El guayuco, o el regreso a casa

Este es un traje de tal excelencia que requiere disfrutarse de una completa salud integral para poder llevarlo. Salud que va desde no comer azúcares y porquerías para no llamar la atención de zancudos y otros entrometidos, como estar en la más alta conciencia de respeto por cada ser de tu pueblo, o viceversa, de modo que los males que denominamos desviaciones, depravaciones o promiscuidades no tienen cabida donde exista el respeto, que al tenerlo por sí mismo, es lo que denominamos dignidad.

Una revolución es una estructura en estado constituyente, remoción de lo establecido para mejoras más perpetuas que abracen la sociedad en adelante.

El guayuco implica transparencia, no se mira la apariencia. Cuánto hay que madurar para llegar a este punto, hoy casi extinto, sea por buenas o malas intenciones, es ignorancia que ahuyenta a la inocencia originaria, los espejitos y baratijas de los esclaveros a cambio de nada. Jamás se nos ha ocurrido analizar de raíz nuestra conformación, puesto que gracias a las enseñanzas cristianas, siempre nos juzgamos más adelantados que "los naturales de este mundo", esas y otras enseñanzas de la vida diaria, de la urbanidad y qué sé yo qué otros cuentos –decadentes, separatistas, enfermizas, en fin, tutelaje morboso que encontró en la complicada indumentaria occidental esclava de su propia moda, la etiqueta que distingue a cada imbecilizado de otro desde todos los ámbitos de la estructura.

El guayuco en cambio, distingue al SER, los atuendos en el cuerpo resaltan y dirigen más la observación hacia el ser de quien los lleva. Lo mismo pasa con la pintura, los tatuajes, las incisiones, las cicatrices, los tocados, adornos. Las costumbres para resaltar al cuerpo podrán haber llegado a puntos que cualquiera consideraría también de desviadas. Pero lo llegado hasta aquí en nuestros juicios, con respecto a las naciones primigenias u originarias, dista mucho en ser juiciosas, en vista de nuestro denso y enfermo punto de vista. Si la partida arranca de una base limpia que aúpe el discernimiento en su esencia, desde la tierna edad, el camino de la conversación con la mirada no está lejos, ese punto define cuán de sobra están muchas cosas, cuanto espacio dedicado a lo vacuo mientras que nosotros mismos somos un rinconcito con miedo a que nos quiten las galletas.

Pero no, yo apuesto por lo nuevo, por los novísimo, lo práctico, lo saludable, en mucho, regreso a las raíces. Estamos en la ultima página de un calendario y el nuevo aparece al voltearla, otro panorama, el infierno de visiones enfermizas da paso a la inocencia y con lo traído hasta acá, mucho será lo que irá al pipote de la basura, cuánto nudo en la garganta por desaparecer, ni hablemos de las enfermedades psíquicas, o las venéreas, malestares malditos ignorados por este mundo que andaba en guayuco.

Cómo me gustaría un arranque inicial que convergiéramos un 12 de octubre o la fecha que acordemos e iniciemos una cercanía con la integridad que tanto pregonamos, tomando lo que es nuestro como propuesta, no para el mundo sino para nosotros mismos. Si se riega, mejor que mejor. Salgamos a sorprendernos y MIRARNOS por primera vez, sólo de prueba… no cabrá en nuestras bitácoras cuánto contaremos, cuánto nos falta para conocernos.

arnulfopoyer@gmail.com


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Arnulfo Poyer Márquez


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