La tan mentada crisis financiera imperialista, generada por la voracidad de los banqueros y las grandes corporaciones, con la complicidad de los políticos de turno. Todos ellos son los grandes culpables de la hambruna que está en marcha y que amenaza a la mayoría de los países pobres del mundo.
No obstante, más allá de las estructuras sociales y de los antagonismos fundamentales que dan cuenta de las causas que expliquen el alcance de esta crisis, esa explosión repentina, ese brusco “esfuerzo convulsivo y doloroso, sin transición, sin precaución, sin miramientos”, la crisis es ineluctable, según testimonio de los propios sesudos “economistas” del imperialismo, conviene precisar a los diversos factores que nos expliquen su alcance. Pero su alcance peca quizá por exceso de simplificación, ya que se desarrolla en su totalidad lisa y llanamente; su causa reside en el poder económico que ha alcanzado el declive de la propiedad industrial y mobiliaria, es decir la propiedad capitalista, está en plena decadencia, el advenimiento del socialismo es, por lo tanto, inevitable, y la Revolución es una necesidad histórica debido a la resistencia de la burguesía y a la irrupción del pueblo en la escena política.
El estado de la economía imperialista les exige poner en juego lo antes posible su fuerza militar, no necesitan una postergación, y todo está coordinado y ajustado a las proporciones adecuadas. Los sectores que pueden frenarlo y fuertes como para comenzar a hacerlo todavía no se han manifestado y no estamos seguros que quieran hacerlo. Pero sin lugar a dudas explotarán los efectos de este experimento, siempre tan fructífero, para provocar un resultado opuesto. Cuando movilicen, tratarán de dar la impresión de que sólo estarán amenazando, y luego caerán sobre sus adversarios con toda la fuerza.
Se podría hablar con alguna justificación de la “paz en nuestra época” si las exigencias de materias primas y mercados del imperialismo quedaran satisfechas o que finalizara su influencia en el mundo; el imperialismo busca en el plano mundial la solución de sus contradicciones internas. Este es el verdadero carácter de nuestra época, que después de la reunión de los dirigentes de los países ricos, seguirá siendo la de un desenfrenado imperialismo. Hasta que los pueblos no lo destruyan continuará partiendo, cada vez con más frecuencia, nuestro ensangrentado planeta.
Basta mencionar la actual crisis financiera que, con su retorno periódico, plantea, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia del imperialismo. Durante cada crisis financiera, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos ya elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante esta crisis, una epidemia social, se extiende sobre los pueblos; los pueblos se encuentran súbitamente retrotraídos a un estado de barbarie momentánea; diríase que el hambre, que una guerra de exterminio la priva de todos sus medios de subsistencia.
La principal función del lujo es la de la guerra, saquear las materias primas de los países invadidos, encarecer los artículos de primera necesidad, dificultar la vida de los pobres, mantenerlos en la zozobra y salvar el sagrado dividendo. No ha de ir por ese camino el nuevo socialismo, sino que, estudiando atenta y lealmente el proceso económico-social moderno, tratará de sacar de sus entrañas mismas indicaciones respecto a su dirección para cumplir la labor de facilitar el camino del progreso, destruyendo los obstáculos que le retardan.
La teoría socialista está indisolublemente ligada a la actividad revolucionaria. En esta época de la reacción desenfrenada de la burguesía, agravada por la decadencia de lo que hasta hace poco era el capitalismo imperialista; sólo es posible ser socialista si se es dueño de una voluntad inconmovible, de gran coraje político e ideológico, y de la capacidad de enfrentarse a los agentes de opresión, sólo así se podrá rendir importantes servicios a la causa del socialismo revolucionario. Tenemos que prepararnos para librar la batalla final contra la reacción fascista. Tenemos que prepararnos para una revolución. Jurídicamente, tenemos que prepararla como la revolución directa contra el capitalismo imperialista que no nos permiten utilizar el socialismo para nuestra liberación.
Esta claro que quien espera encontrar un aliado en el imperialismo no puede transformarse en aliado de la vanguardia revolucionaria. Esta es la línea divisoria fundamental entre la política de la lucha de clases y la conciliación sin principios.
Pero si el mercantilismo desaparece, el comercio libre desaparece también. Toda la palabrería sobre el librecambio, lo mismo que todas las fanfarronadas liberales de nuestros burgueses, tienen sentido únicamente en relación con el comercio, la libertad de comprar y vender.
La opresión de la burguesía se hace más intolerable a medida que el pueblo oprimido despierta y se hace mayor su ansia de libertad.
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria, Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net