¿Es verdad que San Martín pensaba igual que Bolívar? (X)

Frente a Frente.

Después del abrazo, los dos libertadores se dirigieron a la residencia que le habían destinado al generalísimo, allí el Protector del Perú, recibió la visita protocolaria de las autoridades locales y los jefes del ejército colombiano. Se conversó sobre temas generales, el Presidente de Colombia y el Protector del Perú se mostraron muy cuidadosos absteniéndose de conversar sobre los delicados tópicos que motivaban esa reunión en Guayaquil. Al golpe del mediodía, Bolívar se despidió de su huésped y se retiró acompañado de la mayoría de los visitantes, pero ya el generalísimo le había comunicado que le visitaría esa misma tarde.

Cerca de las cuatro de esa tarde, el Protector del Perú llegó a la casa de gobierno, Bolívar le esperaba y de inmediato comenzaron las conversaciones históricas del momento político que vivían. Bolívar observó que San Martín tenía un completo dominio de sí mismo y que mantenía ese aire superior de majestad que cautivó en su tiempo a las gentes cultivadas del Plata y el Perú. Cuando leemos el informe de la secretaría del Libertador al Gobierno de Bogotá, encontramos: “poco después de llegado a su casa no habló de otra cosa el Protector sino de lo que ya había sido objeto de conversación, haciendo preguntas vagas e inconexas sobre las materias militares y políticas sin profundizar ninguna, pasando de una a otra y encadenando las especies mas graves con las mas triviales. Si el carácter del protector no es de este género de frivolidad que aparece en su conversación, debe suponerse que lo hacía con algún estudio”.

A esta estrategia de San Martín, Bolívar le siguió la corriente, evitando temas que de momento pusieran al descubierto sus verdaderas intenciones. El generalísimo argentino no se mostró inferior a la sagacidad de su rival; demostrándose desinteresado, interrogó a Bolívar que si no estaba muy disgustado por las “pellejerías” de Guayaquil, calificativo “porteño” para identificar los disturbios políticos. Respondiéndole el Libertador de inmediato que la situación política del puerto ya había encontrado adecuada solución en las adhesiones de su pueblo al Gobierno de Colombia, que no tardarían en quedar -como lo había solicitado San Martín- ampliamente ratificadas por los comicios próximos a celebrarse. El Protector buscó la forma de demostrar la demolición social que se avecinaba, le habló sobre la impreparación de los pueblos americanos para el gobierno republicano y democrático y llegó hasta decirle a Bolívar que en Guayaquil, en el mismo Quito se estaba fraguando una conspiración para establecer en aquellas regiones un estado independiente de la Gran Colombia.

Llegada la conversación a este terreno, San Martín cambio su estrategia y buscó conocer de una vez por todas las verdaderas intenciones de Bolívar, asegurándole, -dice el Informe al Gobierno de Bogotá- que iba a retirarse a Mendoza; que había dejado un pliego cerrado para que le preguntasen al Congreso renunciando el Protectorado; que también renunciaría la reelección que contaba se haría en él; que luego que obtuviera el primer triunfo se retiraría del mando militar, sin esperar a ver el término de la guerra; pero añadió que antes de retirarse dejaría bien establecido las bases del Gobierno; que éste no debía ser demócrata en el Perú, porque no convenía, y últimamente, que debería venir de Europa un príncipe aislado y solo a mandar en aquel estado”.

Ante aquella franqueza, Bolívar consideró que el momento estructural de las realidades había llegado y fue entonces cuando decidió manifestarle al Protector que su intención era totalmente radical y que se oponía a la coronación de príncipes europeos en America, por considerar a la opinión popular ya fijada en el continente en favor de la República. Su frialdad de los primeros momentos desapareció y el jefe revolucionario se reveló con no dejarse atrapar por la desmoralización, la arrogancia, la altanería y la insolencia de ese evangelio monarquista europeo o americano el que solo traería desgracia, injusticia y esclavitud y lo que él consideraba que sería continuar con el saqueo, el racismo, el entreguismo de las patrias a una nueva colonia. San Martín calló, no entendió a Bolívar, el cual prosiguió luego y con mucha seguridad le repitió que no existiendo en América las condiciones sociales necesarias para la vigencia normal del sistema monárquico, se necesita no del ensayo de regímenes exóticos, si no de la adaptación del sistema republicano a las realidades típicas del Nuevo Mundo, que no permitían estabilizar, por medio de poderes autocráticos, las condiciones de vida coloniales, sino que demandaban urgentemente el establecimiento de una forma de gobierno capaz de permitir, por la solidez de su estructura política, el ascenso, a mejores condiciones de vida, de las extensas masas de la población americana, sin que ese proceso se cumpliera acompañado por un peligroso quebrantamiento del orden político.

San Martín respondió con una actitud totalmente sincera y busco la forma de defender su idea, diciéndole a Bolívar que ese modo de pensar causaba en él una profunda alarma y que esos procedimientos radicales empleados en América para fomentar la revolución contra España, causarían una marcha apresurada hacia el caos y que se estaría preparando una guerra civil que haría imposible la organización de los estados americanos después de su emancipación. Finalizando, le explicó que las instituciones monárquicas, sobre las cuales, en su concepto, podía negociarse la emancipación del Nuevo Mundo con los poderes imperiales, harían innecesario desencadenar las pasiones populares contra las clases patricias, únicas capaces de dar a las sociedades americanas una sólida y estable organización política.

Allí en ese momento, estaban frente a frente las dos formas de pensar, las dos concepciones que aspiraban a poner su espíritu y anhelos a la empresa histórica de la emancipación americana. Bolívar consciente de que se necesitaban conmociones sociales para extinguir ese seudorrealismo del discurso dominante monárquico, San Martín que buscaba un sistema capaz de permitir la liberación del Nuevo Mundo sin destruir las relaciones tradicionales del imperio y sus clases sociales, pues temía que su ruptura desatara el caos social en el Nuevo Mundo. Bolívar todo lo contrario, era necesario destruir esas relaciones tradicionales y no era asunto que pudiera evitarse oponiéndole compuertas desacreditadas, como eran las ideas monárquicas. “Están creyendo algunos -dijo Bolívar- que es muy fácil ponerse una corona y que todos la adoren; yo creo que el tiempo de las monarquías se fue, y que hasta que la corrupción de los hombres no llegue a ahogar el amor a la libertad, los tronos no volverán a estar de moda en la opinión. Usted dirá que toda la tierra tiene tronos y altares; pero responderé que estos monumentos antiguos están minados con la pólvora moderna y que las mechas encendidas las tienen los furiosos, que poco caso hacen de los estragos”.

(Continuará…)


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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