Entre las taras que corroen el proceso revolucionario, nuestro presidente no se cansa de señalarlo, están el burocratismo y la corrupción. Nosotros le añadimos el sectarismo, como la tercera pata que sostiene la mesa de los antivalores de la revolución. Las explicaciones abundan: los funcionarios somos venezolanos formados en la ideología capitalista; la impunidad impera a pesar de los esfuerzos de la Contraloría General de la República, de la Asamblea Nacional y del Ministerio Público; no habrá conciencia socialista mientras no haya socialismo y no habrá socialismo mientras no haya conciencia socialista; el partido socialista aún no controla a la burocracia, etc. Múltiples razones para explicar, aunque no para justificar, nuestras fallas.
Por supuesto que nuestros pecados son inmensamente menores ante el subrepticio proyecto de la oposición de vender el país al mejor postor, que ya trataron de hacer en el pasado al privatizar los principales entes de nuestra economía (no lo hicieron con PDVSA porque Chávez se les atravesó) y los servicios públicos, además de reducir el estado venezolano a su mínima expresión.
Ahora bien, tratando de ser objetivos, hemos observado que en el caso de las alcaldías y gobernaciones, en el período final de un gobernante hay un incremento de las irregularidades, con relación al período inicial. Pareciera como que, por la imposibilidad que se tiene de continuar la gestión, (y aquí tiene que ver el sectarismo en las mismas filas bolivarianas y ni se diga en la oposición) disminuyeran las defensas morales de los equipos de gobierno y hace que se desaten algunos diablos al no haber estímulos que premien un buen trabajo. Si lo hacen mal tienen que irse y si lo hacen bien, también.
Por esto creo que la propuesta de la Asamblea Nacional, respaldada por más de seis millones de venezolanos, que podemos resumir en que aquellos funcionarios que realicen un buen gobierno puedan ser premiados por el pueblo con su posible reelección, enmendaría esta situación y contribuirá ciertamente con la salud de la administración pública de nuestra querida patria.
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