”, sacarán al zambo de Miraflores. Está segurísimo que la oposición recogió “cuatromillonesochocientossesentaycuatromilseiscientas” firmas y si esa vaina no es verdad, pues igual van a tirarse con un gobierno provisional que su socio, “¡aguafiesta el pendejo!”, duda se instale. No recuerda si tira o no con su mujer, pero si recuerda que Catalina, su secretaria, tiene un culo inmejorable y le ha sudado el escritorio varias veces.
Pablo Alcantara está decepcionado, desilusionado, despechado, arrecho es la mejor palabra porque esos comunistas tienen al país jodido…
Carlos Gurruchaga, 28 años, graduado en Columbia University, hijo de los Gurruchaga con escudo, banco, empresas, barcos, hacienda, avión, helicóptero, mansión y fin de semana en Miami por que Caracas está llena de macacos. Le importan más los reportes financieros de CNBC que la vulgaridad diaria de Globovisión. Papi Gurruchaga lo tiene jodido con esa vaina de preservar el apellido con una novia de su misma condición social. No sabe Papi Gurruchaga “losdescomunalesvacanalesencayohueso”, donde gira parejo el 97% del polvo estimulante y no esa vaina de la patota en la hacienda valenciana, que le ha dado por tomar el Bronconeubion como Pepsi Cola, “esavainaespalocoschamo”, “jodelatorreyquemalasneuronas”. No sabe mucho de política y en honor a la verdad, solo los ha visto cuando vienen de pedigüeños a llorarle a Papi Gurruchaga para hacer sus marramucias. Ha estado pensando seriamente en mudarse para Miami y dejar a esta cuerda de locos que se maten. Le asomó algo a Papi Gurruchaga y le molestó que lo mandara a meterse el título de economista por el culo, “tunosabesloquedices”, “enelnortesepaganimpuestospendejo”, “enrrollaeltítuloytelometestusabesdonde”.
Carlos Gurruchaga está decepcionado, desilusionado, despechado, arrecho es la palabra por que Papi Gurruchaga no lo deja irse a vivir a Miami…
Pedro Pérez, 33 años, Plan Robinson, Robinson II y buscando echarse una colita en Misión Ribas, baqueano de los médicos cubanos, solidario, comprometido, revolucionario, incansable trabajador, eterno soñador de la patria bonita, salió a la calle el 11, el 12, el 13, el 14 y todas las veces que presintió al golpista en jodiendo. La lealtad, la vida, la patria, el “nuncajamásvolverán”, el “patriaomuertecarajo”, el “UhAhCháveznoseva” y la esperanza son consignas reales. Baila con la negra Beatriz en plena Avenida Bolívar con Madera, con los raperos, con ese carajo que rockea las casas de cartón, siempre de rojo, con los círculos, con el poder popular y “queleechenbolapaquevean”.
Pedro Pérez está contento, feliz, alegre, “delcarajo” es la expresión más cercana a ese pecho que se “jincha” y arrebata las estrofas del Himno Nacional…
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