Toque de pimienta

El tango del matacuras

      El hombrecillo rezuma mediocridad, envidia, falsedad, falta de simpatía. Para disimular, el canal donde propala su perfidia lo rodea de sifrinas sexis, que a falta de neuronas portan ropa de marca, con maquillaje de boutique y llamativas redondeces. El contraste lo hace ver como un viejo verde baboseándose a unas tiernas.

      Tal vez para dárselas de gracioso adopta un acento con ribetes argentinos que lo coloca como un remedo de Gardel en maracucho.

      Su nombre de guerra es “El Matacuras” en recuerdo de su pasantía diplomática por El Salvador, donde aupó operativos de la extrema derecha que acarrearon la liquidación del arzobispo Óscar A. Romero, asesinado por un francotirador mientras oficiaba la misa (1980), así como, poco después, la masacre de varias monjas y un seglar estadounidenses.

      Mediante una serie de morisquetas, que pretenden ser poses irónicas  o enigmáticas, utiliza el lenguaje corporal para responder llamadas o planteamientos. Por fortuna para él nunca necesita mostrar capacidad para el ingenio o la respuesta rápida, pues sus invitados carecen de todo tipo de gracia o sutileza.

      Nos hace recordar la frase que alguien dijera refiriéndose a Winston Churchill: “A primera vista se le notan todos sus defectos”. La sola diferencia es que, en este caso, a primera vista se le notan todas sus virtudes.

      El Matacuras no solo se mofa de los jueces y los fiscales venezolanos, que si bien no son moneditas de oro, sus actuaciones merecen tratamientos decorosos pues cabe la apelación ante instancias superiores.

      Por otra parte, lo que no aguanta desmentidos es la permanente prédica subversiva que constituye el meollo de sus programas de opinión. Los invitados ni siquiera necesitan promover la conspiración pues las preguntas del Matacuras llevan implícitas las respuestas.

      Por lo visto el Presidente Chávez finalmente se puso las pilas y llamó pan al pan y golpismo a lo que hace Globovisión.

      La instigación al golpe rebasa los 8 años y cada día se hace más descarada. Es como si a Leopoldo Castillo lo dotaran de una metralleta para allanar un convento.

      Falta ver si en CONATEL se siguen haciendo los pendejos.

                        

augusther@cantv.net



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Augusto Hernández


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