El 23 de noviembre de 2008, a las cinco y media de la mañana, con el toque de la Diana, me levanté de mi cama dispuesto a ir a votar y así cumplir con el país y con la Revolución Bolivariana de Venezuela. Después de un frugal desayuno y una buena taza de café recién colado, tomé de mi mesa de noche la chuleta electoral diseñada por el presidente Chávez y salí de mi casa para caminar las dos cuadras que me separaban del Colegio San Agustín del Marqués donde depositaría mi voto.
Me llamó la atención mientras caminaba por la Avenida Sanz de la misma urbanización, ver a un grupo de personas presumiblemente familiares que acompañaban a otras en condiciones no muy favorables para andar solas a esa hora mañanera; ancianos y ancianas que casi no podían caminar arrastrados por sus acompañantes, gente en sillas de ruedas, otras con muletas y hasta un señor invidente camino al colegio. En ese momento me di cuenta que el eslogan revolucionario de “VAMOS CON TODO” había sido plagiado por la oposición y puesto en marcha por ellos.
Al llegar a la puerta del colegio, me dirigí al Guardia Nacional que la custodiaba y le pregunté dónde estaba la gente de “la tercera edad”, me dio la indicación y caminé hacia ella. Al llegar a la “cola”, que era bastante larga a pesar de la hora, vi el mismo panorama de la calle, aquello parecía “la corte de los milagros” y la “torre de Babel”, gente que no podían con su alma por el peso de tanta edad y penurias físicas que representaban, y otras que hablaban en sus idiomas de origen como el portugués y el italiano en contra de Chávez a viva voz; no hablo esos idiomas, pero la manera como nombraban al Presidente y sus gestos agresivos, confirmaban su odio y desprecio hacia él. Y que decir de los españoles, a ellos sí los entendí perfectamente cómo descaradamente irrespetaban la privacidad del voto, se comunicaban entre ellos cómo debían de elegir a los candidatos de oposición y mandar a Chávez al carrizo; yo me sentí como si estuviera en un aeropuerto internacional, daba risa y tristeza por lo incongruente de la situación reinante.
A la hora de estar en la “cola” y cansado de escuchar tanta basura, nos avisan que avancemos hacia nuestras mesas de votación, pero antes, debíamos de pasar por las capta-huellas; por su puesto, el malestar fue general por parte de los contra-revolucionarios; los improperios contra el gobierno se escucharon nuevamente.
Ya instalado en mí mesa de votación y esperando para pasar a elegir a mis candidatos, comenzaron los problemas con éstos señores en condiciones desfavorables físicamente que estaban delante de mí. No sabían cómo votar y no querían ayuda de nadie, más de una vez la máquina rechazaba sus votos, tanto así que la situación se hizo insostenible y hubo que tomar acción inmediata por parte del presidente de la mesa quien sin pensarlo dos veces se hizo cargo de hacer él, junto con los votantes a seleccionar los candidatos que ellos les indicaran. Al llegar mi turno, no tardé ni diez segundos en hacer mi elección, gracias a mi “chuleta” y salí disparado para mi casa sin mirar para atrás, con el sabor en la boca de la derrota en ese centro de votación.
Esperé los resultados; los ganadores a la gobernación y a la alcaldía en el Municipio Sucre donde vivo, del Estado Bolivariano de Miranda no me convencieron ni me convencerán; con golpistas y fascistas no hay tratos. Parafraseando a Chávez me gustó muchísimo, cuando le dijo a los ganadores de oposición: “GANARON, PERO NO SE OLVIDEN QUE LOS TENEMOS RODEADOS”.
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