Con los pobres de la tierra

Propicios son estos días para preguntarse por qué se celebra la Semana Mayor y cuál es su significado.

La celebración de la Semana Santa o Semana Mayor se da en los países del mundo donde las iglesias cristianas son predominantes, están ligadas a las esferas del Estado y han adoptado esta decisión.

Dentro del calendario litúrgico de la Iglesia Católica la celebración de la Semana Santa es la fecha más importante, porque ella apunta a la reafirmación de la aceptación del misterio central de la fe cristiana, la resurrección de Cristo, después de un periodo de conversión interior y penitencia que es la cuaresma.

La Iglesia le pide a sus fieles que con su corazón limpio de pecado hagan un alto en sus labores cotidianas y con recogimiento conmemoren la pasión y muerte de Jesús, la asistencia a los actos litúrgicos en este ambiente de fe se orienta a pedir la gracia de Dios que permita imitar a Cristo, a buscar parecerse a Él.

Esta petición le presenta una disyuntiva a los cristianos de hoy. Seguir a Cristo significa: tratar de vivir la vida de acuerdo a las enseñanzas de Jesús como lo hicieron los primeros cristianos de quienes el apóstol Lucas, dice: "Los creyentes vivían unidos entre sí, y nada tenían que no fuese común para todos ellos". Otro testimonio sobre los primeros cristianos es: "Vendían sus posesiones y demás bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Asistiendo asimismo cada día largos ratos al templo, unidos por un mismo espíritu y partiendo el pan por las casas. Tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y haciéndose amar de todo el pueblo. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que abrazaban el mismo género para salvarse” (Hch. 2, 44-47)

En Venezuela son millones los que dicen profesar la fe cristiana. La práctica de algunos ritos formales les ha dado cierto derecho a eso: “cumplen” con asistir a la iglesia cada cierto tiempo, bautizan a sus hijos e hijas, contraen matrimonio en una iglesia y obedecen sin cuestionar los mandatos y opiniones de la jerarquía eclesiástica.

La Semana Santa es propicia para reflexionar y hacer consciente cuál es la relación de nuestra práctica cotidiana con los valores cristianos. O seguir a Cristo es simplemente luchar por alejar el pecado de nuestra alma, o es cumplir con algunos valores que orientan la práctica cristiana, tales como la opción preferencial por los y las pobres, y el amor hacia el prójimo. ¿Cuál es la opción que nos permite seguir a Cristo?

La opción preferencial por los y las pobres.

La enseñanza que dejó Cristo cuando dijo: “deja todo tus bienes materiales y sígueme”, se enfrenta y contradice los valores individualistas, consumistas y materialistas que impone la ideología capitalista.

En vez de ocuparse, solidarizarse o comprometerse en la lucha contra las injusticias y desigualdades que afectan a millones de pobres, el o la seudo cristiano(a) piensa y actúa según una lógica liberal: “Primero yo, segundo yo y tercero yo”, “El otro no me importa, sólo importo yo y mi bienestar”... entendiendo “su” bienestar como la posesión de bienes materiales.

Los pobres no le importan, son lo que más odia... porque odia ser uno de ellos.

Frente a la opción de identificarse con los pobres, prefieren la opción de identificarse con los ricos. Entonces los y las seudo cristianos(as) respetan y defienden a quienes comparten sus mismos valores: A quienes valoran la riqueza, no importa cómo se haya obtenido, o qué métodos se utilizan para preservarla o aumentarla.

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Al mandamiento “amaos los unos a los otros” se opone el miedo. Quienes se dicen cristianos o cristianas corren el riesgo de tener una imagen simplista de su prójimo, gracias a los mensajes que difunden a diario medios de comunicación y algunos líderes políticos.

El prójimo, el hermano o la hermana de fe, ahora no es alguien que merece condiciones dignas de vida (educación, salud, alimentación, vivienda, recreación, seguridad, justicia) y tiene derecho a luchar por ellas. Ahora el prójimo se reduce a una “horda” de delincuentes de quienes es necesario defenderse, armándose o encerrándose entre rejas.

Al prójimo que ha sido víctima de injusticias no se le acompaña en su lucha, simplemente se le excluye y se le sataniza a priori, porque se cree más en lo que dice la TV que en lo que pueda testificar cualquier persona que participe en las Misiones Barrio Adentro, Robinson, Sucre o en un Círculo Bolivariano. El otro, el prójimo, no es una persona de carne y hueso, sino la imagen de ella que han creado los medios, esos mismos que llenan su programación con altas cargas de violencia, sexo y antivalores, contenido que oportunistamente no critica la actual jerarquía eclesiástica, aunque va en contra de los valores cristianos que dice defender.

Aunque el amor como virtud y práctica cristiana no establece distinciones, algunos(as) guardan su amor para sus seres más cercanos (as) , o solamente para sus “iguales”, dejando fuera a más del 80% de la población.

La cristiandad al lado del pueblo

Desde hace décadas, diversas comunidades venezolanas se han venido beneficiando de la presencia de organizaciones cristianas de base. La cristiandad ha estado al lado del pueblo, construyendo juntos un camino digno. Las comunidades segregadas de los barrios urbanos, las comunidades campesinas e indígenas, la juventud obrera, las personas y familias refugiadas en la frontera por el impacto violento de la guerra civil colombiana, las personas analfabetas, enfermas, reclusas, drogodependientes y tantos/as otros/as excluidos/as, pueden testificar la buena voluntad de la verdadera Iglesia, aquella que asume la opción preferencial por los/as pobres.

El rostro oscuro de la jerarquía eclesiástica

El pueblo venezolano no sólo conoce aquella Iglesia coherente con su fe. También conoce el rostro oscuro de la cúpula eclesiástica, aquella que se ocupa de conspirar contra el Proceso Bolivariano, intentando inocular odios y miedos en la feligresía. Esa cúpula sólo se ocupa de mantener los privilegios de la Oligarquía, de la cual forma parte indisociable, recurriendo para ello a la manipulación y la mentira, a la vez que guarda silencio cómplice ante hechos contrarios a los intereses del pueblo que dice representar.

Mientras la Iglesia de base venezolana adelanta su trabajo junto a las comunidades explotadas, oprimidas y excluidas; mientras en países hermanos la Iglesia Católica asume dignamente su deber espiritual de condenar la deuda externa en Argentina, la concentración de la tierra en Brasil y la intromisión imperialista en El Salvador, la cúpula eclesiástica venezolana se dedica a deleitarse en los eventos de la “alta sociedad”, brindando con vino importado y bendiciendo conspiraciones.

Estos son algunos de los silencios injustificables de la cúpula eclesiástica y que deben ser objeto de una profunda reflexión en su seno:

Aparte de que la alta jerarquía católica aun no ha pedido perdón al pueblo venezolano por los crímenes cometidos en su contra en el ignominioso pasado colonial, derivados de su infinita ambición de poder, tales como la co-autoría del genocidio/etnocidio indígena y del etnocidio y esclavitud africana, la Inquisición y otras formas de intolerancia, el apoyo a la causa realista contra la Independencia y la condena al Libertador Simón Bolívar, es preciso recordar algunas acciones y omisiones más recientes, que bien podrían formar parte de un ¿breviario? de pecados, evidenciando que “esa” iglesia reaccionaria y antipopular no parece dispuesta a aprender de sus errores:

· Apoyo a la disolución de la Gran Colombia.
· Oposición a la libertad de cultos.
· Desconocimiento de los derechos de las minorías religiosas.
· Acaparamiento y negociación fraudulenta de tierras agrícolas.
· Apoyo a los gobiernos oligárquicos, desde Páez (1830) hasta Caldera (1998).
· Complicidad con las persecuciones, asesinatos selectivos y extrajudiciales, detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones y masacres puntofijistas.
· Participación activa en las corruptelas y el saqueo del erario público.
· Apropiación indebida de bienes públicos.
· Complicidad en el proceso de privatización de la educación pública.
· Adoctrinamiento anticomunista.
· Adoctrinamiento machista.
· Atropello a la dignidad de las mujeres.
· Atropello a la dignidad de las minorías sexuales.
· Ocultamiento de abuso sexual de niños/as y adolescentes cometidos por curas.
· Apoyo al golpe de Estado de Abril de 2002.
· Apoyo a la dictadura carmonista, bendecida por el Cardenal Velasco, quien firmó en representación de la Iglesia el acto de autoproclamación del usurpador.
· Apoyo al paro patronal-petrolero (diciembre de 2002 a febrero de 2003).
· Silencio ante la promoción mediática de la violencia y los antivalores.
· Complicidad con el proceso de privatización/desnacionalización neoliberal.
· Complicidad con la intromisión extranjera en los asuntos internos de Venezuela.

El más reciente pronunciamiento de la alta jerarquía católica gira en torno a la campaña de desinformación sobre la aplicación del derecho político a convocar referendos revocatorios de mandatos de cargos de elección popular. Con tal pronunciamiento no sólo se descalifica al Gobierno Nacional y a los factores políticos y sociales que le sustentan, sino que además se desafía al Tribunal Supremo de Justicia, a la Fiscalía General de la República y al Consejo Nacional Electoral.

El argumento usado es el mismo que a diario repiten incasables los medios comerciales de difusión y la Coordinadora Democrática, responsabilizando al Gobierno Nacional de “demorar” u “obstruir” el referendo revocatorio presidencial y amenazando con más violencia de no convocarse el mismo. Cuando de lo que se trata es de desviar la atención de un hecho que cada día se hace más evidente: la llamada “oposición” no logró conseguir el número de firmas exigido por la Constitución Nacional para poder solicitar la convocatoria de un referendo revocatorio del mandato al ciudadano Presidente Hugo Chávez y, al percatarse de dicha insuficiencia de firmas, decidió implementar el consabido plan B siempre guardado debajo de la manga: la trampa y el intento de fraude electoral.

La cúpula católica ya hace rato que paga las consecuencias de su parcialización politiquera, ya que de cara a la mayoría del pueblo se desvirtúa su esencia cristiana para transfigurarse en un factor más de la alianza fascista/golpista en Venezuela.


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