Comencemos por advertir que lo de franquicia no tiene que ver con el generalísimo Franco pues, en ese caso, sería España, o la mayoría de sus instituciones, las franquiciadas por el caudillo que actuaba por la Gracia de Dios. O sea, la ultraderecha española es franquista de pura cepa, quizás no tan recalcitrante como al final de la guerra fratricida, pero reciclada y puesta al día por los herederos del falangismo fascista. Ergo, Chemaría Aznar y compañía.
Lo que pretendo alegar es que las empresas que llevaban el nombre de Venezuela, por vainas de la vida, parecían condenadas a caer en manos españolas, como si la Independencia y sus secuelas hubiesen sido "...vapores de la fantasía".
Veamos si no. La Venezolana Internacional de Aviación, Viasa, fue adquirida a precio de gallina flaca por la supuestamente eficiente Iberia, quien al poco tiempo dejó en la bancarrota a la otrora línea emblemática de Venezuela. Hasta el sol de hoy, buena parte de sus empleados criollos reclaman las prestaciones adeudadas por los compradores maulas.
La Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela fue privatizada, a precio desvalorizado, durante los estertores del bipartidismo conchupante. Cantv pasó a manos de un consorcio ibérico que se apresuró designar en la presidencia a uno de los "Chicago boys", de origen criollo, pero gringófilo en cuerpo alma y procedimientos.
Luego le tocó el turno a los bancos. Éstos, sin ser empresas del Estado, tenían cierto gancho por ser conglomerados nacionales. Uno de ellos ostentaba, nada menos, la denominación de Banco de Venezuela, una prerrogativa confusionista basada en su antigüedad como institución financiera en el país.
Tanto el de Venezuela como otro de los grandes pasaron a manos de emporios financieros españoles, quienes procedieron, metódicamente, a sacarles la chicha.
No está de más decir que durante el paro golpista el susodicho se sumó al intento desestabilizador y en la actualidad sus mensajes publicitarios patrocinan a la hez de la conspiración.
Si ahora se ponen cómicos para venderle sus acciones al Estado, lo que hay es que demostrarles quién tiene la sartén por el mango.
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