Premio Principe de Asturias ¿Un honor?

Con mucha humildad y desde la más sincera reflexión daré esta opinión.
Hoy ha sido un día en el que han confluido conmovidas muestras de admiración y celebraciones pletóricas de felicidad debido al otorgamiento del Premio Príncipe de Asturias al Director del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela José Antonio Abreu. Esto ha sucedido desde muy temprano en la mañana a través de todos los medios de comunicación del país.
Es indudable que la actitud más sana y nutritiva que debe nacer ante la premiación internacional de un venezolano es la de alegrarse y reconocerlo como un logro, eso es lo noble y lo adecuado.
En el caso de José A. Abreu, yo realmente celebro más que nada es la apertura de oportunidades que han tenido algunos niños y jóvenes venezolanos para desarrollar aptitudes musicales. Todos sabemos que nuestro país está repleto de talento artístico y, en lo que a música se refiere, el talento abunda silvestre (y así silvestre también es hermoso, conmovedor e inspirador (allí tenemos a un Indio Miguel, un Chevoche, una Olga Camacho, una Fidelia Oberto, un Chevoche y tantos más), soy de quienes piensan que la música suena más allá de las partituras y del instrucción musical formal, y esto lo digo porque quienes tienen vocación natural para la música la asumen y la hacen sonar bella y libre y la lectura de notas se convierte en un ingrediente técnico invaluable y muy útil (si se tiene) pero que es el complemento de la capacidad nata pues, a diferencia de lo descrito, también he conocido quienes sin una partitura delante no pueden hacer sonar el instrumento para el cual se han formado, eso es lo que me confirma que la música suena en los oídos y en el alma primero que nada, pues la partitura sin ejecución no puede sonar sola), de cualquier manera siento que somos un país musical que merece todas las oportunidades y programas de formación que aparezcan y beneficien a nuestras generaciones de chamos llenos de inquietudes para el arte en cualquiera de sus manifestaciones. Ojalá que, al igual que el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, también se cristalice en algún momento la iniciativa de crear programas nacionales que formen a nuestros niños y jóvenes en música e instrumentos nacionales (sobre todo el cuatro que acompaña a casi todas nuestras manifestaciones musicales) y regionales, pues eso, además de garantizar que las nuevas generaciones se alejen de situaciones de riesgo, también garantiza la profundización y arraigo de la identidad nacional y regional de los venezolanos que es un arma de construcción masiva que nos vuelve infranqueables y conocedores de nuestras raíces culturales.

Lo que más me causa ruido y preocupación es el Premio en cuestión y su origen... Particularmente, cuando a mí me nombran el Premio Príncipe de Asturias aparecen nombres y palabras claves que golpean en mi recuerdo, por ejemplo: Luis Alfonso Fernández, Puente Llaguno, Aznar, "Por qué no se calla", Borbón, Monarquía. Golpe, Abril, farsa...
Ante tan terrible asociación, debo confesar que no puedo asumir y, mucho menos sentir, a este Premio como un honor... ¿Cómo puedo celebrarlo?... no está en mi emoción sentirme de fiesta... y es que soy venezolana pero también soy revolucionaria y tengo la memoria intacta...
Cuando el desaparecido (porque no lo he vuelto a ver), Luis Alfonso Fernández ganó este mismo Galardón por su MONTAJE sobre "los pistoleros del Puente Llaguno" y luego se demostró, con un trabajo audiovisual y criminológico muy serio, que lo realizado por este "periodista" había sido un vulgar montaje que respondía a los intereses desestabilizadores contra el Gobierno Bolivariano de Venezuela durante el sacudido año 2002, automáticamente yo descarté dicho reconocimiento como serio y/o valioso, y lo percibo desde entonces como un premio hueco y tendencioso... tomando en cuenta además que es otorgado por la extemporánea y retrógrada Monarquía española...

Quizás uno a veces espera de las personas actitudes dignas, más aún si se les reconoce como Maestros... pues, ante un reconocimiento que premia farsas e infamias lo más lógico sería hacer un ejercicio de amor propio y respeto por la labor desempeñada y no rebajar la trayectoria y méritos obtenidos al recibir una premiación que ha quedado tan mal parada, pues no recuerdo (corríjanme si me equivoco), que los jurados responsables de otorgar el Galardón Asturiano se hayan pronunciado para revocar el lamentable hecho de haber reconocido un montaje periodístico ya desmentido y ridiculizado (petición que se hizo una vez absueltos formalmente los "pistoleros" que salían en las imágenes utilizadas y manipuladas por Luisito) y que, por si fuera poco, tiene implicaciones políticas graves en cuanto a la tergiversación de los hechos vividos en el año 2002 en nuestro país.

Es por eso, que, cuando veo el regocijo y la alegría colectiva por ver a Abreu y a su pupilo Dudamel (contra quiénes nada tengo), recibiendo el Premio Príncipe de Asturias, lejos de enorgullecerme, lamento que siga existiendo (el premio) porque, desde mi óptica y para los efectos de este país nuestro que ha tenido más de una situación incómoda con la monarquía española, sus gobernantes y sus "altistas" (Sanz, Bosé, y hasta Serrat, lamentablemente) en los últimos años, lo que toca es erguirse, crecerse y demostrar que, como se ha hecho saber, lo más importante es la satisfacción que se experimenta por "labor social" que se ha desarrollado y que el Gobierno Bolivariano (agraviado por España en más de una oportunidad), ha apoyado vehementemente... y es que tengo la sensación de que se corre el riesgo de que el discurso no parezca tan consistente... y de que las posturas parezcan acomodaticias y adaptables a las circunstancias...

¡Qué viva la Música! ¡Qué vivan los Músicos venezolanos! ¡Qué vivan la iniciativas auténticas! ¡Que viva el talento de nuestros chamos! ¡Qué viva el giro social verdadero que ha dado el país!... pero que también ¡Qué Vivan la Dignidad y el interés colectivo!... porque a pesar de todo "no nos callan" aunque se sigan preguntando por qué.

lunezca@yahoo.com


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María Dolores Delgado R.


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