En pleno fragor de la Guerra Incivil Española, Abad de Santillán escribía un ensayo cuya lectura, en los años sesenta, me marcó profundamente, se refería a la utilización grotesca del dolor para justificar y causar más dolor. Realizó un trabajo de investigación hemerotécnica en la cual pudo encontrar como arbitraria y grotescamente la muerte de un hombre era considerada “justicia” para unos y “crimen” para otros, marcando la diferencia no la muerte del hombre sino su pertenencia a uno u otro bando.
La práctica, tan vieja como el hombre mismo y sus enrevesadas pasiones, no ha cambiado, podría decir que incluso, en este tiempo de comunicaciones globales e instantáneas se ha perfeccionado. ¿Dónde queda la idea poética de Andrés Eloy Blanco cuando decía “cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos del mundo”?. Lo cierto es que cuando el dolor humano no nos es ajeno, no el dolor de la humanidad que a decir de Don Miguel de Unamuno, “diluye y disuelve la verdad y la convierte en la peor de las mentiras”, sino el dolor del hombre. El hombre específico, personalizado, parte inmanente de mí, indisolublemente unido a mi humanidad en cuanto tal, tiene que dolernos por su naturaleza no por su condición social, económica, étnica, religiosa o partidaria.
En ese estricto sentido una parte de mí ha muerto salvajemente en Madrid. Hoy, 11 de marzo de 2004, yo soy madrileño desgarrado, asesinado, atropellado y derribado. Quienes han cometido semejante salvajada son asesinos, así sin adornos y a secas. Esta muerte sin sentido ni razón tiene que doler a todos los hombres de buena voluntad, como nos tienen que doler los setecientos mil niños que mueren cada año de hambre en un mundo al que le sobran medios para evitarlo. Así como una parte de mí muere diaria y silenciosamente en muchos otros crímenes, porque ¿qué es un crimen?:
Es un crimen la existencia de miles de millones de parias y excluidos en mundo que consume trescientos veinte mil millones de dólares en productos de belleza y métodos para adelgazar.
Es un crimen el bombardeo de niños, mujeres, ancianos y ancianas en Iraq con un saldo de decenas de muertos y heridos por el delito de tener petróleo.
Es un crimen el bombardeo indiscriminado de personas en Afganistán justificado por la búsqueda de un Señor Bin Laden, al que por cierto no encuentran.
Es un crimen el ataque a las Torres Gemelas de New York para castigar al Imperio en una invocada guerra Santa.
Es un crimen el bloqueo de 45 años a un pueblo pequeño y digno porque ha decidido vivir su vida a su manera.
Es un crimen el ataque a un cine en Moscú matando a cientos de inocentes en nombre de la lucha libertaria de los nacionalistas chechenios.
Es un crimen el bombardeo de Chechenia con el saldo de miles de civiles muertos por el delito de ser chechenios.
Es un crimen las ganancias superiores a los seiscientos mil millones de dólares anuales de los laboratorios que producen medicinas contra el SIDA mientras millones de seres humanos mueren porque no pueden pagar esos medicamentos.
Es un crimen promover el enfrentamiento mortal entre los ciudadanos de un país llamado Venezuela utilizando para ello todos los recursos económicos y mediáticos en forma grotesca.
Es un crimen cualquier exceso cometido sobre alguien que se ha rendido por el funcionario del estado que lo ha apresado.
Es un crimen secuestrar a cientos de miles de ciudadanos durante días en sus urbanizaciones para derrocar a un gobierno.
Es un crimen preparar una marcha para conducirla a un escenario de muerte previamente preparado en las calles de Caracas el 11 de Abril de 2002.
Es un crimen dejar sin alimentos, sin gas doméstico, sin trasporte, sin servicios de salud, sin educación y sin vida a un país entero durante dos meses para derrocar un gobierno.
En fin…¿cuántos crímenes más podríamos evocar?. Pues bien, o todos son crímenes y todos nos duelen o sólo estamos ante los golpes de pecho de criminales al acecho. O reaccionamos con la verdad o permitimos el disfraz grotesco del más puro cinismo detrás del cual se enmascaran los asesinos de todos los tiempos. O vivimos con la verdad, en la verdad y por la verdad o nos hundimos en la más vulgar mentira. ¡Que nos duela el dolor del hombre! ¡Que nos ofenda la ofensa a todos los hombres!.
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