A veces nos damos cuenta que hace falta la reflexión teórica. Detenerse a
indagar los asuntos abstractos del pensamiento para ubicarnos en la realidad
del pragmatismo. Ejercicio que nos permite identificar las causas que
originan las inconsecuencias de lo que difundimos con palabras, pero que no
materializamos con hechos.
Práctica necesaria para apreciar el significado, por ejemplo, de la
trascendencia del revocatorio y del valor de la lucha por la revolución.
Comencemos, pues, este trance del intelecto, válido para los pensadores de
arriba y para los de abajo. Válido también para los radicales y para los
pragmáticos. Me adentro en esta reflexión señalando que una de las
deficiencias más notorias de nuestro proceso es la ausencia de elaboración
ideológica.
A pesar de las múltiples enunciaciones de consignas y demostraciones de
arrojo revolucionario, falta todavía racionalizar el cuerpo coherente de
ideas que permita profundizar la revolución bolivariana. Me atrevo a señalar
que la acción política de la mayoría del colectivo revolucionario, responde
más a impulsos pasionales que a los juicios y convicciones sustentadas en la
lógica del pensamiento.
La ideología es el sistema de ideas, creencias y valores, procesado por cada
ser pensante, para explicar, legitimar y perfeccionar el orden social de
nuestra realidad político-social, común a un conjunto de personas que
conviven dentro de la sociedad nacional. No obstante, entendiéndola de esa
manera, la ideología pasa a ser la arista teórica del proceso, ausente por
desconocimiento, omisión o negligencia. No se ha asumido todavía como el
factor de poder que nos falta para sostener, de manera inequívoca, el
proceso revolucionario.
La ideología sirve de referencia para sustentar la moral y la ética humana.
Es la base para concebir el desarrollo histórico de la humanidad. Es el
fundamento que orienta las posturas políticas ante los cambios existenciales
y las definiciones sobre el uso de los medios de producción. La ideología es
el molde que le da forma a los principios rectores de la virtud humana, como
lo son: la honestidad, la justicia, la dignidad, el honor, la lealtad, la
solidaridad, la camaradería y la perseverancia, entre otros. Virtudes
necesarias para contrarrestar el efecto fascinante del poder y así no
claudicar ante sus tentaciones ilícitas.
La revolución bolivariana, sistema político que comienza a instaurarse en
Venezuela, en sustitución de la democracia representativa, es el nuevo
modelo político para la dirección de la sociedad nacional. Ideológicamente,
tiene por meta la transformación de las relaciones de poder, las relaciones
sociales y las relaciones de producción. En contraposición a la democracia
representativa que se expresa en la manutención estructural; valga decir,
perpetuar de manera inalterable las relaciones de dominio que ejercen las
cúpulas sobre el colectivo. Condición perecedera y circunstancial a la que
se le identifica como reforma.
Por lo tanto, los dos sistemas políticos que se confrontan en este momento
tienen conceptualizaciones ideológicas radicalmente opuestas. Un modelo es
revolucionario y el otro es reformista. La confrontación de ellos nos exige
detenernos a pensar. Nos obliga a definir nuestro marco de referencia
individual para relacionar lo que observamos; y, así, estar en capacidad de
emitir nuestros juicios. Saber lo que queremos y por qué lo queremos. Esto
significa darle forma al pensamiento elaborado e iniciar la concepción
ideológica.
El reto de ahora, de los luchadores revolucionarios, de quienes se
identifican con el proceso revolucionario y están resteados de por vida por
alcanzar las metas de los cambios estructurales, es procesar la ideología de
la revolución. Su ausencia es un flanco de debilidad, mientras que su
elaboración es un gesto de conciencia para profundizarla. Posesionarse de la
ideología revolucionaria, por medio de su difusión y de la formación
política, es lo que nos hace falta.
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