Mis primeros años de vida profesional transcurrieron en una encantadora población del piedemonte andino barinés. Durante algún tiempo, mi agenda social se vio copada por el esfuerzo de mis compañeros de trabajo, y amistades recién creadas, de contribuir a facilitar mi adaptación al nuevo ambiente. Una noche disfrutaba de la celebración de un bautizo; ésta tenía lugar en una vivienda cuyo patio se encontraba desprovisto de un medio de protección, lo cual facilitaba el acceso a cualquier persona. En armonía con la informalidad reinante, la cerveza se encontraba en un tonel metálico al que podía recurrirse cada vez que se quisiera calmar la sed. En cierto momento, tres individuos ingresaron al lugar; uno de ellos se adelantó y dispuso de tres cervezas, dos de las cuales entregó a sus compañeros. El dueño de la casa se acercó al brindador y le reclamó su desfachatez, ya que no había sido invitado; éste reaccionó indignado por lo que consideró una ofensa y respondió: “¡No hay nada que me moleste más que me llamen abusador!”.
La misma indignación han mostrado los auto designados dirigentes de una parte de la oposición al gobierno de Chávez que pretende disponer de aquel con la misma desfachatez con la cual nuestro brindador dispuso de la cerveza porque al parecer ambos estaban acostumbrados a apoderarse de las fiestas ajenas; y no aceptan de ninguna manera que se les llame estafadores de la credibilidad política de quienes honradamente firmaron solicitando un referendo contra el Presidente. Resultaría estúpido que un estafador que haya utilizado “un paquete chileno” para engañar a cualquier persona aludiera en su favor que no pueden acusarlo de intentar cometer una acción delictiva porque el primer y último billete eran auténticos; de igual manera es insólito que los miembros de la mal llamada Coordinadora Democrática pretendan que se les valide todas las firmas falsas de una “planilla plana” sólo porque dentro de ellas haya firmado un auténtico demócrata que ingenuamente fue utilizado para validar un fraude y desvirtúen las acciones correctivas del CNE porque ellas no les permiten cometer la fechoría planeada; pero la mayor estafa a la buena fe de sus seguidores es pretender que se conviertan en sus cómplices al requerir de su participación para que al defender una firma auténtica se encubra otra falsa.
Llama la atención que al inicio de este gobierno se pretendió realizar una contratación para establecer un nuevo sistema de cedulación altamente confiable fundamentado en una depuración de la base de datos que actualmente maneja la ONIDEX, mediante la utilización de tecnología de punta; pero, de inmediato surgieron las protestas en torno a supuestos malos manejos en el proceso de negociación y todo el proyecto pareció caer en el olvido. Si este sistema estuviera instalado, las firmas hubiesen sido verificadas con la rapidez exigida por la CD; pero, con la confiabilidad necesaria para que ambas partes aceptaran el veredicto sin protesta alguna. ¿Qué fue lo que realmente ocurrió entonces? ¿Estaba prevista la estafa a la credibilidad democrática que ahora se está dando y era necesario detener cualquier proceso que la pusiera al descubierto sin el menor asomo de duda? Ahora, los representantes del gobierno mundial señalan esta carencia de la tecnología necesaria para disminuir el error humano que tantos beneficios políticos produjo en los gobiernos de quienes ahora se muestran indignados por habérseles descubierto la estafa. ¿Cuál será la explicación a la comunidad internacional por la similitud de letra, semejanza de firmas y la clásica huella del estafador, para evitar su reconocimiento? ¿Que la escuela del antichavismo los ha mediatizado al extremo de que su escritura se asemeja toda? ¿Qué de tanto llevar en las marchas de protesta la bandera venezolana –que Chávez les recordó que existía–, el pulgar de algunos opositores ha adquirido una rigidez característica que les impide colocar la huella de la manera clásica?
Mérida, 26 de febrero del 2004
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