Imagino una tarde poniente en las alturas del Parque Guatopo, en lo más alto del monte, en las cercanías del sector Los Alpes, por donde un claro de montaña abre su hojarasca para ver el crepúsculo que no es día ni es noche, allá más abajo, lejos, las entreluces de Caucagua el entonces Distrito Acevedo del estado Miranda en el centro norte de Venezuela y las lumbres móviles de los carros que circulan por la carretera de la costa a decenas de kilómetros, mientras un combatiente guerrillero del Frente Ezequiel Zamora asoma su imaginación entre la neblina escuchando un radio transistor mediante un audífono incrustado en su oído izquierdo y el otro en el entorno selvático, el sonar de las noticias de Radio Rumbos y al finalizar el noticiero, la sección musical de la noche que llegó con la letanía de guacamayos volando sobre la cresta de la montaña y la voz española de Nino Bravo cantando, “es el viento que te habla que acaricia tu soledad”.Era la retirada de la última vanguardia de la guerra de guerrillas.
El paraje, la soledad, el agua, la lluvia, la distancia, el camino sin trazado, el tiempo, los pájaros, los bachacos, la montaña, los campesinos, el ejercito, el hambre, un pote de leche condensada y un libro del Chè “El Socialismo y el hombre en Cuba” , ya eran circunstancias comunes, más todavía, se hizo costumbre y es disfrute de luchas en los hombres del Frente Guerrillero Ezequiel Zamora, un orgullo que hoy día sus combatientes sobrevivientes cuentan con ánimo al tenor de la conciencia crítica de un proceso revolucionario que ellos contribuyeron a construir a costa del cual sacrificaron sus vidas, sus familias, un futuro profesional, un amor que quedó en la ciudad, los hijos, los estudios, un destino que los llevó por otros derroteros y que muchos asumieron con dignidad y otros pocos lo recuerdan con vergüenza y frustración.
De aquellos días pocas veces se ha escrito, han sido los desertores de los principios de lucha que una vez guiaron la emocionalidad de esos tiempos de combate justiciero al mejor estilo de Hood, quienes han escrito sus experiencias para remachar la derrota táctica y todavía peor confundir al público lector con textos llenos de odio y de un peso de frustración personal que los acosa y persigue silenciosamente en la privacidad de sus conciencias, como Héctor Pérez Marcano con el epítome “La Invasión de Cuba a Venezuela” y Américo Marti con la “La sucesión de Castro, una herida abierta”.
Los trabajos del historiador y docente Agustín Blanco Muñoz, tanto en entrevistas realizadas a “comandantes” de la guerra de guerrillas venezolanas en la década de los sesentas y sus archivos tétricos publicados en varios tomos como parte de una investigación sobre el pasado y destino de la izquierda venezolana, resultan un testimonio valioso para revisar pero no confiables desde el ángulo político porque llevan la el estigma de la mala fe y el enigma de saber para quien se trabaja cuando se actúa públicamente como un mercenario intelectual.
Alguien en algún momento indicó que no se debía hablar de este tema porque todavía en el actual ejército venezolano hay temores y resquemores de cuando la guerrilla actuaba en Venezuela, que no es conveniente tocar el tema por la sensibilidad que esta en las mentes de algunos oficiales y que se trata de un tema que puede generar “antipatías” hacia la izquierda. Entiendo que estos mitos deben ser derrumbados en tanto se aborde con criterios científicos y con métodos de estudio serios, el tema y lo que realmente ocurrió, no solo para salirse al paso a estos “miedos” y a las mentiras que algunos escritores, políticos y aventureros de la jungla oposicionista nacional e internacional han escrito o dicho, sino para dignificar un periodo de la historia de las luchas populares que marcó el destino que hoy construye ese mismo pueblo.
No hay dudas que para ambos bandos hubo bajas (ejercito y guerrillas) que se cuentan como perdidas de vidas humanas irrecuperables, es lo lamentable de una guerra, son los resultados del sin fin de la lucha que los pueblos tienen que entablar para lograr su redención y recuperar la dignidad de vivir en democracia con plenas libertades civiles y asistiendo a la demanda de sus derechos políticos, sociales, culturales y económicos.
En hora buena la Revolución Bolivariana se construye en paz, no obstante las víctimas que cobran la insensatez de las trampas que se tejen en atajos por donde sectores de la oposición, el paramilitarismo y los mercenarios se zumban de manera aventurera e irresponsable para tratar de hacerse del poder político que han perdido y que cada día pierden en terrenos donde demuestran una enorme incapacidad táctica y estratégica.
No obstante la gran lucha que el pueblo venezolano como pueblo latinoamericano continua en el terreno minado de la ideas, que cada flanco o trinchera que se toma en la lucha por descolonizarnos es una victoria que celebran quienes vienen desde años reclamando justicia y dignificación de vida en el hacer cotidiano del pueblo venezolano.
Despejar dudas, preguntarse que fue lo que pasó, desmitificar la interminable campaña de calumnias y confusiones que incansablemente tejen las empresas privadas de comunicación con sus socios continentales es una lucha titánica que requiere hoy una respuesta no defensiva sino ofensiva, inteligente, creativa, fecunda y sobre todo con sentido de la oportunidad y de colocarse delante del enemigo para desmontar sus estrategias inscritas en manuales de guerras psicológicas que hasta ahora no le han dado resultados en lo fundamental pero que persistentemente crean daño en bastos sectores de la población al ser engañada y confundida.
La Revolución Bolivariana le debe mucho al sacrificio de estos combatientes cuyos ideales siguen presentes y haciéndose realidad en el campo venezolano, en la fábricas, en las escuelas, en los barrios y que felizmente se muestran en las sonrisas de los niños que encuentran asistencia oportuna en la Misión Barrio Adentro, en la alegría un viejo que consiguió su sueño de aprender a leer en la Misión Robinson y en cada conquista que hace posible el sueño de Bolívar y del Ché Guevara en el pensamiento de darle felicidad y cultivo de amor a la humanidad.
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