Cuando se revisa la historia universal i superamos feroces episodios
extendidos de dominio, incluyendo las hordas de Gengis Kan, las de Atila o hasta el imperio de Alejandro Magno, nos convencemos que los dos imperios más organizados i extendidos fueron el Romano i el Español; aquel que, al decir de Carlos Quinto, en ese dominio jamás se ponía el sol, pues se extendió hasta nuestra América i, además, por organizados hasta con instituciones, leyes e instrumentos de opresión, resultaron opresores feroces. Uno, el Romano, persiguió seres humanos por tener una religión de los desposeídos, que luego hicieron, desde Constantino, la terrible religión de los poderosos. El segundo, el que esa religión fue su látigo de fuego mediante la insuperable en horrores, Santa Inquisición. Jamás el terror, el miedo, las atrocidades, los asesinatos, las violaciones de todas las normas de convivencia humana, fueron tan menospreciadas hasta que, los mismos horrores i atrocidades –bien conocidas por relativamente recientes- del holocausto i las torturas tecnificadas de la GESTAPO nazi, nos parecieron menos crueles que las anteriores. Afortunadamente el III Reich que debía durar hasta mil años, apenas ensombreció una década i en guerra de 5 a 6 años desapareció. Empero, dejó muchas lecciones por aprender, i entre ellas los métodos nazi-fascista que empleó Hitler para ascender al poder, magistralmente descritas en una obra de William Shirer, titulada Auge y Caída del III Reich. Normas o procedimientos que parecen adaptadas a nuevo imperio mundial.
La historia contemporánea, parecía haber entrado en una era distinta, después del cese de la Segunda Guerra Mundial i recogidas históricamente como nobles, las luchas libertarias, todos los procesos emancipadores de distintos pueblos del mundo, desde el siglo XVIII, incluyendo nuestra hermosa gesta libertadora i la visión futurista de un hombre excepcional como Simón Bolívar. Cada pueblo aspiraba a superar miserias, escollos en el progreso, pugnas ideológicas, etc., para perseguir una calidad de vida mejor; sin embargo, aunque nuestro Libertador hace 200 años atrás, anunció ese peligro, pocas naciones pudieron cuidado en su predicción. Desde aquellos tiempos comenzó a fraguarse la organización del imperio más terrible, feroz i extendido de la historia, porque es un imperio no de una gran porción de un continente, no de un continente completo, sino de todos los continentes del planeta Tierra, sin excluir ni la más olvidada isla en los océanos del mundo. Todo, absolutamente lo que asome por encima de las aguas, incluyendo a los países que en otros tiempos fueron opositores o rivales, está bajo las garras de este imperio universal, que ya empezó a manifestarse en la luna i pretende ya engullir hasta el planta Marte, cuyas vistas recientes, parecen confirmar que por allí pasaron adecos i copeyanos hace miles de años, pues no dejaron piedra sobre piedra.
Pues bien, el imperio son los Estados Unidos de Norteamérica. La predicción bolivariana se ha venido cumpliendo: “los Estados Unidos están predestinados por la providencia, a llenar de miseria a la América a nombre de la Libertad” o “nuestros enemigos ya no son los españoles, sino, los anglosajones, porque son poderosos y por lo tanto terribles”. Así, comenzaron desde la Colonia, con unos fundamentos que, analizados, explican por qué son distintos a todos los otros pueblos del continente americano. Genéticamente son distintos, no por raza superior, porque ellos mismos saben que el concepto de raza está superado científicamente, pero sí por su carga genética. Sus primeros pobladores, fueron excluidos políticos i religiosos de su patria, la Pérfida Albión –que tuvo su imperio marítimo por siglos, no como un poder organizativo, sino como un poder de bucaneros o piratas, para robar el esfuerzo económico de otros pueblos. Puritanos recalcitrantes i buscadores de riqueza que, apenas si consiguieron en esa parte norte, menos de un millón de naturales, algunos hacia la parte noreste i otros al suroeste, a los cuales prácticamente exterminaron con facilidad, porque no tenían ciudades, ni organización ni principios de unidad. Tribus dispersas en campamentos aislados, razón por las cuales, no hubo allí ningún proceso de miscegenación o mezcla de genes que hubiesen fortalecido los códigos genéticos.
Lo contrario pasó en el resto de América de México hacia abajo, cuando los españoles (a los cuales los del norte despojaron por la fuerza grandes territorios) que se consiguieron con verdaderas ciudades, con pueblos altamente civilizados i numerosos (unos 16 millones en Centroamérica –Aztecas i Mayas i unos 12 millones en los Incas del Perú), con los cuales cometieron espantosos genocidios, pero siempre hubo miscegenación para conformar unas verdaderas nuevas generaciones de hombres que, no fueron simplemente europeos transplantados, sino los genuinos primeros pobladores del continente, mezclados a europeos; unos, feroces conquistadores; otros, hombres de paz i de talento que también vinieron en las naves españolas, portuguesas, etc., aunque no dejaron de excluir a los naturales. Por ello, norteamericanos i latinoamericanos somos distintos.
Sin embargo, los procesos civilizadores no son en vano. El pueblo norteamericano, con un pensamiento racista indiscutible, con una segregación racial terrible frente a los negros, ha tratado de superar esas lacras del pensamiento humano, i tanto por el norte de México como por la Florida, se han ido “contaminando” según algunos de ellos, con las razas ibéricas, especialmente cuando con la península de la Florida, arrebatada a España, la han constituido como una espada introducida al corazón de América Central, Caribeña i del Sur. Cuba fue una pérdida que todavía no admiten, pero que durante mucho tiempo, en manos de vende patrias, era como el prostíbulo de Norteamérica, porque así lo proclamaban. Cuando una revolución dignificó a la isla, la convirtieron en el principal objetivo de sus atropellos “legalizados” e impusieron un bloqueo inhumano de más de 41 años, pese a que en la ONU, llevan tres años perdiendo la votación para el levantamiento de esa atrocidad, 197 votos contra dos o tres. Con esto, llegamos a exponer de qué manera o con cuales procedimientos, el Imperio Norteamericano, hace a voluntad, todos los desmanes posibles, respetando solamente su soberanía, la de sus países secuaces por sumisos, i tratando de destruir toda otra soberanía de los “países malvados”.
Continuará