No soy ateo, soy un seguidor de Jesucristo y profundo creyente en Dios y apasionado por el Espíritu Santo, aunque receloso de muchas actitudes de la fe religiosa, recelo porque el ser cristiano se ha convertido en un deporte, el algo muy ligero ya que si mañana se persiguiera a las personas por ser Cristianos me preguntaría cuántas personas: Hombres y Mujeres permaneciesen de pie. No sé, pero muy pocos porque Cristo sigue para cientos de miles un personaje romántico, mítico o como muchas corrientes de la Paz Interior ¡Un Maestro más!, ignorancia total de lo que la Cristología afirma sobre la auténtica persona de Jesucristo. Aunque no es mi interés escribir sobre esto, lo que quiero es resaltar, es la pasividad y domesticidad del conglomerado católico con respecto a las actitudes que éste pueblo manifiesta ante la politización del Clero Venezolano y de la religión católica. Pasividad que abruma, que atormenta, que escandaliza porque poco se hace más allá de la denuncia.
Hace años lo dije, y aunque no soy un confesor de la doctrina católica porque no soy un súbdito del Papa, no adoro ni venero a personalidades bíblicas, ángeles o muertos, ni tampoco he puesto mi fe en una virgen que dejo de serlo cuando parió a Cristo y tuvo otros más no por intervención divina sino apasionadamente humana. Mucho menos mis pecados los confiese a un cura, menos si tengo alguna inquietud sexual porque cómo le puedo confiar a un hombre que no considera lo sexual como algo que aparta de la santidad ante Dios, tampoco estoy sometido a ritos, a tradiciones, o me coma sin sal y azúcar muchas de las enseñanzas descabelladas y antibíblicas de sus doctrinas. En esa oportunidad llamé a la reflexión de que los católicos, especialmente los de la corriente progresista y de izquierda bolivariana, hallar la forma de traer un renovación interna dentro de las filas católicas, no solo en lo doctrinal sino en sus estructura, en la política.
Las Iglesias evangélicas sufren muchas reformas y transformaciones, unas positivas y otras negativas pero siempre están en una dinámica de renovación, cambios, muchas traumáticas otras a la conveniencia mercantil o política, pero siempre buscan la manera de renovarse buscando siempre la dirección divina o deslastrarla del control humanista, pero de esto podría hablar en otro artículo. En la Iglesia Católica poco se ve los cambios porque su sistema interna es plenamente estructural sometida al sometimiento de un Clero que defiende más los intereses de élites internas que han manifestado más su apoyo absoluto a la oligarquía venezolana y ha buscado la forma de excluir a padres, curas y líderes religiosos de sus filas que están más en sintonía con el pueblo y su reforma social.
Es tiempo de que la feligresía católica se enserie y se enfoque hallar la forma de liberar su religión del yugo político de la oligarquía o esta Iglesia se convertirá totalmente en un poder político disfrazado de Fe para ser punta de lanza absoluta contrarrevolucionaria. De estudiar a fondo los postulados de la Teología de la Liberación, de la Vida y Obra de Cristo, de la historia de la Iglesia desde sus raíces históricas, de una comparación entre lo enseñado por Cristo y los Padres Reformadores del Siglo XVI, de estudiar a profundidad todo su bagaje doctrinal a la luz de la Biblia, de conocer con más exactitud de la dominación imperialista en los pueblos, y tantas cosas más.
Es importante que el católico y la católica rompan a la domesticación religiosa y asuma con seriedad la tarea reformista dentro de su Fe.
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