Una lección electoral

El efecto Petare

Las elecciones regionales efectuadas en Venezuela el reciente 23 de noviembre tienen, a nuestro entender, muchas lecturas pero solo una realidad, se reivindica que la democracia en este país alcanza niveles de madurez superiores a los cánones mundiales.

En tal sentido se fortalece la esperanza de independencia y autodeterminación de los pueblos latinoamericanos, sin embargo hay la necesidad de analizar las causas y efectos que estos resultados tendrán para el desarrollo de la revolución bolivariana.

Refrescando los resultados matemáticos podemos hacer el siguiente balance; el partido de gobierno PSUV., obtuvo 17 gobernaciones de las 22 que estaban en juego, y el 80 % de las alcaldías de todo el país en un panorama del 66% de participación. En la globalidad de los resultados el Chavismo obtuvo más de un millón de votos de ventaja. Pero también hay que hacer una lectura política, no se puede ocultar que la oposición recuperó espacios y se apoderó de los estados y municipios más poderosos desde el punto de vista electoral y económico.

Podríamos trazar las causas del terreno ganado por la oposición, quienes por los resultados obtenidos en un solo municipio del país se permitió anexarse, como nuevos logros, la alcaldía metropolitana y el estado Miranda, el segundo en mayor importancia del país; el municipio a que nos referimos es Petare (municipio Sucre), por su cantidad de electores fue decisivo en la entidad y además determinante para obtener la alcaldía mayor (metropolitana).

Petare está conformado por cinco parroquias en las cuales hay 149 barrios populares que representan 78% de la población electoral de ese municipio. Pero es precisamente allí fue donde la población votó contrario al partido PSUV o en su defecto a favor de la derecha oposicionista; esto parece contradictorio y tiene locos a funcionarios del gobierno tratando de justificar este fenómeno, que de no ser explicado tendría consecuencias en la estima de las poblaciones electorales de estos pueblos en relación con los venideros comicios presidenciales.

Lo cierto es que el gobierno local de ese municipio estuvo ocupado por un alcalde “chavista” cuya gestión fue negativa y que además llegó al poder impuesto por la nepótica actitud de personeros del gobierno, dado que el mismo era hijo del entonces Vicepresidente de la República; por otro lado la oposición entendió lo estratégico de ese municipio y desde hace dos años constituyó una estrategia de penetración llamada “Red de Barrios” en la que invirtieron grandes cantidades de dinero de origen incierto para la solución de pequeños problemas cotidianos a cambio de reconocimiento de un liderazgo político de base y en base a privilegios particulares pero que de igual manera, esa atención directa, dirigida más a la estima que a lo material, predispuso a parte de la población en contra de unos funcionarios públicos triunfalistas, arrogantes y sectarios en su mayoría.

Cuando el gobierno se dio cuenta de esa realidad quiso reaccionar, pero ya era tarde, tan sólo faltaban siete meses para las elecciones, la acentuación de los programas sociales no fue suficiente para sanar esa herida mortal que el capitalismo de cerro impuestos por las oligarquías de derecha y reforzado por la ineptitud de la aristocracia del gobierno municipal, había dado al proceso revolucionario.

Aun así este triunfo de la derecha drena un poco la impotencia que le había hecho recurrir a la violencia y que a su vez le da posibilidades de dirimir sus luchas en el plano democrático y por otro lado le da una lección de humildad al gobierno que debe aprender que aun con haber obtenido el poder y aceptación de la mayoría, nada hay más peligroso que una minoría unida y acorralada.

Lo cierto del caso es que el efecto Petare puede estarse fraguando en cualquier país del Sur donde en un Estado menos sólido pudiera traducirse en insurrección, golpe o secesión.

Gracias otra vez a Venezuela, campo experimental de la revolución, hemos diagnosticado una anomalía que con buen tratamiento ha de sanarse; la medicina sería una dosis de humildad, un tratamiento personalizado con un médico certificado de calidad, moral y dignidad.


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