Es extraña la ligereza con que los malvados
creen que todo les saldrá bien…
Víctor Hugo
Mueve la cabeza, nervioso y siente la energía que producen tantas almas. El estado de tensión es general. Lo nota en los rostros que le rodean, lo nota en el movimiento intermitente de la vena que atraviesa el cuello de un moreno que juguetea con una piedra a escasos tres metros, en la carajita que apenas ha cruzado la adolescencia, en las manos que agita el dirigente mientras arenga a los presentes para construir un frente humano que los defienda del fascismo… En la fe que reflejan todos los que obedecieron al llamado y la confrontación inevitable con la muerte… En la fe que desvela cuando te arropa un golpe de estado ejecutado por traidores sin mando, oficiales sin tropa.
Vienen del 23, de Catia, de Pro Patria, de Cotiza, de San José, del Panteón y se va llenando Puente Llaguno de voluntades, de solidaridad revolucionaria, de la negación a perder en imágenes de un televisor las ganas de asistir a una patria bonita… Son miles y la tensión los conecta, los une, los glorifica.
Algo malo va a suceder… Se respira la muerte, se presiente, tiene ese sabor amargo cuando la saliva se niega humedecer la garganta… ¿Miedo? ¿Por qué no? ¡Carajo! Pero aquí está, envuelto en pueblo y esperando a que no se hagan realidad los presentimientos… Para sacudir el miedo tararea una canción de Alí Primera – “Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos y a partir de este momento está prohibido llorarlos…” – Otro lo escucha y sonríe; le agradece la canción con los ojos y se ruboriza cuando lo acompaña cantando – “¡Vamos Cumpa Carajo! Que para amanecer no hacen falta gallinas sino cantares de gallo…”
Recuerda que mañana sus carajitos no irán a la escuela. Su mujer atendió al miedo que nace del vientre y le rogó que se quedara él también en casa. La bruja María tuvo un mal presagio. Lo vio encaramado en una nube de las que se enroscan fumando el tabaco, volando feliz como los pájaros que habitan el cerro. “Deja la vaina, mujer… Esos carajos no van a llegar a Miraflores…” – contestó sin estar convencido. Pero lo halaron las escaleras y el sonido del tropel que hace fuertes a los valientes cuando defienden sus sueños…
Ahora, está allí, donde se escribe la historia y por un momento se sintió invencible, con el Gloria al Bravo Pueblo quemándole el pecho… Llama que no consume y alimenta… Llama que regala la certeza de tener la verdad a buen resguardo…
Aparecieron de repente como jinetes del Apocalipsis. La ballena entró abajo, en la avenida, seguido de cascos, uniformes, guantes, subametralladoras y motocicletas… Tres encima de la ballena y muchos buscando la sombra cómplice de santamarías y kioscos, atrincherando su instinto asesino…
Arriba, la multitud se hizo pared en la baranda de Puente Llaguno. Competían en nervios, tensión y arrojo. “¡Allí vienen…! – gritó uno y las consignas arreciaron – “¡NO PASARÁN! ¡NO PASARÁN!...” – como coro de ángeles, como dianas inocentes retando a sus verdugos…
Donde hoy está, no puede recordarlo. Pasó silbando el plomo que atraviesa y de inmediato el eco homicida que para los pelos. No entiende porque cae como un fardo él que cantó ruborizado; se borró su sonrisa, se silenció el tarareo y un hilo de sangre se descubre desde el cuello al pavimento, desde el pavimento a la calzada y luego un charquito va creciendo… El miedo le frena el cuerpo, mientras otros recogen el cuerpo… Se abrió en dos Puente Llaguno, como una cortina que se enreda en desesperado movimiento y, los más osados al suelo para ver que estaba ocurriendo… Cae otro, otro y otro más. Se encuentra cargando al compañero y corre sin acusar esfuerzo con la indignación brotando por los poros de su cuerpo… Se cae a trozos la inocencia y la rabia nace desde el corazón cuando se supo indefenso – “¡Nos están matando, coño!”
Piensa en su mujer, en sus hijos y un nuevo silbido lo lleva a remontar el vuelo. Se vio trepando el Ávila sin dolor con las nubes del tabaco que fumaba la bruja María empujándolo al mar, a las nubes, al cielo, al universo… Pero pudo más una canción que llegaba desde Puente Llaguno – “Gloria al Bravo Pueblo” – se escucha lejos; armonía que fusiona todos los elementos y aún cuando el mundo se aleja, sabes que no estás muerto…
“Palacio Presidencial de Miraflores, Caracas, viernes 12 de abril de 2002
El pueblo de Venezuela fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia la paz y la libertad, representado por los diversos sectores organizados de la sociedad democrática nacional, con el respaldo de la Fuerza Armada unido en un acto patriótico de reafirmación y recuperación de la institucionalidad democrática para reestablecer el hilo constitucional y haciendo uso de su legítimo derecho a desconocer cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios garantías democráticas consagrado en el artículo 350 de la Constitución del 30 de diciembre de 1999.
En concordancia con las bases y principios establecidos en la Carta Democrática Interamericana de fecha 11 de septiembre de 2001, debidamente suscrita por los estados miembros de la Organización de Estados Americanos incluyendo a Venezuela.
Considerando:
Que el día de ayer 11 de abril de 2002 fecha que será recordada con profunda indignación y tristeza nacional, ocurrieron hechos violentos en la ciudad de Caracas que se debieron a órdenes impartidas por el gobierno de Hugo Chávez Frías…”
Y los asesinos descolgaron el cuadro de Bolívar…
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