Pompeyo Márquez, a quien Chávez recientemente le dijo que daba lástima oírlo hablar como un adeco, llamó en nombre de Alberto Lovera al gobierno nacional a “acabar con la represión”.
El Vicepresidente de la república y la propia esposa de Lovera se encargaron de ponerlo en su sitio; pues no podía ser de otra manera… ¿cómo se le ocurre a un servil de los asesinos de Lovera, invocar su nombre para intentar hacer creer a la opinión pública que se está del lado de la verdad y la justicia?
Para algunos de los que conocimos a Pompeyo, su posición actual resulta incomprensible. Sin embargo, para quien suscribe, éste es el verdadero Pompeyo de siempre: hábil en el manejo político; pero al mismo tiempo manipulador, oportunista, ambicioso y capaz de vender su conciencia si el precio es el adecuado.
Lo propio ocurre con Teodoro Petkoff, Gabriel Puerta Aponte, Julio Escalona, Pablo Medina y Américo Martín.
El que estos hombres formaran parte de la elite que dirigió las luchas revolucionarias libradas en Venezuela en la década de los 60 es una de las causas que por la que siempre he afirmado que dicho proceso no tenía posibilidad alguna de victoria.
¿Se imagina usted, amigo lector, que tipo de revolución hubiesen hecho estos “caballeros” si tienen éxito en los años 60? Sin lugar a dudas cualquier cosa, menos una verdadera revolución.
Una lucha muy de moda para la época, pero fragmentada por el egoísmo de unos líderes que se creían cada uno el Fidel o el Che venezolano y que por añadidura carecían de la solvencia moral y la ética revolucionaria imprescindible para ganarse la confianza de la tropa y del pueblo, eran las características de un proceso que afortunadamente no logro sus objetivos.
La actitud de hoy no hace sino reafirmar lo que siempre fue el accionar de estos políticos de precio variable. A lo largo de los años y cada uno según las “oportunidades” que la sociedad le ha brindado, se han ido arrimando a los sectores de poder, para terminar siendo simples ejecutores de las ordenes que les dan aquellos contra quienes un día se alzaron en armas.
A Américo no le dolió la conciencia y menos le importó lo que sintiera la juventud del MIR cuando se quito el disfraz de hombre de izquierda para lanzarse a hacer campaña a favor de uno de los más grandes asesinos y delincuentes que haya nacido en Colombia, como lo es Carlos Andrés Pérez.
Y que decir de Teodoro. Dos plumazos le bastaron a Caldera para convertirlo en una caricatura de revolucionario. Con el primero lo hizo bajar de las montañas y olvidarse de la revolución y con el segundo, lo convirtió en un ministro de economía defensor del neoliberalismo.
Los trabajadores venezolanos le debemos a este “pajarito” la perdida de la retroactividad de nuestras prestaciones. Aún están frescas en mi memoria las palabras por él pronunciadas cuando se consumó la gran traición: ahora si lloverá dinero sobre los trabajadores venezolanos.
Hoy es dueño de un periódico, por lo que no resulta difícil deducir sobre quien realmente llovió el dinero.
Bastante menos le costo a la oligarquía criolla comprar a Pompeyo. Le crearon un carguito con nombre rimbombante (Ministro de Fronteras) y el antiguo revolucionario se fue junto con Teodoro a formar filas en el gobierno de uno de los enemigos de siempre. Aseguró su vejez Pompeyo, sin lugar a dudas, pero para ello tuvo que ponerle precio a su nombre, su moral y su historia… que tristeza.
Los casos de Gabriel Puerta y Pablo Medina son más comprensibles; la intelectualidad nunca fue su fuerte. Sin embargo, resulta lastimoso verlos dar un salto desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha.
Si alguien me hubiese dicho hace veinte años que una vez vería a Puerta Aponte y a Medina siguiendo la línea política trazada por Carlos Andrés y Carlos Ortega les aseguro que me habría orinado de la risa. Pero como de todo hay en la viña del Señor; he escuchado al jefe de Bandera Roja decir que Chávez es un neoliberal vendido a los gringos; mientras que públicamente se asocia con los adecos para combatirlo.
No sé cómo sienten estos señores por dentro cuando frente a un medio de comunicación tiene que avalar el mensaje de que con AD se vive mejor, que los gringos no tiene interés en apropiarse de nuestro petróleo, que Federáramos está guiada por el amor al país y que Chávez es un dictador comunista al que hay que asesinar; pero si sé como se siente un hombre que alguna vez militó con ellos en la lucha revolucionaria.
A Dios gracias no tuvimos éxito, porque con líderes como ellos no había revolución posible y sólo se hubiese conseguido enterrar para siempre un sueño y una lucha que ahora emerge para rescatar el sueño bolivariano.
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