Ausencias o presencias

Hace varias décadas, de la ágil y bien pertrechada pluma del escritor cubano José Lezama Lima, salió un hermoso libro titulado La expresión americana, donde el autor resalta cómo nuestros hechos históricos están marcados por lo que él llama las ausencias posibles. Cuando la confluencia de las voluntades e intereses de un pueblo abre canales y se encamina hacia un destino de emancipaciones, sobrevienen estas ausencias. Ausencias que cortan el cauce popular para impedir la redención de las mayorías, para mantener o hacer más implacable el régimen de explotación y concentrar la mayor cantidad de tierras y de capital en las oligarquías de siempre y de las otras, que siguen siendo las de siempre.


Y lo que hace posible y definitivas estas ausencias, no es otra cosa que la mano criminal de los imperios o de las oligarquías que se les subordinan: el ahorcamiento de Atahualpa, el desmembramiento de Tupac Amarú, el balazo en Berruecos que derriba a Antonio José, el de San Carlos que detiene a Zamora, el de la manigua cubana en 1895 que ausenta a Martí, como las celadas y traiciones que acabaron con Alfaro, Zapata, Sandino, Farabundo, Gaitán, Fabricio, Allende, monseñor Romero y otros y otros y muchos más otros. Pero hay además ausencias que si bien no llevan implícita la muerte material, sí conllevan el alejamiento del poder y el cercenamiento del proceso liberador proclive a la acumulación de fuerzas populares: Cipriano Castro, Jacobo Arbens, Joao Goulart, Aristide. Hasta ahora, Cuba es la excepción confirmada en medio siglo y Venezuela una promesa que crece y amplía los horizontes.

Lezama Lima habla de las presencias imposibles. Muy poco probables, diríamos: la de los líderes verdaderos. Los que se consustancian en carne y huesos y sangre y sesos, con su historia y con su pueblo. Y cuando en un esperanzado tiempo se concreta una causa redentora y se precipita la aglomeración en torno a la idea y a quien la esparce, surge la lucha entre quienes pretenden su ausencia y quienes auspician su permanencia.

Ésta es la coyuntura política venezolana: mantener cerrados los espacios constitucionales y producir la ausencia del líder aún a despecho de la voluntad de la mayoría popular o abrirlos para que a partir del 2012 pueda continuar, si es voluntad de esa misma mayoría y que, en ejercicio de su soberanía, así lo decidiera. El pueblo no se decapita. La enmienda va: Chávez no se va. 


 

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Oscar Pérez Cristancho


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