El Papa no condona el condón

El Sumo Pontífice del catolicismo agarró el toro por los cachos al
declarar en el avión papal que el uso del condón, lejos de minimizar
el problema, lo aumenta considerablemente. Se refería al contagio del
VIH-sida, que actualmente afecta a 22 millones de víctimas en el
Africa subsahariana.
               Benedicto XVI se puso duro mientras dialogaba con los periodistas
durante su viaje a Yaundé, capital de Camerún, país ubicado en la
región más afectada por esta pecaminosa dolencia.
               Como se sabe, el Papa Ratzinger emprendió hace varios meses la tarea
de anatemizar el destape del catolicismo cuyos deslices iniciales los
cometiera Juan XXIII cuando arrancó con las diabluras del Concilio
Ecuménico. De ahí en adelante la Iglesia se soltó el moño y aprobó
herejías tales como eliminar la misa en latín, que si bien era
incomprensible, le daba caché a un sacramento que a fin de cuentas
debe ser misterioso para concitar respeto y admiración.
               El Pontífice alemán está determinado a retrotraer los cánones
eclesiásticos a la era de la Santa Inquisición o poco menos,
ratificando, entre otras cosas, la condena a los judíos que
crucificaron a Jesús y otras sanas creencias que mantenían compacta a
la grey católica.
               Los periodista que rodeaban a Benedicto XVI no se animaron a
preguntarle si el uso del condón es desaconsejable aún en los casos de
curas pedófilos, ya que sería trágico que algún infante promiscuo les
contagie una infección incurable, y perdonen el juego de palabras,
pues un cura, por definición, encontrará la curación ideal.
               El uso del preservativo, nombre poco apropiado para denominar el
condón, pues no preserva ni la moral ni las buenas costumbres,
mantiene divida a la opinión pública mundial. Algunos gobiernos
tentados por el demonio suelen repartir condones de manera gratuita,
como si no encontraran una mejor forma de tirar los reales dedicados a
la profilaxis social.
               El asunto es harto delicado y bastante peludo y mantiene divididos a
los feligreses, sobre todo a las jóvenes en edad de merecer, que,
aparte de sanas, desean mantenerse ingrávidas.
               ¿Con o sin condón? He allí la cuestión.
augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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