Sometidas al pertinaz desafecto del tiempo,
las construcciones del pasado no pueden aspirar a congelarlo,
sobreviviendo inanimadas en una atmósfera de gases inerte:
la arquitectura detenida es una arquitectura muerta.
Luis Fernández Galiano.
(Citado por William Niño en:
“Arquitectura de un descomunal texto en prosa”)
Hace 202 años, mientras la tripulación del Leander se aproximaba a la costas de la Vela de Coro, deseosa de entablar combate y reconquistar América para la Libertad, el clero y los funcionarios de la corona hacían su campaña mediática difamante: “¡Ese tal Miranda es un monstruo!”. “¡Es un masón!”. “¡Un protestante que quiere imponernos otra religión!”. “¡Ese Miranda es un perverso!”. “¡Es un hereeeeje!”. Y por si la calumnia no fuera suficiente disuasivo, el obispo de Mérida, Santiago Hernández Milanés, amenazó de excomunión a quien osara brindar cualquier tipo de apoyo al traidor.
No querían dejarlo desembarcar porque la Libertad que con él venía les inspiraba terror. Sin embargo, arribó victorioso el Leander y el ejército mirandino conquistó sin dificultad el fortín de San Pedro y la ciudad de Coro. Lo que algunos historiadores han calificado ligeramente de fracaso fue en realidad una poderosa victoria política y simbólica. Después de trescientos años ondeando ininterrumpidamente en cielo americano, la bandera del dominio fue arreada por Miranda para izar en su lugar el tricolor de la patria libre. Con ese acto heroico, demostró a todo el continente lo que podíamos ser.
Hoy, como un extraño paralelismo histórico, un pequeño grupo difama al Proyecto Leander y se opone al arribo del buque insignia mirandino en el mismo lugar donde permaneció, sin ninguna crítica durante más de 30 años, la nao Santa María de Colón. No se confiesan antimirandinos, sino defensores del “patrimonio”. Dicen que no se oponen al Leander sino a su construcción en el Parque del Este, alegando que eso sería un “crimen patrimonial” contra la obra maestra del reconocido Arq. Roberto Burle-Marx. El nombre de Miranda está en el Arco del Triunfo de París y en el campo de batalla de Valmy donde obtuvo una resonante victoria militar; sin embargo, ellos no lo consideran digno de que ocupe un lugar especial en el Parque Generalísimo Francisco de Miranda. Este grupo de dos arquitectos y algunos trotadores molestos porque una cerca de seguridad los obliga a desviarse unos metros de su recorrrido habitual, no podrá más que 200 años de historia.
Nadie discute el valor patrimonial del Parque del Este. Un fósil milenario puede considerarse patrimonio, pero no todo patrimonio es un fósil. Un genio puede realizar una gran obra, pero si esa obra está al servicio de la sociedad, seguirá siendo su autor pero ya no le pertenece. El mejor homenaje que puede hacérsele a Burle-Marx, no es dejar intacta su creación, sino dotar de nuevos sentidos el espacio público que él diseñó, porque si el patrimonio no sirve para generar identidad, entonces no sirve para nada.
Finalmente, el Leander desplegará sus velas en el Parque del Este, para que todos nuestros niños aprendan a amar su propia historia. Y aunque se trate de una réplica, será un patrimonio simbólico recuperado con la fuerza de dos siglos de historia, dentro de otro patrimonio de cuarenta años de edad.
proleander@gmail.com