Dialogamos o pifiamos

Chávez demostró que algunos dogmas de la vieja política no eran más que cuentos parecidos al del coco.

Por mi parte, confieso que a las primeras de cambio, cuando empezó a decir lo que opinaba sobre los dueños de los medios, que era lo que pensaba un gentío pero nadie se los había dicho, calculé que su gobierno no aguantaría seis meses de titulares catastróficos publicados a diario por los editores engorilados.

Pero Chávez no sólo sobrevivió, sino además creó una táctica para que los enemigos recalcitrantes se cocieran en su propia salsa muriendo de muerte lenta. Así ocurrió con los militares de Altamira o la plaza Francia, cuando nadie podía entender por qué el Presidente permitía montar un tinglado en la "zona liberada" de Caracas y presentar un show diario, con micrófonos, pancartas y un combo de zafias aclamando a los guerreros de utilería.

En ese caso, quedó demostrado que el comandante conoce su ganado, o sea, a los militares, y sabe que un oficial sin tropas no llega a Miraflores en hombros de damas frenéticas.

Desde entonces y hasta ahora, el Presidente ha permitido que las televisoras golpistas transmitan cualquier cantidad de barbaridades a cambio de pagarles con la misma moneda desde los canales oficiales. Por desgracia, y a pesar del calibre del líder revolucionario como expositor en televisión, en ese caso la pelea es dispareja. Los medios privados cuentan con libretos y recursos técnicos aportados por los gringos, aparte de algunos criollos que conocen su negocio.

La consecuencia más lamentable de la campaña mediática que enfrenta a un sector contra otro ha sido la división de Venezuela en polos o extremos cada vez más fanáticos e intolerantes y menos dispuestos a razonar.

El diálogo no sólo es necesario, sino indispensable para que el país no se hunda en el caos. La facción pitiyanqui y golpista no representa la mayoría de la oposición. El Gobierno tiene a su favor la posibilidad de seleccionar interlocutores entre una gama de adversarios, algunos de los cuales parecen racionales y patriotas.

Lo que podría pasar sería que el diálogo impida a los opositores concentrarse en un solo bloque donde impere el golpismo.


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Augusto Hernández


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