Las elecciones regionales de 2.008: un episodio más de la lucha de clases (I)

La naturaleza dialéctica de la sociedad no permite la eternidad de las situaciones por las cuales atraviesa, pues todo escenario negativo se transforma positivamente más allá de las apariencias fenomenológicas propias de coyunturas retrógradas. Comprender este hecho permite tener fundadas esperanzas de cambio a corto, mediano y largo plazo según se descubran las causas y se diferencien de sus efectos sin confundir unos con otros, atacando de raíz a las primeras con pensamiento y acción combinados para transformar el mundo en una determinada direccionalidad hacia etapas históricas de carácter superior y trascendente. Actualmente, el capitalismo está condenado a ser superado por el Socialismo.

Toda lucha, aún las victoriosas, siempre implican pérdidas en algún aspecto, sin ser necesaria ni totalmente equivalente a una derrota, siendo preciso reconocer objetivamente los avances y aciertos junto con los retrocesos y errores. No es lo mismo calidad que cantidad. En el reciente proceso electoral, la Revolución logró una contundente victoria a nivel nacional en la mayoría de las alcaldías y gobernaciones, pero se tuvo una riesgosa derrota a nivel regional en algunos espacios de importancia política y geoestratégica, con igual peso en otros espacios afortunadamente ganados por el PSUV. No es general ni completa tanto la derrota nuestra como la victoria de los escuálidos para las instancias donde estos se impusieron con sus votos.

Las traiciones de ciertos gobernadores y alcaldes aparentemente revolucionarios (¡Aún faltan futuras traiciones por verse!) han demostrado que no todos los que han sido candidatos conciben el acceso a un cargo de elección popular no como un medio para hacer la Revolución, sino como un fin en sí mismo para convertirse en nuevos burgueses, dejando atrás un pasado de pobreza material pero conservando la misma pobreza mental propia de cualquier oligarca. Todo revolucionario que acceda al ejercicio del poder público debe emplearlo para generar ideas, conciencia y organización del Poder Popular conducente a la transformación de la realidad junto a un mejor nivel material y humano de vida para todos, no para él mismo (egoísmo individualista o personalista) o un grupo determinado (egoísmo colectivo o elitesco).

La batalla electoral sólo es parte episódica de una guerra existente entre las visiones capitalista y socialista del mundo, acompañado consubstancialmente por la lucha de clases de la burguesía contra el pueblo que no quiere seguir siendo explotado ni pisoteado por esa manada de esclavos del dinero (son tan pobres que sólo poseen eso). Entre ambos se halla la denominada clase media, un grupo social con un nivel de vida capaz de satisfacer las necesidades básicas del ser humano, siendo este un derecho humano común para todos pero reservado exclusivamente a esa clase por obra y gracia del capitalismo. Sus integrantes son otros explotados sin saberlo, y algunos aspiran a convertirse en nuevos explotadores tanto de sus colegas como de los pobres.

La burguesía rechaza a sectores de clase media a su servicio (asalariados) en las grandes empresas. El resto de esa clase hace vida en el aparato del Estado (asalariados) o son pequeños y medianos empresarios (generadores de plusvalía y capital). Para cualquier caso, su ubicación social entre la burguesía y el proletariado la hace poseer una situación sociopolítica e ideológicamente inestable. Más allá de la existencia de capas revolucionarias en su seno, en general su conducta psicosocial la hace proclive al oportunismo. Se vuelcan hacia la izquierda cuando sufren las injusticias del capitalismo, pero no quieren destruirlo –más bien lo apoyan– cuando logran obtener ventajas y beneficios propios (volteándose hacia la derecha) sin importar el carácter destructor e inhumano de ese modo de producción donde un ser humano (burgués) vive a costa de la explotación de otro ser humano (proletario). Es decir, en el contexto venezolano su inestabilidad la transforma en lo que se ha llamado derecha endógena, integrada por los llamados escuálidos de boína roja.

Algunas personas de clase media se creen oligarcas o burgueses sólo por vivir en quintas o apartamentos. Esa percepción es tan errónea como creer que alguien sea escuálido o contrarrevolucionario sólo por tener un nivel socioeconómico de clase media, cuando más bien su conciencia puede ser socialista. Existen sectores revolucionarios de esa clase, no siendo partidarios de la ideología burguesa o pequeñoburguesa asumida tanto por los sectores contrarrevolucionarios de dicha clase social, como también por algunas capas poblacionales de la clase explotada (el proletariado), donde también hay contrarrevolucionarios. ¡La Revolución tiene aliados entre la clase media y adversarios en los sectores populares!

La ideología pequeñoburguesa se caracteriza por su alienación, arribismo, banalidad, consumismo, excentricidad, frivolidad, individualismo, oportunismo, prepotencia, racismo, soberbia, transculturización, etc. Quien la porta y fortuitamente posea bienestar socioeconómico es un resentido social con odio, envidia y temor de que los pobres asuman ese mismo bienestar, acusándolos a ellos de resentidos bajo una óptica retorcida, manipuladora y perversa. Su egoísmo elitesco le hace suponer que sus privilegios disminuirán cuando se democraticen para convertirse en un verdadero derecho humano de todos, siendo este uno de los objetivos del Socialismo. Por ende, su anticomunismo es psicológicamente estructural, reforzado por los mecanismos ideológicos del capitalismo (escuela, iglesia, gremios, sociedad civil, periódicos, libros, internet, televisión, etc.), afectando también las mentes de los pobres. Debido a su condición de carencias materiales y opresión socioeconómica, estos últimos tiene más posibilidades de deslastrarse de los valores éticos capitalistas que los sectores más atrasados y cavernarios de la clase media, pues la realidad existente contradice la realidad virtual construida por la actualmente denominada Guerra de Cuarta Generación llevada adelante por los medios terroristas de comunicación como Globovisión, Unión Radio y El Nacional.

Sintomático es el enfermizo perfil sociópata de la clase media escuálida. Mentalmente son una deplorable caricatura agringada de subhumanos, no de seres humanos. Tienden a ser delicados y pintorescos, por no decir su real calificación. Su visión virtual de Venezuela no tiene como héroes a Simón Bolívar, Francisco de Miranda y Guaicaipuro, sino a Ronald McDonald, Britney Spears y Rambo (similarmente Los Beatles, Brigitte Bardot y Superman para sus padres o abuelos protoescuálidos). Los más jovencitos, hijitos de esas gentuzas, hablan de una manera risible, hueca y plástica (¡Claro, amigui! ¡Po favoooo! ¡Ubikatex, shaamooo!). Creen que los pantalones jean, los celulares e internet son únicamente para ellos, no pudiéndolo usar los pobres y los revolucionarios. Son tan miserables y resentidos que creen ser objeto de nuestra aparente envidia por sus propiedades. En el ámbito intelectual son consumidores de cualquier basura de moda en Estados Unidos y Europa Occidental (la última onda chic es el vomitivo del postmodernismo y sus subproductos delirantes). Consideran al mundo hecho según sus deseos y caprichos. Su cortedad mental no pasa de sus urbanizaciones, siendo monte y culebra lo que está por fuera según su erudita y brillante opinión. En realidad, sin incluir a los sectores populares y a los compatriotas aliados pertenecientes a la clase media, Antonio Ledezma es el Alcalde Mayor del este y suroeste de Caracas, Enrique Capriles Radonsky es el Gobernador del este de Caracas y Los Salias, y Carlos Ocariz es el Alcalde de la Parroquia Leoncio Martínez más unas manchas de suciedad en Petare. ¡Definitivamente, escuálido no es gente y su apellido es coprofagia!

*Trabajador académico (profesor) de la UBV.

Correo electrónico: silvachapellin@yahoo.es


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