Zuleima Quintero conoció a Astróbolus en una breve pasantía por una de esas tiendas esotéricas en el centro de Caracas. El carajo le enseñó raudamente a traficar con velas, sahumerios, tabacos, pócimas, cuerno e’ ciervo, polvos, santos, collares y todo ese conjunto de elementos que desatan un “de que vuelan, vuelan” en crédulos e incrédulos.
Astróbolus tomaba muy en serio su condición de astrólogo. Egresado de la Escuela de Astrología de Joseph Yu por correspondencia y cinco años pasando frío en la azotea del Bloque 7 del 23 de enero para definir con unos binoculares donde estaba Plutón y la interpretación de un millón de cálculos astrales a la luz de una vela, lo calificaban para hacer un análisis serio de cualquiera que quisiera saber su destino.
Pasó de llamarse Juan Pérez, con cédula y todos los requisitos legales de la DIEX, al afamado nombre de Astróbolus porque solo él tenía las bolas de estudiar los astros en el 23. En eso no aceptó crítica alguna, ni siquiera de Joseph Yu, su mentor, a quien le espetó en un singular correo – “Déjese de vainas, maestro… Bastante tengo con que los malandros crean que estoy loco… Astróbolus me puse y así se queda.”
Zuleima admiraba su forma suave de hablar y de alguna manera entendió que había algo de cierto en sus predicciones. “Hoy no habrá agua, Zuleima… Recoge pa’ que los baños no se llenen de mierda…” – Le ordenó un día después de hacerle la carta astral a Jacqueline Farías, presidente de Hidrocapital – “Según mis cálculos, esa caraja hoy cierra la válvula de Camatagua…” – Y así fue. Y a Zuleima se le quitaron las ganas de mear después de tal predicción.
Una vez predijo con exactitud la llegada de un personaje político a la tienda. Lo dijo en la mañana, recién abierta la santamaría. Zuleima pensó que Astróbolus esta vez se equivocaría. Sin embargo, no pasaría más de media hora cuando vio entrar a Enrique Mendoza pidiendo un velón negro revienta-trabajo, protegido por musculosos guardaespaldas con radios, chalecos antibalas y sendas colt 45 guindando de las cinturas. “¡Carajo! ¿Este tipo no me podrá dar un triple en la lotería?... ¡Que vergatario es!” - Pero, Astróbolus se negó de plano a suministrarle ese tipo de información – “¡No me tiente, carajita!... Eso llega por orden del Supremo Hacedor y no por investigación de un simple mortal… Si lo hiciera, perdería los poderes que me han sido concedidos…”
Luego de haber entrenado a Zuleima y tener la confianza de que no se pelaría en los precios de los inciensos, diferentes por su procedencia, poder y variedad, Astróbolus se dedicaba a mezclar ramas y líquidos puros en una labor propia de los alquimistas. De vez en cuando salía corriendo a buscar el extinguidor y le decía – “No se preocupe, Zuleima… Se me pasó la mano con la pólvora…” – Zuleima llegó a distinguir en quince días apenas, cuando sonaba un cohetón en la Iglesia San Francisco o cuando explotaba una vaina en el laboratorio de Astróbolus y corría con el extinguidor para solventar el breve error experimental.
Zuleima estaba acomodando las pepitas de colores que se usan para armar los collares en sus diferentes cajitas, cuando vio entrar a un cliente inusual. Era una señora encopetada, pelo amarillo con destellos morados, altiva mirada y desafiante caminar. Tenía un collar de perlas legítimas por su irregular redondez, un reloj Omega de pulsera de fino trenzado de oro y un brillante adornando el anular – “Buenos Días, esta niña… ¿Podría decirme si se encuentra un tal Astróbolus en esta… tienda?” - Zuleima balbuceó un “espere, ya le atiende” tímido y fue en búsqueda de su jefe, para regresar nuevamente y notar que ya era ignorada por la visitante, quien veía con desdén los artilugios ubicados en los estantes.
“Dígame ¿En que puedo servirle, señora?” – Salió Astróbolus de su laboratorio haciendo caso omiso de la prepotencia mostrada por la dama, a todas luces de alta sociedad. “Me han dado referencias de usted, señor… ¿Astróbolus?...” – Sin esperar una respuesta que Astróbolus no quiso dar, agregó – “Le pido me haga una Carta Astral de este país gobernado por ese macaco… Tengo que tomar un decisión muy importante y debo saber si tendremos a ese engendro en Miraflores por mucho tiempo” – Astróbolus, enarcando la ceja derecha, se acercó al mostrador – “Le advierto que no soy chavista, señora. En consecuencia ¿Quiere que le diga la verdad o espera que le mienta?... Si le hago una carta astral a este país, me veré obligado a decir lo que veo con exactitud… Bueno o malo para usted, tendrá que aceptarlo… ¿Entiende lo que ahora le digo o no me he explicado lo suficiente?” – Esta vez, la señora se vio atrapada por la contundente aclaratoria y no tuvo más remedio que contestarle – “Amén, que así sea y que mis ruegos ante Baltazar Porras no se vean rechazados… Me entrego a sus predicciones y vea que no es común que confíe en personas de baja estirpe…”
Astrobolus, obviando el último comentario se acercó a una biblioteca para sacar un libro de cuero muy viejo y lleno de polillas. Lo sacudió y agregó a su búsqueda un transportador, una regla de plástico comprada en alguna feria escolar, una cartulina picada por la mitad, un lápiz Mongol y una calculadora Casio de bolsillo con una propaganda de harina Robin Hood.
Empezó a trazar líneas horizontales, verticales, diagonales, curvas, puntos, grados, planetas y musitaba bajito – “A ver, Venezuela nace un 5 de agosto de 1498, cuando los gallegos empezaron a joder con las hostias y el Cristo a juro; eso pasó a las 2 de la tarde… Posiciones de los planetas, a ver, Sol en Leo, 27 grados, casa 8, retrógrado… Luna en Leo, 33 grados, casa 6, estacionario… Júpiter en Leo, 3 grados… Saturno en Leo… ¡ajá! ¡Que arrecho!... Plutón, ¿Dónde coño está Plutón? ¡Verga con Plutón! Se me pierde desde que estaba estudiando… ¡Eso! Aquí está el Plutón de mierda… Placidus… sagitarius… alea jacta est… ¡Coño! Ese carajo sale en todos lados… dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho… cero mata cero… ¡LISTO!...” – Astróbolus levantó la hoja admirado de sus cuentas perfectas, mientras la dama dejaba notar su desesperación – “¿Me va a decir en que resultó esa carta astral o es que piensa dejarme esperando toda la mañana?”
Astróbolus colocó la hoja ceremonialmente encima del mostrador y parsimoniosamente comenzó a decir – “Señora. No hay referéndum… está clarito en Plutón que es el planeta más lejano. Marte en consonancia con Sagitario dice que Chávez gana en el 2006… Saturno no se pela con una reforma constitucional y dale con que Chávez se presenta de nuevo en el 2013 y ¡Carajo!... ¡Hasta el 2021!...” – La dama levantó la cartera y se fue violentamente en contra de Astróbolus. A carterazo limpio lo acorraló contra la biblioteca – “Mira, negro el carajo… Tú no eres astrólogo un coño… Tu eres otro chavista más, coño e’ madre… te voy a mandar a meter una bomba en esta negocio de mierda, negro cabrón…” – Se le rompe el collar, las perlas se esparcen por el suelo, se despeina y pierde el glamour la dama, mientras Astróbolus se escuda con las manos. Rescata la prepotencia y el andar de avestruz; se marcha la dama por donde vino…
Astróbolus, recoge su carta astral del piso – “¡Coño! Pero si está clarito… ¡ZULEIMA!... Busca otra cartulina y me pones en esa vaina con letra bien grande SE RESERVA EL DERECHO DE ADMISION… No me voy a calar a otra vieja mayamera… ¡Epa, Zuleima! ¿Y será que le hacemos llegar esta carta astral a Chávez en Aló Presidente?”
marioaporrea.org
msilvagayahoo.com