¿Por qué tanta preocupación por imponer candidaturas unitarias?

Las encuestas "serias" de la coordinadora democrática

Quienes han hecho de la transfiguración de la realidad mediante el forjamiento de los números un oficio... Quienes transgrediendo toda lógica matemática y estadística se abrogan sólidas mayorías en las encuestas de intención de voto y de popularidad... Quienes determinan interesadamente cuáles resultados de las encuestas son publicables y cuáles no lo son, difundiendo cifras separadas para círculos cerrados y para público en general... Quienes confunden el rol de empresas encuestadoras con el rol de partidos políticos o agencias de publicidad, o peor aún, funcionan como apéndices de éstos..., ahora anuncian ante el país: “La Coordinadora (Democrática) se apoyará en ENCUESTAS SERIAS que demuestren las inclinaciones del electorado” (Últimas Noticias, 25/03/04).

Se deduce claramente de la anterior afirmación, una realidad conocida por todos/as: las cifras publicadas constantemente por las empresas encuestadoras al servicio de la Oligarquía son SESGADAS; se fundamentan en criterios autocomplacientes y obedecen a parcialidades políticas.

El anuncio de las “encuestas serias” procura (aparentemente) tomar distancia de una práctica viciada y manipuladora de la opinión pública que usa a las encuestas “no serias” como propaganda y, a su vez, trata de calmar los ánimos desconfiados de quienes en el seno de la CD se disputan en una auténtica “pelea a cuchillo” las postulaciones a cargos de elección popular.

La “evaluación” prevista por la CD determinará, según palabras atribuidas a Jesús Torrealba, vocero de dicha organización: “cuál es el candidato con mayor opción y una vez que eso esté definido hay que persuadir, afectuosamente pero con mucha firmeza a los otros aspirantes de la oposición para que retiren sus candidaturas” (El Nuevo País, 24/03/04).

De lo anterior se deducen varias cuestiones:

1- ¿Qué garantiza que las mencionadas encuestas y evaluaciones escapen de la trampa -hasta ahora aplicada contra el Proceso Bolivariano- para aplicársela a los “peces chicos” de la CD?
2- ¿Qué garantiza que las candidaturas con mayor apoyo económico y mediático no saquen ventaja sobre otras candidaturas?
3- ¿Qué garantiza que la “firmeza” con que se aplique la llamada “persuasión afectuosa” no implique una imposición antidemocrática?

Asimismo, se pone en evidencia la falsedad de una de las afirmaciones sacrosantas de la propaganda de la CD, cual es la supuesta condición de “mayoría aplastante” (según sus empresas encuestadoras) con la que contarían en materia electoral.

¿Por qué tanta preocupación por imponer candidaturas unitarias en todas las circunscripciones electorales del país si el adversario electoral está reducido a escombros?

¿Qué peligro puede representar una opción electoral que no supera el 20% o 25% de la intención de voto, al punto de desatar una ola de llamados nerviosos a la unidad?

Es sabido que la función de las encuestas propagandísticas es la de generar confusión en el electorado, por otra parte, la variación repentina de los porcentajes profundizar la incertidumbre sobre los posibles resultados electorales.

Se avecina una rabiosa proliferación de encuestas “no serias”. Tal como ha sucedido en cada una de las elecciones en las cuales los grupos reaccionarios han sido derrotados de manera contundente pero que sin embargo, estuvieron precedidas por cifras abultadas e imperdibles a su favor, por encuestas hechas a la medida de las ambiciones de la Oligarquía y el Imperio.

En vísperas de las elecciones presidenciales de 1998, la empresa Mercanálisis vaticinaba un “empate técnico” de 43% y 43% entre los candidatos Hugo Chávez Frías y Enrique Salas Romer. Sin embargo, los resultados electorales dieron el triunfo al Presidente Chávez con 16 puntos porcentuales por encima de Salas.

En la actual coyuntura electoral, se espera una reedición de negociaciones para comprar y vender los potenciales votos de los/as electores/as, basándose en encuestas interesadas, las cuales inevitablemente perjudicarán tanto a los factores bolivarianos como a los “peces chicos” ubicados en la cola de los grupos reaccionarios.

El tratamiento periodístico de las encuestas

La poca rigurosidad en las exigencias metodológicas y la proliferación de empresas “no serias”, dedicadas a inventar o falsear datos -presentados mediáticamente como fiables y científicos-, configuran el día a día de ese oficio en Venezuela. No se trata simplemente de que medios y periodistas publiquen negligentemente encuestas sin someterlas a análisis críticos que garanticen su fiabilidad. El asunto es más decadente aún: algunos medios y periodistas se confabulan con las empresas encuestadoras para engañar al público con la difusión de datos manipulados.

También es sabido que la mayor parte del público no está educado en la lectura crítica de las informaciones, por tanto, la revisión minuciosa de la ficha técnica de la encuesta suele pasar por desapercibida al lado de los grandes anuncios que difunden los datos. Una de las estrategias metodológicas más utilizadas para lograr datos autocomplacientes es la realización de encuestas telefónicas en las ocho ciudades más pobladas del país, a grupos reducidos de personas seleccionadas al azar en los listados de subscriptores del servicio telefónico, pertenecientes a los estratos BC (media y media alta) y D (trabajadora) de la población. Se le otorga arbitraria e interesadamente un mayor y determinante peso específico en las muestras a los estratos sociales que constituyen la base de apoyo social de los grupos reaccionarios, obviando que en la distribución de la población de acuerdo al estrato social los estratos altos y medios componen apenas el 20% de la población venezolana. La manipulación consiste en excluir a amplios sectores de la población (población rural -campesina e indígena- y urbana -que habita en zonas históricamente segregadas de las ciudades- para presentar los resultados como la opinión, deseo o aspiración del conjunto del pueblo venezolano.

Ante el panorama descrito, cabe preguntarse: ¿Tiene la CD la madurez política para asumir democráticamente un nuevo revés electoral?


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