La Insurrección militar del 4 de febrero la hicieron las generaciones jóvenes de oficiales y los soldados que militaban en varias dependencias de la FAN; motivado a la degeneración moral en que había caído el país bajo la clase dirigente adeco-copeyana. Los militares de febrero asestaron al puntofijismo el golpe mortal del que no pudieron reponerse. Pero ellos no quisieron comprender a la fecha que el golpe había sido mortal. El poder que los militares (por ahora) beligerantes no fueron capaces de tomar siguió ocupado por los puntofijistas, es decir de la burguesía y de la pequeña burguesía. Pero la rebelión de los militares sumergió a los partidos del puntofijismo en luchas y divisiones que los llevó en la derrota. A menudo sucede que los rebeldes no pueden gozar del triunfo porque no se dan cuenta de su importancia.
El fracaso de adecos y copeyanos fue también el fracaso de todas las concepciones. Es cierto que siguieron afirmando hasta el fin que tenían esperanzas en un “futuro mejor”, en una regeneración de su “democracia”.
El proyecto político Bolivariano se pone en marcha con la liberación del Comandante Chávez. El objetivo de esta campaña fue educar, movilizar y unificar a todos los oprimidos y explotados contra la “burguesía democrática” apoyada por el imperialismo. Chávez buscaba la unidad de las masas revolucionarias basada en la lucha de clases, no la unidad de los charlatanes “izquierdistas” con los partidos del pacto de puntofijo y la burguesía para engañar al pueblo. Cualquiera que no entendiese la diferencia entre estas dos formas de “unidad” tenía que ser barrido del movimiento revolucionario.
Desde el mismo momento que Chávez se puso en campaña para la reorganización de un partido político con fines electorales. Todas las fuerzas del gobierno puntofijista se pusieron en marcha, de manera abierta y violenta; en su arremetida no encontraron otra forma de oponerse que la calumnia más vil contra el comandante. Caían como llovidas del cielo las acusaciones macartistas: de que si estaba aliado con Fidel Castro, con las FARC, con los militares fascistas del Cono Sur, etc.
El triunfo electoral de Chávez en diciembre de 1998 fue el triunfo del pueblo, del partido de los obreros y los campesinos, sobre la alianza de los partidos de la burguesía pitiyanqui, y los “social revolucionarios” que estaban ligados al “imperialismo democrático”.
La ralea cipaya pitiyanqui y sus agentes internacionales, no hicieron más que desarrollar hasta niveles gigantescos las bajas calumnias del imperialismo. El imperialismo paga la calumnia con el apoyo de la publicidad y a menudo con dólares contantes y sonantes.
Hoy cualquier filisteo que se considera amigo del imperialismo califica de militarista y dictatorial al Gobierno Revolucionario que surgió de las justas eleccionarias de diciembre de 1998; es decir la revolución socialista. Si se traducen los conceptos políticos de la época al lenguaje contemporáneo hay que decir que Manuel Rosales es cuanto mucho una caricatura de Carlos Andrés y Julio Borges de Rafael Caldera.
Para estos oposicionistas burgueses pitiyanquis la bandera nacional es sólo la hoja de parra del imperialismo.
Estos “social-demócratas”, estos clásicos oportunistas, nos ofrecieron durante mucho tiempo que lograrían transformar la sociedad capitalista a través de una completa serie de reformas sociales hasta alcanzar la emancipación, pero pasaron los años y todo quedó en promesas. Sólo unos lamentables utopistas pueden presentar el futuro de Venezuela, como el de cualquier país semicolonial, como una constante acumulación de reformas. Hoy todas las posiciones de partida quedaron fijadas con precisión antes de largarse la carrera por la enmienda.
En estos diez años transcurridos del Gobierno Bolivariano, y en vísperas del décimo séptimo aniversario del 4 de febrero, la política interior y exterior venezolana revela un desarrollo regional e internacional, inconcebible en otros tiempos. En diez años se transformó un país semicolonial sometido al imperialismo, en un país libre y soberano, con desarrollo, solidaridad y justicia social. La obra más importante y trascendental son las Misiones: la alimentación, la salud, la educación, y vivienda, para beneficio del pueblo. Por estas razones defenderemos la Revolución Bolivariana del imperialismo fascista, o “democrático”, de la burguesía y de sus mercenarios “amigos”. El movimiento sigue por caminos bien delimitados y en consecuencia avanza a pasos muy rápidos.
Uno no se puede escapar de las trágicas situaciones históricas por medio de triquiñuelas, frases huecas o mezquinas mentiras. Debemos decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
¡Chávez sí va!
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria, Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net